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Bariloche, viernes 20, septiembre 2024
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Noticias de hoy

Nacidos y criados: “Lo que cuenta es el abrazo que nos vamos a dar”

 Te confieso aquí en secreto

y tal vez tu ya lo sabes

que yo añoro tu silencio

y la tierra de tus calles.

 

Hoy no encuentro ni mis pasos

y ya no conozco a nadie

dónde estas viejo San Carlos

en que noche te quedaste.

Las últimas dos estrofas de la canción Viejo San Carlos, de Edgardo Lanfré, hablan de un Bariloche que varios antiguos pobladores añoran.

La referencia es a aquellos que nacieron en los tiempos donde la mayoría de las calles céntricas aún eran de tierra y se saludaban por el nombre con prácticamente todos los que se cruzaban.

Lanfré, en su letra, sintetiza el sentimiento reinante entre los nacidos y criados en la ciudad que cargan con más de cincuenta años.

Se trata de los primeros nyc, acrónimo que, justamente, hace referencia a los nacidos y criados en Bariloche.

Las siglas son, para muchos, un signo de distinción.

Además, si se es nyc de la primera oleada, el asunto es como si marcara una alcurnia particular.

En definitiva, casi una nobleza popular.

Ahora bien, para esas personas, ver cómo el tiempo fue cambiando el paisaje (urbano y humano) plantea cierta nostalgia.

Además, no sólo se trata de los cambios –inevitables– que el paso de los años acarrea.

También está la cuestión de perderse de vista... Es decir, ya no encontrarse tan seguido como antes.

En un pasado no tan lejano, ir a realizar ciertos trámites devenía en ver a alguien y empezar una charla que involucrara anécdotas de aquel Bariloche lejano.

La actualidad, con el avance de la virtualidad, tiene su lado positivo, relacionado con evitar hacer largas colas, pero, también, uno negativo, vinculado a que ya no se producen tantos encuentros con esas personas que se conoce “desde siempre” pero hace rato no se conversa.

A la vez, el aumento de foráneos conlleva que sea difícil reconocer rostros en una masa humana que va incrementándose como si fuera una criatura difusa.

Así las cosas, en noviembre del año pasado, a Cristina Cejas –nyc, por supuesto– se le ocurrió postear en un grupo de Facebook que sería interesante realizar un encuentro de “barilochenses antiguos”.

“En un principio, todas las familias se conocían, eran amigas. Los hijos se encontraban en las escuelas; los grandes, en la calle… Todo eso, con el paso del tiempo, se fue perdiendo”, lamenta Cristina.

Aquel pensamiento en tinta virtual generó una reacción inmediata.

La repercusión fue mucha.

“Incluso escribió gente que vive en otros países, para sumarse de alguna manera”, cuenta Cristina.

Pero, debido a la cercanía de las fiestas de fin de año, la idea quedó en stand by.

Ya para febrero de 2024, Jorge Buonaiuto retomó el tema.

Cristina y él charlaron y decidieron que era el momento.

“Sumamos gente con ganas de trabajar, para dividirnos las tareas”, explica ella, y así nació la comisión directiva del proyecto, que, más allá de los citados, reúne a Evelia Gutiérrez, Anita Benroth, Alicia Veselka, María Emilia Saavedra, Sara Lorenzo, Betty Matuscheski, Marisa Laura Miazzi, Schatzi Bachmann, Jorge Alberto Valenzuela, Mariano Aranda, Lito Lagras y Héctor González.

La propuesta es encontrarse el sábado 19 de octubre, desde el mediodía hasta las 18, en el camping de la Asociación Mutual Empleados de Comercio (AMEC), a la vera de la ruta nacional 40, a catorce kilómetros del centro de la ciudad (se ingresa por el camino al puente viejo del Ñirihuau).

Cabe resaltar que, en esta primera ocasión (porque la intención es que el acontecimiento se repita al menos una vez al año), la convocatoria es para aquellos nacidos en la ciudad hasta 1970. En próximas veces, se irán sumando a otras generaciones.

De alguna manera, este encuentro bautismal será una forma de homenajear a los de mayor edad, pero, también, tiene que ver con la capacidad del salón de AMEC.

El límite que establecieron desde la organización es de cuatrocientas personas, y ya hay alrededor de doscientas cincuenta confirmadas.

Para concurrir debe abonarse una entrada que podría calificarse de simbólica por lo económica, destinada a los gastos de producción, ya que todo es sin fines de lucro.

El encuentro será a la canasta, es decir que cada quien llevará lo que quiera consumir, aunque se solicita que, en lo posible, se colaboré con algo para una mesa dulce general.

Habrá diversos shows, entre ellos, de Edgardo Lanfré, autor de la mencionada canción emblema de la reunión de los nyc, Viejo San Carlos. Al final, claro, no faltará el baile, y también se realizarán sorteos.

Las reservas pueden hacerse en Tante Frida (Mitre 660), los sábados de 11 a 13.30, como así también telefónicamente al 2944788747 o al 2944560560.

La intención es crear un ámbito para compartir anécdotas. A manera de adelanto, algunas de las integrantes de la comisión directiva deshilvanan recuerdos…

 

UNA ÉPOCA EN QUE LAS MAESTRAS NO FALTABAN NUNCA

“Hay muchas familias que vivieron los tiempos de las calles céntricas de tierra y jugaban en trineo por Rolando cuando todavía no era zigzag”, indica Cristina Cejas, para después sumar: “Vivimos nuestra niñez y juventud en un Bariloche que estaba en el principio de su despertar, pero nunca imaginamos que iba a explotar tanto”.

Como modo de reflejar aquella época, relata: “Mi mamá dejaba el lecherito en la entrada de casa, para que el lechero lo cargara. El hombre venía en un carro tirado por bueyes. Mi madre, una vez al mes, para pagarle, enganchaba la plata con una bandita elástica en el portón”.

“Ese tipo de cosas, una no se las olvida”, suspira.

También señala que “las maestras no faltaban nunca, aun con nieve”.

“Iban con guardapolvo blanco, y llevaban algún calzado para caminar con las nevadas o las lluvias. Cuando llegaban al colegio, se ponían los ‘taquitos’, porque la imagen del docente frente al alumnado era muy importante”, remarca.

“Ahora, que contamos con ropa y zapatos adecuados, y las calles a veces no tienen tanta nieve, se falta o directamente suspenden las clases”, diferencia.

Más allá del anecdotario, pensando en la cercanía del encuentro, afirma: “Lo que cuenta es el abrazo que nos vamos a dar”.

 

EL ÚLTIMO SHA Y UN ACCIDENTE DE HELICÓPTERO

“Gran parte de mi infancia la pasé en Villa Catedral, desde 1960 hasta mediados de los setenta”, indica Marisa Laura Miazzi.

Su papá se llamaba Napoléon y había llegado a la Argentina después de la Segunda Guerra Mundial.

Era ingeniero electrónico y, en su Italia natal, trabajó en la reconocida firma Ceretti Tanfani, especializada en cable carril, cuyos productos llegaron al cerro Catedral.

De esa forma, ya en Bariloche, Napoleón fue contactado por Parques Nacionales para que se hiciera cargo del tema.

Marisa rememora que recién se empezaron a dar clases en la zona del Catedral cuando ella tenía siete años. Sin embargo, desde los cinco ya sabía leer y escribir gracias a sus padres.

Cuenta que, en esos tiempos, en aquel lugar, la escuela se hacía de setiembre a mayo.

A la hora de rescatar imágenes en su mente, rememora la visita del último sha de Irán, Reza Pahleví, junto a su esposa, Farah Diba. Así, evoca que aquella vez “se cerró todo y sólo subió la comitiva”. Ella, muy pequeña, en la base, vestida íntegramente de blanco, saludó a la pareja real.

Otro recuerdo está enmarcado por la tristeza: el 5 de agosto 1967 un helicóptero enredó sus aspas en un cable del medio elevador, cayó y se incendió. Dos jóvenes de dieciocho años, Graciela Sosa y Cristina Pefaure, fallecieron en el accidente. “Es algo que no puedo olvidar”, afirma Marisa, quien al cumplir trece dejó Villa Catedral y retornó a la zona urbana, para hacer el secundario en el colegio Ángel Gallardo.

 

LA MAGIA DEL CHOCOLATE

Anita Benroth… Con ese apellido, poco se puede agregar, porque es sinónimo de chocolate.

“Mis papás hicieron un gran esfuerzo”, expresa, y señala: “Decir que siento orgullo es poco, porque levantaron todo de la nada. Gracias a Dios, el negocio fue avanzando y la marca destacó”.

Anita cursó el jardín de infantes y la primaria en el colegio María Auxiliadora. “Cuando empecé, estaba en Onelli y Elflein. Al año siguiente, al iniciar primer grado, se trasladó a su ubicación actual, en Beschtedt”, cuenta.

Recuerda que su papá, cuando nevaba, la llevaba hasta la escuela “a caballito”. También habla del secundario en el viejo Comercial… Todo lo relata con una gracia particular… Nació para las relaciones públicas. “Siempre tuve algo carismático para eso”, sonríe.

En cuanto al entorno “chocolatoso” de su niñez y adolescencia, narra: “Mis amigas aún ahora se acuerdan de que, cuando íbamos a educación física, nos cambiábamos en mi casa, porque estábamos enfrente, y cada una pasaba a la fábrica y se elegía chocolates. Para ellas, era Disney. Mis padres siempre fueron muy generosos”.

En tal sentido, con una sonrisa, señala: “Todavía se acerca gente para decirme: ‘Tu papá nos ayudó con chocolates para tal o cual cosa…’”.


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