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Historias de vida y esperanza detrás de donantes de órganos

Historias de vida y esperanza detrás de donantes de órganos





En 2018, la barilochense Vanesa Vicente decidió donarle un riñón a su esposo que arrastraba una enfermedad congénita.

Edgardo Romano, de 53 años, esperó la llegada de un riñón durante cuatro años que nunca se concretó. Tras comprobar que, con su pareja no tenían compatibilidad de sangre pero sí genética y una larga serie de estudios, se sometió al procedimiento en la Fundación Favaloro. Fue el segundo caso de un trasplante renal de donante vivo "ABO" incompatible.

“Me hicieron estudios preventivos durante seis meses. También tuve entrevistas psicológicas para comprobar que no había presiones de ningún tipo para donar mi riñón”, dijo la mujer de 47 años.

El trasplante se concretó el 4 de junio del 2018. “Desde el primer momento -aclaró Vanesa-, el riñón empezó a trabajar instantáneamente. Es como que se estaban esperando. El primer latido fue rápido fuerte y no falló nunca. Su cuerpo lo aceptó de inmediato y el riñón lo empezó a purificar”.

La pandemia de Covid-19 comenzó a acechar cuando Edgardo ya comenzaba a recuperarse del proceso. Los recaudos fueron extremos y aún se mantienen. Hace una hora de gimnasia por día, se alimenta de manera saludable y cumple de manera estricta con los controles médicos que, en pandemia, son virtuales.


Vanesa Vicente y Edgardo Romano se vacunaron contra el Covid el último viernes. Foto: gentileza
“Estos tres años después de la donación, se dieron de una manera muy natural y con un agradecimiento eterno pero asumiendo también que hicimos esto para recuperar nuestro día a día, ocuparnos de los chicos y disfrutarnos nosotros dos”, explicó Vanesa.

Los primeros 10 meses de la pandemia extremaron los cuidados con el encierro pero después, tuvieron que empezar a trabajar. A fines del año pasado, contrajeron Covid pero en ambos casos, el cuadro fue leve. “Cuando salimos, nos empezamos a permitir burbujas con familias amigas que también habían tenido. Y ahora que estamos vacunados, estamos felices”, señaló.

Admitió que pese a estar vacunados, los cuidados se mantienen: “Cambia la esperanza, dormís más tranquila y soltás un poco la rienda a los chicos. Cuando tenés personas de riesgo en la familia, un adulto entiende los cuidados pero con los adolescentes, es difícil y se han portado de diez”.

Cuatro años después, Vanesa plantea: “No es que a uno le encante andar donando órganos porque sí. Hay un contexto. La ciencia lo permite y los médicos que me dejaron tranquila de que iba a estar bien. Acá no se trata de ser mártir sino de encontrarle el sentido a la vida sin perderlo en el camino”.

Me vacunaron porque me asumen que soy una persona de riesgo, lo que me cuesta entender porque si doné un riñón es porque estoy sana. Es fuerte que te pongan ese rótulo”.

Vanesa Vicente.
El primer caso en Argentina

“Uno vive gracias al otro. Se aprende que uno está porque hay otro”. Gabriela Borraro, de 55 años, fue la primera persona con cáncer neuroendocrino que accedió a un trasplante hepático.

En 2012, le detectaron la patología que avanza lentamente pero en su caso, ya estaba avanzada. “Me llegaron a dar tres semanas, tres meses de vida. Encima recibí estas noticias lejos de mi casa y sola”, recordó.

Los especialistas notaban que la recuperación de Gabriela era buena, que estaba en buen estado y en 2014, se pidió una excepción al Incucai para que le autorizara un trasplante de hígado ya que, hasta el momento, solo realizaban en casos de cirrosis y hepatitis B.

“Después de dos llamados fallidos, el trasplante hepático cadavérico se concretó el 3 de enero del 2015. No fue tan traumática la recuperación y a los 6 días ya estaba en mi departamento festejando mi segundo cumpleaños”, expresó esta profesora de educación física.

