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El vivero de Isla Victoria cumplió cien años
Es cierto que las reglas periodísticas recomiendan evitar el uso excesivo de adjetivos, pero resulta imposible, ante la experiencia de visitar Isla Victoria, no afirmar que se trata de un sitio maravilloso.
Todo el viaje, desde el inicio, se vive como un suceso: embarcar, cierto espíritu de camaradería náutica, observar el paisaje… en fin, se trata de un disfrute que, desde lo visual, se transmite en cierta armonía cerebral.
Igualmente, hay que aclarar que, al apenas arribar a la isla, el sosiego, por una vez, rectifica al poeta griego Konstantino Kavafis.
En un poema, el escritor inmortalizó aquello de: “Cuando emprendas tu viaje a Itaca/ pide que el camino sea largo,/ lleno de aventuras, lleno de experiencias”. Es decir, apuntaba a que el sendero que se recorre importa más que la llegada a la meta aguardada.
Claramente, es una metáfora que refiere a valorar lo que sucede en el trayecto que precede al objetivo, e incluso a la sabiduría que se puede obtener en la vida, en cada momento, sin pensar tanto en quemar etapas.
Pero si aquí se señala que Isla Victoria objeta lo expresado por el poeta griego, no es porque lo contradiga, sino porque plantea un nuevo debate: la llegada también puede formar parte del viaje.
Pisar ese rincón patagónico transmuta en paz.
Y el alma lo agradece.
Respirar el aire de una naturaleza que invita a que la cuiden. De eso, en cierta forma, se trata.
Por otra parte, en ocasiones, una de por sí grata aventura cuenta con un agregado, algo que realza lo que parece que ha alcanzado una especie de estado de plenitud permanente.
Ese bonus, en esta ocasión, fue el festejo por el centenario del vivero de la isla.
En sí, la conmemoración ya era un hecho destacable.
Pero hubo un aditivo.
Acudió, para ser parte de la evocación histórica, Samuel Havrylenko, quien parte de su infancia la vivió allí, ya que su padre, Demetrio, fue encargado del vivero.
Durante el viaje hasta la isla, hubo tiempo para conversar con él, en una charla extensa donde dejó caer anécdotas y sentimientos.
La emoción, en definitiva, fue parte de la excursión.
A la hora de los discursos, ya en el sector del vivero, en el interior del “cuerpo” de la isla, tomó la palabra el jefe del Área Forestal del Parque Nacional Nahuel Huapi, Camilo Bagnato, quien destacó que el jardín botánico del área protegida “representa una reserva internacional muy valorada”, ya que hay especies que aquí se consideran exóticas, pero en otros lugares del planeta son nativas y se hallan “amenazadas por el cambio climático, incendios y demás”.
En cuanto al trabajo que se impulsa desde su sector, informó que existen cuatro ejes. Así, habló de educación y concientización ambiental. También, de la producción de plantas nativas, lo que se vincula a la restauración de ecosistemas, por ejemplo, en zonas afectadas por incendios forestales. Además, citó la selección, cosecha y almacenamiento de semillas para su conservación. En tal sentido, expresó el deseo de crear un banco de germoplasma, con la tecnología e infraestructura necesarias para mantenerlas por más tiempo. Por último, se refirió a la investigación, un punto que destacó especialmente. “Acá existe un reservorio espectacular de compuestos químicos y metabolitos que ni siquiera conocemos y pueden ser la solución de muchos problemas de salud”, remarcó.
El director del jardín botánico de la isla, Adolfo Moretti, por su parte, hizo un recorrido de la historia del lugar.
Luego tocó el turno de que Samuel Havrylenko tomara la palabra.
Sacó de un bolsillo un texto para comenzar a leerlo, pero antes bromeó: “Para no irme por las ramas, me tengo que controlar con un papelito”. “Estoy muy emocionado por volver a la isla después de un largo tiempo y recordar lo que en su momento fue la Estación Experimental Forestal Puerto Anchorena”, dijo.
“Mi padre llegó en 1938”, contó, y rememoró: “Se vivía acá de manera permanente, y el traslado se hacía mediante pequeñas embarcaciones”.
“El puerto estaba en incipiente construcción; no había electricidad ni maquinaria disponible, sólo herramientas manuales y tracción a sangre”, desarrolló, y apuntó que, en aquel momento, cuarenta personas residían en el sitio. “Se trabajaba en el vivero, en la apertura y mantenimiento de caminos, paseos turísticos, plantaciones y carpintería; había personal que cuidaba a los caballos y los bueyes; también, un tambo y una huerta comunitaria”, evocó.
Samuel recalcó: “Cuando los descendientes de los trabajadores del vivero nos reencontramos, recordamos sobre todo la solidaridad, la buena convivencia, la responsabilidad, el sentido de pertenencia y el orgullo de Parques Nacionales, que todavía mantenemos”.
“Desde su creación, el vivero forestal fue pensado para mitigar la deforestación por incendios y explotación descontrolada que asolaba toda la región, incluida Isla Victoria”, indicó, y añadió: “Existió una coincidencia: los iniciadores del vivero eran egresados de las mejores instituciones de Europa”. En tal sentido, expuso que su padre, ucraniano, había estudiado en Praga. De esa manera, apreció que en el vivero de la isla “se trabajó con estricto rigor científico”, lo que llevó a que considerara: “Hace cien años nació la cultura forestal en la Argentina”.
Tras Samuel, le tocó el turno al intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi, Dámaso Larraburu, quien agradeció a Dios que su llegada al cargo este año le haya permitido participar en la celebración. “Será un momento que recordaré hasta el último momento de mi vida; es una bendición estar acá”, sostuvo.
Más allá de destacar la importancia del acontecimiento, el intendente del parque aprovechó para confirmar lo que había adelantado el presidente de la Administración del organismo, Cristian Larsen, en una entrevista con El Cordillerano, acerca de próximas inversiones privadas. “Hay una propuesta de interacción entre lo público y lo privado para poner en valor la isla”, sostuvo Larraburu, quien recalcó que eso serviría, asimismo, para “fortalecer el vivero”.
“Siempre con el cuidado, diligencia y mirada que tienen los expertos”, aclaró.
“Parques nunca va a dejar de tener la custodia del área protegida, con el cuidado del medioambiente”, manifestó, a la vez que informó que en el Nahuel Huapi se están realizando “esbozos de pliegos” para que analicen en la Administración de Parques Nacionales.
Tras su discurso, representantes de la senadora Silvina García Larraburu entregaron una distinción del Senado por el “cumpleaños” del vivero, y se descubrió un cartel conmemorativo.
Luego llegó la hora de la foto grupal y, para finalizar, se procedió a plantar, a manera de símbolo, un ciprés de las Guaitecas.
Después, la hora del retorno.
Embarcar, navegar… El regreso al puerto y la ciudad que aguardaba.
Atrás quedaba Isla Victoria, en su nado quieto y eterno.