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Periódico del Bien Común

Es el fin de un sistema ¿dejaremos que nos sobre pase o nos organizaremos?

Es el fin de un sistema ¿dejaremos que nos sobre pase o nos organizaremos?





Si bien la crisis de hoy, de ayer, del siglo pasado y de la próxima generación existe y es siempre la misma, no está muy claro que nombre tiene: crisis del consumismo, de los valores, energética, o del mismo ser humano. Seguramente sea una combinación de todas ellas pero potenciada por el capitalismo y la tozudez al cambio.

Cada vez que debatimos “la crisis” nos metemos en los mismos rincones, levantamos la voz para ponerle título y alejarla de las responsabilidades cercanas.

Inevitablemente se avecina un gran cambio, si no estamos preparados sucederá igual.

 

 

El gran debate es si encararemos con responsabilidad mundial un nuevo esquema de convivencia, o si dejaremos que la realidad nos enfrente, nos enemiste y autodestruya.

 

Los únicos dueños de un cambio responsable somos los ciudadanos en conjunto. Para ello el primer paso es recuperar el poder de los pueblos que ha sido sometido al interés de los mercados.

Estamos hablando de nuestra sociedad, la especie humana como gran comunidad. Somos seres relacionales, generamos normas para convivir, sobre todo porque necesitamos relacionarnos para vivir, a veces también para sobrevivir.

 

Los movimientos sociales por lo general suceden para evolucionar.
Los sistemas no suelen ser estáticos. Siempre están mutando. Adaptándose dentro de la naturaleza del sistema ya creado y aceptado por la mayoría.

 

Pero los grandes cambios se generan cuando las reglas dejan de ser naturales y pasan a ser impuestas, entonces esa aceptación de las mayorías va dejando de serlo. Esto marca una saturación dentro del sistema que empieza a tener quiebres en su misma estructura interna. A pesar de repetirse ese efecto (saturación = cambio) las sociedades modernas creen haber perdido todo poder de reacción. Han dejado de creer en su propia capacidad de decisión, autogestión y cambio.

 

¿Por qué? ¿Nos hemos vuelto tan cómodos o algo más ha estado sucediendo a nuestras espaldas?

A vuelo de pájaro:

El Capitalismo es un sistema que ha acompañado a la humanidad desde que se le comenzó a dar importancia al intercambio de mercancías, más allá de los nombres que haya adquirido vivimos en un mundo mercantilista desde que se escribe la historia: en las Cruzadas del siglo XI al XIII está claro que la motivación era mercantilista, muchos piratas que surcaban los océanos eran emisarios ocultos de los reyes buscando tierras con nuevos tesoros, pero recién se le llama Capitalismo desde que en Inglaterra se dejó atrás el Feudalismo, por el siglo XVI.

 

Así, en la Edad Moderna nació el “sistema de precios” y la “economía de mercado”. Esto llegó unido a la libertad que iba tomando una nueva clase social, hoy diríamos la clase media de aquella época, aunque es mucho más que una “clase”, era el comienzo de cierta libertad orientada a la posibilidad de tomar decisiones sobre la propia economía primero familiar, luego de un grupo, territorial y nacional. Hoy global. En algún momento debe haber quedado registrado un buen equilibrio, pero el gran problema es que nadie ha regulado “límites” para estas decisiones mercantilistas… parece no tener un objetivo más allá del eterno crecimiento.

 

El Capitalismo le dio lugar a un nuevo personaje en la historia de la humanidad: el empresario, un ser que toma riesgos, invierte con intención de obtener beneficios a futuro, pero sabiendo que puede ganar o perder. Esta fue la primera definición. En un mundo donde solo los grandes Feudales, Terratenientes y nobles de sangre real o bendecidos por estos, generaban y administraban riquezas y ganancias; los EMPRESARIOS revolucionaron el concepto de “éxito” y pasaron a generar excedentes en la economía jamás vistos. Por primera vez un ciudadano común podía emprender un proyecto, progresar sin depender de otros. Esto fue tomado con gran alegría y entusiasmo. Nadie consideraría este logro del ser humano, un daño a la humanidad. Todos tenemos derecho a progresar, sentirnos útiles, a ser emprendedores e independientes. Pero como dijimos antes: debe haber quedado registrado en la historia un momento donde el balance entre la vida y los emprendimientos de mercado convivían de manera saludable.

Junto con ese excedente en la economía que generaban tantos emprendimientos entusiastas y creativos, surgió el mundo de los Bancos y las Finanzas, siempre bajo el rótulo de “empresarios”.

