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Isla Huemul: Beletzky analiza lo que podría hacerse y afirma que no sería descabellado pensar en “excursiones de buceo”

 Durante la segunda mitad de los ochenta, el ecologista Alejandro Beletzky fue convocado por un grupo de concejales barilochenses para brindar su opinión sobre la isla Huemul.

Así, según explica, visitó el lugar y surgió “el primer informe de la isla desde el punto de vista ambiental”.

 

Aquello, de alguna manera, fue una de las acciones que dieron pie a la ordenanza de 1988 que declaró al lugar “reserva histórica, ecológica, turística municipal”.

Luego, ya en los noventa, llegaría la concesión, una experiencia que tuvo un final con sabor amargo (Beletzky destaca la inversión que realizó quien fue concesionario, Fabio Balest).

Ahora, que el sitio vuelve a estar en boca de muchos debido a la intención del intendente Walter Cortés de ponerlo en valor, Beletzky rememora algunas de las cosas con que se topó hace treinta y tantos años, así como ciertas ideas que quedaron en su mente sobre la utilidad que podría darse a ese espacio.

Antes que nada, evoca la impresión que le causó observar el crecimiento de árboles dentro de los laboratorios que habían quedado sin culminar, pertenecientes a la época en que Ronald Richter llevó adelante la aventura atómica que encandiló a Juan Domingo Perón: “La belleza que el lugar posee se relaciona con el bosque que creció dentro de los cascarones de edificios, en esas estructuras que no se terminaron de construir y no poseen techo”, afirma el exguardaparque.

“Se trata de un sitio donde el hombre levantó una infraestructura gigantesca, la abandonó, y la naturaleza volvió con una potencia maravillosa”, expresa.

 

El ecologista piensa el uso que puede darse a la isla desde diversos aspectos (foto: Matías Garay).

Beletzky recuerda que los ediles que lo convocaron décadas atrás pensaban en la realización de una especie de “centro de educación ambiental”.

Justamente, ese factor, según él, debe mantenerse, junto con la idea de una excursión histórica, ya que, en cierto modo, lo que se vivió allí fue –según sus palabras– “la génesis del desarrollo nuclear en el país”.

Para el ambientalista, debería utilizarse una lancha de pasajeros y propone que, en lugar de partir desde el Puerto San Carlos, como sucedía cuando la isla estuvo concesionada, la embarcación salga de Playa Bonita. Al respecto, ofrece dos motivos: por un lado, indica que, de esa forma, existen menos posibilidades de que el viento afecte al buque, y, por otra parte, remarca que la distancia sería menor.

“Con el servicio horario de la lancha se podría controlar la cantidad de gente. Por ejemplo, hasta doscientas personas cada dos horas, lo que permitiría hacer varios viajes. Quizá, en verano, dos por la mañana y tres por la tarde; y en invierno, tres en total”, expone.

Beletzky aprecia: “De esa forma, la capacidad de carga la marcaría la propia embarcación”. Y opina: “No se puede meter mucha gente de golpe; es un bosque cerrado”.

También comenta que habría que estudiar el tema sanitario. Y, sobre todo, refiere a la cuestión energética: “Tendría que hacerse lo que Parques Nacionales llevó a cabo en la isla Victoria, donde colocaron un cable subacuático para la electricidad”, opina.

“Poner un grupo electrógeno me parece absurdo, ya que rompería la armonía del lugar, por el ruido, pero también por el peligro de derrame que implica trasladar combustible”, señala.

 

Días atrás, profesionales del área municipal de Obras por Contrato revisaron las condiciones del muelle (foto: Eugenia Neme).

Asimismo, habla de “reacondicionar el puerto, acomodar el quincho, limpiar el sendero y desmalezar lo que haya de mosqueta y retama”.

En general, destaca que, precisamente, debe trabajarse sobre cuestiones vinculadas a “la higiene y la seguridad”.

Más allá de eso, Beletzky aprecia que debería analizarse, en un período posterior (“mediano o largo plazo"), el uso del “salón gigante”.

La referencia es al denominado "cuarto laboratorio" de Richter, que, en su momento, no llegó a utilizarse.

 

Un espacio que impresiona (foto: Eugenia Neme).

“Es un lugar maravilloso para armar un par de niveles, porque es muy alto”, considera.

De esa forma, indica que podrían prepararse “dormitorios”, pensando en “campamentos educativos ecológicos”, e incluso una “sala de conferencia”.

Además, aprecia que “tendría que haber una caldera, ya que debe pensarse en el tema de la calefacción”. En ese punto, insiste en el cable subacuático y expresa: “Con un buen caudal de electricidad, lo de la caldera se podría manejar”.

En cuanto a otras alternativas, reflexiona que, tal vez, “se podría poner una escuela de buceo mixta, privada y estatal”. La idea se vincula a descubrir los “misterios” que muchas personas dicen que esconde el lago Nahuel Huapi en ese sector.

Tales comentarios se relacionan con el paso de Richter por el lugar.

Circulan historias que refieren a cosas que se cayeron cuando estaban levantando las construcciones, como así otras que fueron arrojadas al lago en épocas dictatoriales, como una reacción antiperonista (cabe recordar que Richter, en un primer momento, tenía el beneplácito de Perón).

Además, allí, a metros del muelle, está hundida la embarcación Don Luis. Su proa asoma apenas sobre el nivel del agua.

En definitiva, el exguardaparque no cree que sea descabellado pensar en “excursiones de buceo” en la zona.


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