Tabaquismo: una trampa para pobres

Tabaquismo: una trampa para pobres

Tabaquismo: una trampa para pobres Agustín Ciapponi Coordinador del Centro Cochrane IECS, médico especialista en clínica médica, en medicina familiar y autor principal del estudio sobre tabaquismo realizado para la OMS (Organización Mundial de la Salud). Argentina se convirtió en el octavo país 100 por ciento libre de humo de tabaco en América Latina. La Cámara de Diputados sancionó, el pasado 1 de junio, la Ley Antitabaco, que establece la prohibición de fumar en ambientes públicos y regula la venta y promoción de cigarrillos. De este modo, se pusieron en marcha una serie de medidas para frenar la pandemia de tabaquismo, que se cobra anualmente 31 millones de vidas a nivel mundial. Sin embargo, Argentina sigue siendo uno de los pocos países que firmó pero aún no ratificó el Convenio Marco para el Control de Tabaco, impulsado hace una década por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El IECS ha realizado distintos estudios vinculados con el consumo de tabaco. Uno de ellos, a pedido de la OMS, analizó por primera vez la prevalencia y el impacto del tabaco por clase social. Lamentablemente, nuestra investigación (llamada "Revisión sistemática de la relación entre tabaco y pobreza"), demostró que los pobres son los más desfavorecidos porque las clases bajas consumen más que las altas. Una explicación plausible para este fenómeno se conoce como "Modelo de los Cuatro Estadíos". Primero el tabaquismo se disemina rápido en las clases altas, que son las que están más abiertas a la innovación. Después se difunde al resto de la población (en un segundo y un tercer estadío). Luego las clases altas dejan de fumar porque toman contacto con la cultura del cuidado de la salud y porque reciben información del daño que produce la nicotina. Así es como, en un cuarto y último estadío, el tabaquismo disminuye en las clases altas y se sedimenta y consolida en las bajas. Este proceso arroja resultados alarmantes, como el que señala que el tabaquismo en los pobres del continente americano es un 50 por ciento más alto que en las clases adineradas. Pero hay más. En los hogares de bajos ingresos, la compra de tabaco representa un 10,7 por ciento de los gastos familiares. Definitivamente, el tabaco infringe un daño mayor a los sectores más desfavorecidos porque el dinero que se destina a la compra de cigarrillos hace tambalear fuertemente la economía familiar de los más humildes. La vulnerabilidad de los más pobres se potencia por otra circunstancia. Ellos no pueden afrontar las consecuencias del tabaquismo (cáncer de pulmón, infartos cardíacos, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, etc.) del mismo modo que los ricos, que están más y mejor cubiertos por los sistemas de salud. Por todo esto el tabaquismo constituye una verdadera trampa para pobres. Para vencer en la lucha contra el tabaco es necesario que los gobiernos hagan todos los esfuerzos que estén a su alcance. La flamante Ley Antitabaco argentina es un primer e importante paso dado por nuestro país. Pero sería importante que se refuerce mediante la ratificación por parte del Congreso Nacional del Convenio Marco de la OMS para el Control de Tabaco. Este instrumento jurídico regido por el derecho internacional y obligatorio para los países que lo adoptan, fue desarrollado reconociendo la necesidad de contar con una estrategia global a la hora de confrontar una epidemia que no todos los países pueden solucionar por sí mismos a través de legislaciones nacionales. Mientras tanto, bienvenida sea la nueva ley que aborda muchas de sus disposiciones más significativas

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