identificarme


Click aquí para registrarte
¿Olvidaste tu clave?

Bariloche, lunes 20, enero 2025
   │  » Ver pronóstico

Noticias de hoy

En Patagonia las sequías serán más graves con “decaimiento y mortalidad de bosques”

 Ala vez que advierte sobre peligros futuros, un estudio que hizo la Universidad Nacional del Comahue de Bariloche señala que los árboles de la región tienen posibilidades de dar respuestas.

Para la Patagonia, los que saben del tema auguran “sequías más frecuentes, intensas y prolongadas” en los próximos años, escenario que también pronostica “decaimiento y mortalidad de bosques” más graves que en la actualidad. No obstante, según estudios que se realizaron en zonas boscosas de Río Negro y Neuquén, coihues, cipreses y lengas pueden desplegar estrategias para adaptarse y sobrevivir ante tan difícil panorama.

“Sobrevivir o morir de sed” se titula un artículo que forma parte de la publicación “Desde la Patagonia, difundiendo saberes”, la revista de divulgación que dos veces por año publica la sede en Bariloche de la Universidad del Comahue. Nada menos que ocho autores intervinieron en la producción del texto, la mayoría doctoras o licenciadas en Biología, más el aporte de un geógrafo. Se extiende por nueve páginas y el que sigue, es apenas un recorte que practicó El Cordillerano.

Enseñe al colectivo de especialistas que “las sequías o períodos de baja disponibilidad de agua son eventos climáticos periódicos y recurrentes que producen una reducción en el crecimiento de los árboles. Sin embargo, si la falta de agua es intensa y/o prolongada, produce el decaimiento del bosque que se traduce en una disminución del vigor de los individuos, la muerte parcial de las copas o incluso la muerte de árboles adultos completos, impactando negativamente sobre el ecosistema en su conjunto”.

El así llamado “decaimiento del bosque” se expresa a través de “signos de mortalidad y/o pérdida de vitalidad” que se advierten “de manera repentina o gradual”. Desafortunadamente, el fenómeno afecta “a todos los biomas del mundo asociados principalmente al aumento de sequías por el cambio climático”, contextualiza el estudio. En efecto, “las sequías extremas y sus efectos sobre el bosque están siendo detectados en el mundo entero” y casa no es la excepción.

De hecho, “en el noroeste de la Patagonia, durante el verano de 1998-1999 en el Parque Nacional Nahuel Huapi se registraron precipitaciones que fueron solo un 40 por ciento del promedio, dando lugar a un evento de mortalidad masiva de coihue, que afectó a más de 20.000 hectáreas de bosque”, recuerda el trabajo. Como “los modelos globales de clima pronostican en la Patagonia sequías más frecuentes, intensas y prolongadas, es probable que estos fenómenos de decadencia y mortalidad de bosques se agraven en el futuro”, alerta el grupo de investigadoras e investigadores.

Hasta muertes masivas

“El decaimiento de bosques por sequía puede manifestarse de distintas maneras, desde un ligero aumento de la mortalidad, hasta episodios de muerte masiva a escala regional”. Los efectivos pueden ir “desde la pérdida prematura de las hojas durante veranos secos para los árboles deciduos que normalmente las pierden en otoño” o “la muerte parcial de la copa, hasta incluso la mortalidad total del árbol”. Según se advierte, “la mortalidad parcial de copa se ha observado en muchas especies de árboles y parecería ser una estrategia común para resistir períodos de sequía extrema”.

Hasta aquí la perspectiva es desoladora, pero “los efectos negativos de la sequía pueden no tener el mismo impacto sobre árboles que crecen bajo climas más secos o más húmedos. Esto se debe a que distintos climas influyen en las respuestas de los árboles que habitan en ellos, los cuales desarrollan diferentes características en cuanto a la forma en la que crecen, como también a su funcionamiento”.

Sucede que “cuando los bosques se desarrollan en los extremos secos de la distribución de las especies que los componen, las condiciones ambientales limitan su desarrollo y supervivencia, en contraste con lo que ocurre hacia los extremos más húmedos de su rango geográfico, donde las condiciones climáticos les son más benignas. Por lo tanto, es relevante el estudio de las variaciones en caracteres que garantizan la supervivencia y crecimiento de los árboles en distintos entornos ambientales, especialmente en el contexto de cambio global”.

Por caracteres en este contexto se alude a “los rasgos biológicos que describen una característica física o de funcionamiento determinada por el entorno y la constitución genética de un organismo”. Así las cosas, “en las especies que habitan bajo condiciones climáticas variables se puede observar una simple vista cómo los individuos se ajustan a dichas situaciones cambiantes”. Hay ejemplos muy mano: “Al subir una montaña, observamos que a mayor altitud los árboles son más bajos y tienen hojas más pequeñas, debido a las temperaturas más frías, la mayor persistencia de la nieve en primavera y, por lo tanto, una estación de crecimiento más corto. En cambio, los árboles que crecen en la base de las montañas suelen ser más altos y tener hojas más grandes”.

Ajustarse mejor

“De la misma manera, los árboles bajo regímenes escasos están sometidos al estrés por escasez de agua y desarrollan características que les permiten ajustarse mejor a esa condición. Así, las características propias que presentan los árboles de zonas secas se vuelven clave para su supervivencia. Asimismo, si estas particularidades están determinadas genéticamente en el ADN, pueden ser transmitidas a la descendencia de tal forma que las mismas se mantienen a lo largo del tiempo”, asevera el estudio.

Entonces, “para persistir y prosperar bajo los cambios climáticos previstos, las plantas tendrán que ajustar rápidamente su forma y funcionamiento, por lo que resulta necesario analizar las potenciales respuestas del bosque al estrés ambiental, como por ejemplo a la escasa dispersión”. En orden a conocer esas posibles reacciones “los experimentos en los que se manipula el riego constituyen una valiosa herramienta para evaluar la vulnerabilidad de las especies arbóreas al cambio climático”.

En forma simultánea, “el grado de respuesta de los árboles puede relacionarse no solamente con su capacidad para ajustarse a las nuevas condiciones ambientales”, concepto “que se denomina plasticidad”, sino también “a sus características propias, las que podrían deberse a su acervo genético”. Afortunadamente, “para poder desentrañar estas dos fuentes de variabilidad, se pueden realizar experimentos de jardines comunes”.

Estos “consisten en cultivar, bajo las mismas condiciones ambientales -ya sea de temperatura, riego o iluminación-, a plantas que provienen de cosechadas en localidades que poseen distintos climas. Si las plantas en el cultivo mantienen las diferencias en la forma y funcionamiento que fueron observadas en el campo, las mismas se deben a diferencias genéticas. Mientras que, si en el cultivo las diferencias desaparecen, se trata de plasticidad”.

Sostiene el grupo de redactores que “la importancia del cultivo en jardines comunes radica en que, de existir diferencias genéticas, por ejemplo, entre bosques secos y húmedos, las mismas deben ser tenidas en cuenta a la hora de diseño esfuerzos de restauración y manejo de bosques degradados, en un escenario de cambio climático”. Quiere decir que por el lado de la humanidad, también hay posibilidades de dar respuestas.

Trabajaron en los experimentos y en el texto de divulgación Andrea Premoli, Mariana Fasanella, Paula Mathiasen, María Laura Suárez, Dayana Díaz, Griselda Ignazi, Thomas Kitzberger y Cintia Souto. La versión completa está en la edición más reciente de “Desde la Patagonia, difundiendo saberes”. El conjunto de la revista o sus artículos por separado se pueden descargar desde https://desdelapatagonia.uncoma.edu.ar


Arriba