Recordó que “tenía tumores en todas las partes blandas de mi cuerpo. En la cabeza, hígado, estómago e intestinos. A partir de mi caso con este primer trasplante, hay más personas con sobrevida”.


Gabriela Borraro recibió un trasplante hepático el 3 de enero del 2015. Foto: gentileza
Durante los seis días que permaneció internada, Gabriela intentó averiguar quién había sido su donante. Supo que se trataba de una mujer de 46 años, de Santa Fe. “Me gustaría tener la posibilidad de agradecerle a los padres de esta persona por este acto de amor. Es solidario, es entender que la vida sigue y uno tiene en sus manos la posibilidad de permitir que otros puedan seguir viviendo. Los órganos no se van a ningún lado”, concluyó.

“De repente, todo comienza de nuevo como si nada”

Diego Ferrari asegura que nunca había sufrido ni un resfrío hasta que, en el 2014, le diagnosticaron hemocromatosis, una enfermedad que provoca una acumulación de hierro en la sangre.

“Si uno se entera a tiempo, es reversible. Se evitar el proceso por el que pasé. Pero los médicos encontraron que mi hígado tenía cirrosis no alcohólica, a raíz de la acumulación de hierro”, relató.


Diego Ferrari, un mes después del trasplante. Foto: gentileza
El hematólogo Marcelo Furque lo derivó de inmediato a Buenos Aires. “Cuando me dijeron que me tenía que trasplantar no lo podía creer. Comenzaron los peores años de mi vida. Me mudé a Buenos Aires y estuve casi tres años en lista de espera”, señaló y reconoció la angustia de sentir, cada día que pasaba, que su cuerpo se iba deteriorando.

Los llamaron en tres oportunidades ante la posibilidad de recibir un hígado. Los primeros dos se vieron frustrados pero la tercera fue la vencida y el procedimiento se concretó el 6 de febrero de 2017.

“Siempre fui positivo. Más aún cuando entré al quirófano. Estaba tan contento porque era vida. Hoy sigo agradeciendo a esa persona que me donó el hígado porque puedo realizar mis sueños y a todos los que dan vida a través de las donaciones. De repente, todo comienza de nuevo como si nunca hubiese pasado nada”, finalizó.

La incidencia del Covid-19 en los trasplantes
La donación de órganos se conmemora cada 30 de mayo, día en que nació el hijo de la primera trasplantada hepática en un hospital público. “Hay un mensaje de esperanza y vida después de la muerte. Acá hubo un donante de hígado que permitió que una mujer siga viviendo y pudiera tener un hijo. Dos vidas”, destacó German Santamaría, coordinador del Centro Único Coordinador de Ablación e Implante (CUCAI) Río Negro en Bariloche.

Según el INCUCAI (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante), 6.939 personas necesitan un trasplante en Argentina en este momento, de los cuales 157 residen en Río Negro. En lo que va del año, se realizaron 537 procedimientos a nivel nacional.

A fines del 2019, Argentina había logrado un récord histórico de donaciones que hoy, cayó a la mitad. “La pandemia incide y en el mundo, cayeron las donaciones y los trasplantes por la alta incidencia del Covid que ocupa todas las terapias Pero aún con este contexto adverso, se mantiene la posibilidad de donar en Río Negro”, indicó Santamaría.

Pero el médico destacó que aún con las complicaciones ocasionadas por la pandemia, Río Negro logró concretar cuatro donaciones multiorgánicas (Bariloche, Viedma y dos en Roca). Aclaró que los pacientes Covid se descartan como potenciales donantes. “No se sabe qué puede generar en los órganos o si se puede transmitir la enfermedad al receptor”.

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Fuente: www.rionegro.com.ar
https://www.rionegro.com.ar/historias-de-vida-y-esperanza-detras-de-donantes-de-organos-1835347/

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