También aparecieron los Estudios de Abogados cuidando a los empresarios. Recomendamos leer esta nota previa que resume el documental llamado “Las corporaciones” para ampliar este punto: http://www.periodicodelbiencomun.com/novedades/el-origen-de-las-corporaciones/



Aquí hay una gran definición histórica, una de las tantas que debemos revisar hoy. El “empresario” nace para correr riesgos, toma decisiones tras su propio afán de éxito monetario (ya que a eso se fue reduciendo el “beneficio” gracias a las finanzas).

Quién no toma riesgos NO ES EMPRESARIO. ¿Qué arriesga? Su capital, recordemos que el sistema de llama "capitalista, no se llama Sistema de Vida, Sueños, o Sistema de Ideales". Se arriesga el “capital” y para arriesgarlo tranquilos es que hemos inventado las “personas jurídicas con responsabilidad limitada”.

 

El Capitalismo a quién no toma riesgos le llama “asalariado o empleado”: una persona que trabaja para el empresario y que es básicamente menos arriesgado, menos competitivo, menos ambicioso o con menos posibilidades de tener un capital para “arriesgar”.

Mientras un segmento de la población era asalariada pero aún así explotada por los empresarios al extremo de necesitar generar gremios y sindicatos para su autoprotección, dentro del Capitalismo el Empresario pasó a ser un eslabón expuesto a un constante estado de “competencia” que parece garantizar el crecimiento indispensable dentro del sistema, donde el consumo es el motor de ese crecimiento… y consumir consumimos todos, pero sobre todo los “asalariados”. La competencia ha pasado por varios escenarios sin desvanecerse nunca: ganar en calidad, ganar en precio, ganar en target, ganar en selectividad, ganar en ser “inalcanzables”. Las corrientes de pensamiento del siglo XVI al siglo XX han tenido como premisa la motivación de la “competencia”. Y esto se llevó a todos los niveles de relaciones humanas. Ganar.

 

Toda esto presupone - entre otras cosas - siempre dentro del Sistema Capitalista:

- Que para ser emprendedor hay que correr riesgos. Y ese riesgo si no es monetario no lo transforma a uno en "empresario".

- Que el esquema indefectiblemente pone a unos encima de otros, escalafones en cuanto a esa capacidad o decisión de correr riesgos: y eso es determinante para estar entre los posibles ganadores o entre los irremediablemente perdedores.

- Que el escenario es "competir" y que el mejor es el que GANA en esta competencia, cuya motivación está basada en el afán de éxito (monetario) del empresario.

- Delegamos en este esquema de competencia la administración y abastecimiento de los bienes y servicios que todos necesitamos como gran comunidad. Con el agregado además de que si este sistema falla, las responsabilidades no recaen estos empresarios, sino sobre Personas Jurídicas con responsabilidad limitada, que se crean y se disuelven con una alarmante facilidad.

- Como las Personas Jurídicas albergan a un montón de asalariados que además de ser consumidores son seres humanos con protección de gremios y sindicatos, resulta que ahora los Estados – es decir toda la comunidad – sale a salvar a las Personas Jurídicas cuando están por quebrar, para no dejar sin trabajo – es decir sin capacidad de consumo – a todos sus empleados.

- Los Estados se han vuelto deliberadamente malos administradores, por lo tanto estos geniales empresarios que saben manejar las reglas del sistema, se hacen cargo de todos los bienes públicos para poder tener más asalariados a su merced, para tener poder de decisión sobre las leyes y para poder tirar o aflojar de las cuerdas de la VIDA según lo requieran los mercados en cuanto a su nivel de competencia, consumo, inversión pero sobre todo: deuda.

 

Competencia como motivación, crecimiento como excusa.

 

Sería largo seguir enumerando el laberinto del Capitalismo, parece que estamos buscando al culpable o al enemigo, pero no: este sistema lo alimentamos entre todos cada día, cada segundo. Entonces detengámonos en una segunda definición histórica que en el siglo XXI se comenzó a cuestionar: ¿es necesaria la competencia como motivación? ¿O existen otras variables que motivan al ser humano a ser mejor, a evolucionar, a aprender, a buscar alternativas?

 

Debemos ser cuidadosos. A veces el cuestionamiento está encerrado dentro de un sistema demasiado “redondo” y la búsqueda de la respuesta se encuentra con la misma consigna de la pregunta:
A la vez que nos cuestionamos la “competencia” debemos cuestionarnos el “crecimiento”. Porque es casi imposible entablar una conversación con un empresario, un vecino o un estudiante de secundaria sin que aparezca la pregunta: “¿Pero se puede sostener el crecimiento sin la competencia? Sin la competencia nadie estaría motivado a crecer.”
Estamos girando sobre lo mismo. Los presupuestos del capitalismo están demasiado instalados en nuestra mente.

 

A ver… ¿Hay que sostener el crecimiento?

 

“Es bueno competir”.
“Hay que competir para sostener el crecimiento”.
Para crecer de manera competitiva hay que además optimizar recursos, bajar costos, correr al mejor competidor y convencer a un montón de consumidores de que lo nuestro es mejor... si no nos creen las campañas publicitarias hacen maravillas.

Cuatro siglos confiando en estas afirmaciones. Falta algo, ¿no? Mientras en un costado del planeta avanzan los titulares sobre Derechos Humanos, Justicia Social y Democracia, en otro costado a oscuras, sin micrófonos ni cámaras de TV el sistema necesita quebrantar todo lo que pregona como conquistas en el lado brillante del planeta. Pocos “consumidores” saben que cuando reclaman por mejores precios en los electrónicos lo que sucede es que hay más trabajo infantil minero en Africa. Pocos comprenden que al iniciarse una guerra se calla a todo un pueblo que estaba tratando de darle poder a su propio Estado para que cuide sus recursos. Muchos hemos olvidado que el Estado somos nosotros mismos, y permitimos que algunas corporaciones nos convenzan de que administrarán mejor nuestros recursos. Casi ninguno de nosotros desea reconocer que el sistema energético sobre el que se basa nuestra vida, consumo y facilidades HOY está realmente culminando y que esta bicicleta del crecimiento es realmente ridícula, beneficia a muy pocos mientras nos aleja cada vez mas de una profunda solución para el futuro.

 

Nada en la naturaleza crece ilimitadamente. Ninguna de nuestras libertades como seres humanos puede ser ilimitada o nos haremos daño mutuamente (en referencia al imperativo categórico de Kant). Los Derechos no son beneficios, son derechos. Las obligaciones no son excusas para cobrar impuestos, son límites necesarios para convivir con responsabilidad. Así, todo en nuestra vida cotidiana está limitado con buena razón, lo aceptamos, es natural. Ahora nunca nos preguntamos por qué la actividad de mercado no está limitada, la propiedad privada tampoco, las riquezas y el poder que pueden tener una persona no están limitadas – es más: es horrendo tan solo mencionarlo, nunca faltará quién nos tilde de comunista sin comprender en absoluto lo que ser “comunista” significa. Cuando hablemos en voz alta de ponerle un límite a las Corporaciones por sobre las Constituciones de los países alguien dirá que estamos coartando la democracia, obviamente sin comprender lo que democracia significa.

 

El cambio al que hacemos referencia requiere de la fuerte decisión de que no es indispensable un crecimiento eterno, sino óptimo, que entonces la competencia no tiene sentido en nuestras vidas, y el empresario, las corporaciones y el mercado entero deben tener tantos límites como tiene un ser humano, ya que esos límites son indispensables para garantizar la sana convivencia. Es ridículo estar limitando a las personas físicas en sus relaciones y no hacer lo mismo con las personas jurídicas: ¿o acaso hay personas físicas que necesitan de una persona jurídica para quebrantar toda la moral, ética y buenos modales que su persona física no puede quebrantar?

 

¿Qué tal si jugamos todos con las mismas reglas escogidas por todos? no hacerlo tiene consecuencias autodestructivas y hay seres humanos que las viven en persona, no las ven por TV.


Es complejo poner en pocas palabras el orden que se que fueron acomodando las fichas de la realidad que vivimos hoy, pero a lo largo de siglos, entre la aparición de estos Empresarios que empezaron a generar sectores de poder, las revoluciones, las guerras, los movimientos sociales que dieron lugar a nuevas expresiones políticas, la democracia en auge – indispensable para que estos movimientos libres se expandieran – los avances de la industria y la tecnología… el uso de los “recursos naturales”, a pesar de todo el camino recorrido, todavía nos tenemos que preguntar muchas cosas, pero seguimos intentado simplificar.

No nos quedemos atados a consignas sin argumentos, hagamos las preguntas correctamente.

1- Ante todo ¿quién administra los temas generales, esos bienes que son de todos los seres humanos pero sobre todo de la Tierra? Son los administradores las Naciones como expresión política representando a ciudadanos de todas las edades, religiones, estado social y económico, sean estos productivos, enfermos o discapacitados… ¿O son administradores los Empresarios que se arriesgan en pos de ganar más y consideran a todas las demás personas “asalariados” a su merced, generadores de costos a la vez que son elementos del consumo y crecimiento?. Concretamente: deben administrar los bienes comunes los Estados que garantizan los derechos, o las Corporaciones con intereses mercantiles?

2- ¿Sirve alimentar un sistema que pretender un crecimiento infinito? ¿Es infinito el Capitalismo? ¿Es sostenible un sistema que necesita crecer indefinidamente para existir? ¿Vale la pena agotar recursos para sostener un sistema monetario que ha dejado de lado el valor de la vida? ¿O es necesario enfrentar el fin de un ciclo, de la especulación financiera y del monetarismo como FIN?

3- ¿Debemos modificar el sistema actual o crear uno nuevo? ¿Es mejor buscar modificaciones dentro del sistema en el que vivimos desde el siglo XVI para evitar cambios bruscos que generen malestar en muchas personas? ¿O es necesario dar de baja a un sistema que seguirá sosteniendo en el poder a aquellas personas preparadas para “arriesgar todo” en pos de ganar más a cualquier costo?.

4- El rol del empresario: A pesar de las 3 preguntas anteriores: debemos hoy reflexionar sobre este rol del “empresario” que estamos asumiendo se trata de una persona que corre riesgos, da trabajo, que invierte, en definitiva: es el que mueve la rueda. Así lo definió Schumpeter al principio de los años 1900. Pero hoy, el empresario ¿corre riesgos? ¿O más bien pone en riesgo la vida misma con tal de no correr riesgos monetarios y ganar con absoluta seguridad en el gran Casino Financiero?

El hombre evolucionó. El Capitalismo también y se ha vuelto en contra del hombre.

Nada es lo que era.

El Neo liberalismo ha llevado al extremo las variables más codiciosas del Capitalismo. Para peor entre todos naturalizamos algunos conceptos horrendos y los defendemos. Los extremos se tocan y un sistema basado en la libertad de las personas llega a ser hoy un sistema que esclaviza de las maneras más perversas no solo a las personas, sino a Naciones enteras, e incluso a los recursos naturales que permiten la vida, sin ningún resquemor en acercarnos al exterminio.


Volvamos a las preguntas:

1- ¿Quién administra los temas generales? Debe ser el Estado siempre: en un ejercicio de plena democracia – por supuesto caótico y mejorable – pero alentando la participación ciudadana. Cuidando la Constitución como expresión de los procesos democráticos previos y dando lugar a que las modificaciones sean posibles cuando son necesarias en pos del bien común. Es el Estado, como resultado del consenso de los pueblos, quién le dirá a los Empresarios cuáles son las reglas del juego. No porque el Estado deba asumir que el empresario es MALO, sino porque el empresario está enfocado en su negocio, y no en la vida de las miles de personas que conforman una nación, en el futuro de la misma y en la salud, infraestructura, educación, etc.

2- ¿Sirve alimentar un sistema que pretender un crecimiento infinito? Nada que deba crecer infinitamente es sostenible. Si deseamos llamar a algo utopía: esta es: desangrarse con el objetivo de llenar un barril sin fondo es algo totalmente estúpido. Todo en la naturaleza nace, obtiene un tamaño óptimo, madura y muere. Nuestra vida está encapsulada dentro de un gran sistema NATURAL, si dentro de ese sistema natural nosotros intentamos forzar un sistema artificial que va en contra de las reglas del gran sistema que lo contiene, ese sistema artificial está destinado al fracaso. Por lo tanto la utopía es intentar defenderlo. Es decir que el Capitalismo no puede pretender ser eterno si lo que alienta es un crecimiento infinito. Al menos debería replantearse algunas variables para no llevarse a las patadas con la VIDA porque el día que elimine la vida, el sistema mismo dejará de existir aunque haya crecido sin parar hasta ese último momento. Es como decir que un parásito vivirá para siempre dentro de un cuerpo que va consumiendo: el día que termine de consumir ese cuerpo, el parásito morirá. Bueno, con suerte podrá pasar a otro cuerpo, pero en este caso aún no hemos encontrado otro Planeta a mano con las mismas condiciones de vida que el nuestro.

3- ¿Debemos modificar el sistema actual o crear uno nuevo? Inventar algo nuevo e implementarlo es improbable a menos que dejemos la Democracia atrás. Quizás debamos analizar – por favor sin condimentos partidarios – si rescatando el verdadero nacimiento del concepto capitalista se podrían incluir variables que liberen al empresario de ese rol demoníaco que hoy le toca ocupar (está comprobado que a un empresario ético hoy le cuesta sobrevivir) y lo podamos transformar en una persona digna que emprende un proyecto por el proyecto mismo, y no por solo la codicia monetaria o financiera. El Estado lo acompañaría para que de trabajo y cumpla con sus funciones sin pensar todo el tiempo que es un ciudadano usurero. El empresario puede dar trabajo de manera digna por el valor mismo del trabajo en conjunto que es indispensable para el “proyecto” y no para esclavizar personas que le sirvan a su afán de lucro infinito – abalado por todo un sistema financiero contrario a la vida. El empresario puede cuidar en su labor al contexto que le permite existir: es decir a la comunidad que lo rodea, a las familias relacionadas con su proyecto, a los proveedores y a los consumidores. En realidad, de generar las condiciones adecuadas para que la empresa VIVA, nos sorprenderíamos de cuantos Empresario hoy ya prefieren todo esto, pero el sistema mismo no se los permite. Aceptando que estamos en una vida en movimiento, caótica por naturaleza, si dejamos que los sistemas que nosotros mismos creamos se vayan adaptando a las nuevas dimensiones de conciencia que adquirimos como comunidad, sin culparnos por el pasado, quizás… quizás podamos pacíficamente transformar las reglas y vivir en moldes más flexibles y mas humanos. Pero para ello es indispensable permitirnos pensar que el DINERO no lo es todo, que el éxito es algo diferente a lo que creemos hoy, que el PODER ejercido por determinados sectores debe democratizarse y que los VALORES de la vida, la libertad, la igualdad, la dignidad están por encima de todo. De todo: incluso de los tratados transnacionales y los poderosos Lobbies Jurídicos que los protegen. Quienes se creen poderosos porque administran la escasez no hacen más que tapar las abundancias que todos poseemos por naturaleza. Cuando abramos los ojos a la abundancia que nos rodea, quienes administran la escasez simplemente irán dejando de tener poder. Bueno… no es tan simple, pero tampoco es una utopía.

4- El rol del empresario no cambiará por sí solo, porque alimentamos ese rol un poco entre todos. Cuando nos falta trabajo nos enojamos con el empresario de nuestra ciudad que no nos dio un lugar argumentando que el mercado está parado. Cuando no llegan los productos a la góndola nos enojamos con el supermercado o el transporte. Cuando no se arreglan los conflictos gremiales le echamos la culpa a un Estado (aunque ya sabemos que está supeditado a los poderes económicos). Y cuando el Estado nos pide impuestos para mejorar las rutas salimos a manifestar para que se privaticen las rutas así de una vez por todas se hacen – sin nuestros impuestos – y mejora el transporte, ahí nos llega el producto al supermercado y el empresario nos da trabajo porque arrancó la rueda del consumo. Pero como ese empresario desea maximizar sus ganancias, seguramente mañana te pida la renuncia porque encontró una maquina que hace el trabajo mejor y por menos. El escorpión nos va a picar todas las veces que intentemos agárralo aunque nuestra intención sea salvarlo de ahogarse. Este sistema cuida a sus partes y no permite que ninguna se salga de su rol, vamos a tener que dialogar mucho para generar cambios sin odiarnos, sin violentarnos, sin autodestruirnos.

 

Pero es necesario hacerlo. ¿O le dejaremos el tremendo trabajo a nuestros hijos con una realidad más agravada aún?

 

 

De a momentos esto parece no tener solución. Es que la solución no está escrita en el estatuto de la Personería Jurídica del empresario, ni en las Actas de los Gremios, ni en la Constitución, la solución está en los seres humanos que construimos la realidad – la realidad de verdad – cada día. Porque esos seres humanos somos los que ocupamos el rol del empresario, del asalariado, del autónomo, de amas de casa, de presidentes, dueños de bancos, activistas ecológicos, médicos, maestros, investigadores… creadores.

El dueño del cambio sos vos. Somos todos. Y no por ser especiales, sino por estar presentes HOY en la realidad que nos toca vivir.


Si permitimos que este mismo sistema nos aleje, nos sentiremos solos e incapaces, también debemos luchar contra esta invitación a la soledad que hace el Capitalismo cada día. Generemos reuniones. Generemos grupos. No te sientas solo: en realidad la vida es la suma de todos nosotros.

Somos 7.000 millones de nosotros.

¿Qué queremos?

Es una gran pregunta. