Todo encaja, por eso sale tan bien aunque no nos guste

Todo encaja, por eso sale tan bien aunque no nos guste

“Todo encaja, por eso sale tan bien aunque no nos guste”. Frente a la guerra, frente al hambre y al sufrimiento de tantos, frente a la devastación de los recursos y la esclavitud del sistema financiero uno a veces se pregunta dónde está el botón de Salir, Apagar o Delete, cuando no lo encuentra es inevitable en algún momento pensar Game Over y que venga otra oportunidad. Pero en la vida real las cosas no funcionan así, tenemos miedo, entre todos seguimos sosteniendo un esquema perverso, el resultado es que “todo encaja, por eso sale tan bien aunque no nos guste”.

En medio de tanta desorientación -o distracción- las soluciones más lógicas y simples, para los problemas cotidianos, para los problemas reales, los de hoy, esos que aparecen a cada instante en la vida de todos, parecen imposibles.

No hablamos de desarrollar la telepatía o mudarnos a Marte, esos desafíos requieren de soluciones novedosas. Hablamos de la imposibilidad de proponer soluciones sencillas al hecho de respetarnos en la calle, cuidar a los niños – a todos, organizar el consumo y los desechos, darle de comer a quien tiene hambre, usar lo aprendido para prevenir en vez de recaudar –perdón- en vez de curar. Educarnos para ser colaborativos o al menos funcionales a los verdaderos sueños y necesidades de la humanidad…

Ser útiles y positivos para la comunidad ha quedado registrado en el libro de humanidad como utopías y así se ha transformado en un desafío tan lejano como la telepatía o vivir en Marte.

Pero ¿es realmente una utopía?

Cómo puede ser que observemos con nostalgia a quién hace el bien. Tantos ejemplos de bondad hemos tenido en la historia de la humanidad, los veneramos, seguimos haciendo monumentos y hermosas poesías para la Madre Teresa de Calcuta (1997), para M. Gandhi (1948), Mandela (2013), J. Lennon (1980), M. Luther King (1968), V. Ferrer (2009), y tantos mas – pero todos ellos tuvieron su momento contemporáneo y sabemos por la historia cuán solos han estado o cuán difícil les ha sido tratar con el poder, soportar las críticas, los fanatismos... en casi todos los casos sus vidas (en vida) no han estado marcadas por alfombras rojas ni cirugías estéticas.

Si HOY sales de tu casa y observas al vecino ayudando a la mujer sola que vive en la casa abandonada de la esquina, seguramente justo suene tu celular y pases apurado, distraído tratando de no comprometerte más de la cuenta. Más tarde ¿te preguntarás siquiera si tu vecino sería el próximo “Lennon”? Qué sucede si un día – después de fallecido, porque es imposible ser “perfectos” antes de morir – tu vecino se transforma en héroe… seguramente ese día saldrás a comentarle a los periodistas que lo conocías muy bien, te llenarás de palabras hermosas hacia tu vecino porque fuiste testigo de su actuar.
Pero HOY atendiste el celular y seguiste caminando: los problemas cercanos – como la mujer de la esquina – son los más difíciles de resolver.

Por eso y tantas actitudes similares, pequeñas y cotidianas, es que hemos rotulado al Amor, la Solidaridad, la Cooperación, el Respeto, la Igualdad, la Justicia y tantos otros VALORES como utopías. Porque es simple halagar los esfuerzos de la Madre Teresa o las acciones de Gandhi, pero es muy difícil preguntarle a tu vecino si necesita ayuda y es más difícil simplemente ir a cooperar sin anunciarse siquiera.

¿Es una utopía el amor?

¿Les vamos a enseñar a nuestros hijos que el amor es una lejana utopía?

Como lo cercano es tan difícil… nos distraemos con lo lejano.

Hoy con el conflicto entre Israel y Palestina de nuevo la guerra está en todas las redes sociales, en los titulares de cada diario, en la TV, en nuestras mentes. Sabemos mucho de la guerra. Discutimos, todos entendemos algo. Es un gran espectáculo y como todo espectáculo resulta ser un buen negocio.
PERO
¿Te imaginaste la guerra en carne propia?
¿Te imaginaste oír los misiles y sospechar que vienen hacia tu familia?
¿Te imaginaste el pánico de no tener hacia donde correr?
¡La impotencia de no poder proteger a tus hijos!
¿Te imaginaste la fría e injusta muerte entrando en el pecho de tus seres queridos?
¿Te imaginaste el dolor de las heridas?
¿Te imaginaste pensando en el futuro de los próximos segundos porque más adelante no hay nada para imaginar?
Todo lo que sabemos no tiene nada que ver con el sufrimiento real en tiempo real que viven miles de personas, ni con las soluciones. Solo sabemos accionar para alimentar más guerra. Más odio. Más resentimiento. Más separación. Más desigualdad. Más indiferencia. Mas excusas para que el tiempo siga pasando.

¿Por qué?

Te pregunto a vos que estás leyendo esta columna de una ciudadana cualquiera que se puso a escribir… te pregunto ¿por qué estás leyendo? Quizás estás pensando que escribo porque hay una respuesta mágica, porque tengo información que no ha sido publicada, o porque me cansé de la neutralidad de la PAZ y estoy por sentar postura…

No… solo quiero que surja el amor…

Si caemos en la trampa de responder al odio seguiremos alimentando la guerra.

No hay magia en esto, el amor no es mágico, es REAL. Dejemos de pensar que el amor es cosa de poesías, escenarios épicos y mitos: el amor es real. Pero requiere el doble o triple esfuerzo que la guerra… no es NAIF. Requiere involucrarse.

Gracias al mareo digital y cibernético tenemos demasiada información, tanta que no sabemos qué hacer con ella. Discutimos por las comillas, los asteriscos y el color de la letra. Pero sentar postura sobre información confusa, manipulada y con pócimas mágicas propuestas por quienes hacen negocio, tendría como resultado más “amarillismo” que solo sirve para generar polémicas destructivas – más de lo que ya hay… Manifestarse nos enemista con alguien o le da argumentos a otro para ser más violento, tomar una postura es confuso, entonces ¿nos quedamos en silencio?

Terminamos pensando que no sirve de mucho hacer algo.

¿Por qué?

Porque hemos registrado todas las soluciones posibles bajo el rotulo de utopías en el gran libro de la humanidad. Y es fácil dejarlo así. Las soluciones profundas son lógicas – en el fondo de nuestra conciencia tenemos todas las preguntas importantes ya resueltas, pero lo lógico no es sinónimo de fácil. Es fácil rotular, no es fácil sacar la respuesta que nuestro corazón ya conoce y hacerla ver la luz.

LA PAZ, la trabajosa y esmerada paz…

Alguna vez – antes de la guerra con Siria – se lo escuchó decir a un Premio Nobel de la Paz “A veces la guerra está justificada para conseguir la paz”, todavía es el presidente de los EEUU.
Gandhi – que nunca ganó el premio nobel de la PAZ – además de hacer acciones muy concretas y a niveles profundos, dijo “Me opongo a la violencia porque cuando parece causar el bien, éste es solo temporal, el mal que causa es permanente”. También dijo “Lo que se obtiene con violencia solo se puede mantener con violencia” y “La violencia es el miedo a los ideales de los demás”.

Los dichos de Gandhi dejan a Obama (me permito personificar en Obama a quienes complotan a favor de la guerra) como un infante sin argumentos, solo falta que Gandhi aclare:- Niño Obama, señores de la guerra, "Ojo x ojo y el mundo quedará ciego" -

Bajo el ardor de la guerra toda negociación por la paz resultará en algo extorsivo que – como ya dijo Gandhi – se sostendrá con más opresión, con muchas reglas retorcidas, violando derechos y tapando con la sombra de una mano culturas milenarias que sin duda estallarán una y otra vez, solo es cuestión de tiempo.

Pero entonces ¿qué calma una guerra? ¿Qué resuelve cualquier conflicto que ha llegado a la violencia?

La respuesta será caratulada de naif, insulsa y de nuevo “utópica”. Me da incluso pudor buscar sus letras en el teclado: pero esa palabra expresada como hermandad, verdadera igualdad, justicia (no la escrita por los abogados, sino la justicia moral, autónoma y que sale a gritos del corazón) y dentro de ese amor – pude escribirlo – gigante que puede rescatar a la humanidad está también el amor al futuro de nuestros hijos, al respeto y gratitud que le debemos a la vida y a todo lo que permite la vida en este maravilloso planeta que es el resultado inesperado de millones de años de evolución.

No sé qué decisiones o acciones lograrían un buen efecto, pero seguro que el silencio y la indiferencia engordan los ánimos bélicos, la Guerra seguro no trae PAZ, cualquier niño de 4 años puede refutar el mensaje del Premio Nobel de la paz.

No me importan los premios, hace rato que se le dan a quienes lamen botas en uno u otro nivel. Pienso en las presiones, en el ser humano encerrado adentro de cada disfraz y al servicio de su propia ambición, en toda la industria de la guerra taladrándole la mente a este señor que sonríe tanto para que tome decisiones favorables. Pienso en la cantidad de familias que ahora deben estar viviendo un infierno, mudándose vaya a saber a dónde para salvar los sueños de sus hijos, vidas increíbles, amorosas y repletas de ilusiones - como la tuya que ahora estás leyendo esto - esas personas HOY sienten una impotencia incomparable, un inmenso vacío, esos humanos (ubicate en sus pieles un ratito) están viviendo el SIN SENTIDO, el más extremo de los abandonos... Alguno quizás logre pensar ¿qué están haciendo mis pares para que esto se detenga? No por mí, sino por mi hijo que corre esquivando maldad.

Puedo cerrar los ojos y pensar en las presiones de quienes deciden una guerra, también puedo oler su ambición, logro comprender esa rara actitud de ir hasta los extremos para luego conseguir negociar bajo el miedo, sospecho lo que puedan sentir al ver expresado su “poder”… Son humanos y como tales los comprendo, las miserias humanas también son compartidas, podemos sentirlas, por sentirlas tanto es que pensamos que ya no se puede hacer nada para cambiar la decisión de esos personajes.

Pero no es lo único que siento al cerrar los ojos… también puedo apretar los dientes y sentirme en medio de una guerra tratando de proteger a mis hijos, se me corta la respiración de imaginarme bombas, muertes y dolor. Puedo sentir todo eso, transpirar con taquicardia y llorar SABIENDO distinguir - sin ninguna soberbia sino con la humildad de la VIDA – entre lo correcto y lo humanamente incorrecto. No es difícil.

Siempre hay alguien que elige, que decide, que apaña, que es cómplice, que justifica. Solemos pensar que esa persona es OTRA, pero qué sucede si somos un poco todos? Vos… Yo… Pensamos que el silencio es simple, que otros deben ocuparse, que el olvido hará lo suyo, que la guerra queda lejos… pero al elegir pensar todo eso estamos decidiendo por la muerte injusta y el sufrimiento al servicio del poder.

¿Qué sucede si elegimos nosotros? ¿Es tan difícil decidir si deseas la guerra y la injusticia?. La respuesta es conocida. Las decisiones correctas son siempre las más simples de tomar.
Pero ¿por qué agachamos la cabeza y nos quedamos sin elegir una respuesta?
Porque lo simple requiere voluntad, convicción, y aquí es donde la PAZ no tiene nada de naif ni de utópico.

La PAZ requiere de valientes. Los valientes reales. Es cobarde quién ordena a pelear por argumentos inventados, retorcidos y nacionalismos mentirosos a miles de soldados. Es cobarde quién aprieta un botón para soltar un misil hacia los civiles. Es miserablemente cobarde quién observa la muerte pensando en la industria bélica.

Es valiente quién se atreva a decir basta. Pero hacemos todos “un personaje” y seguimos sin elegir. Si leíste hasta acá es porque permitiste llenar tu día de dudas, no tengo respuestas, o más bien la respuesta sigue catalogada como utopía por el 99% de las personas que nos rodean… Seguimos con miedo a ser libres.

Personajes

¡Ortodoxos a montones!
Los ambiguos con desaires,
los modernos mentirosos,
los antiguos no son nadie.

Personajes de la calle,
antifaz y sobrenombre.
Ya no quedan los reales:
personajes con sus roles.

Caminando sendas de otros,
los fantasmas sin sus noches,
van llenando los rincones
de sus quejas y reproches.

¡De alma y vida no les queda
Mas que alguna canción vieja!
Canción de otro, canción presa
de corazones que no sueñan.

¡Qué derroche, personajes!
No sabrán su propio lema,
sin buscarlo, si lo encuentran,
lo esconderán bajo tierra.

Caminantes de otras sendas…
Corazones deshonestos,
mentirosos para adentro,
pobres hombres ¡tan correctos!

Se distinguen por la calle
se saludan, son apuestos.
El idioma en el que hablan
no contempla sentimientos.

Te invito solo a dejar el personaje ortodoxo y llenarnos de dudas… quizás buscando respuestas podamos ELEGIR. Quizás nos atrevamos al Game Over para volver a empezar.
Donde hay MIEDO inculcado por nuestros pares, no hay LIBERTAD.
La transición será un camino difícil, pero estoy segura de que el día que seamos realmente libres, tanto el amor como la justicia y la paz dejarán de ser utopías, porque como seres libres todos deseamos lo mismo… ¿o no?

¿Deseamos amor y paz? Quizás sea hora de sacarnos la careta y soportar la verdad.

Lic Vanesa Vicente
DNI 23829203
 

Periódico del Bien Común

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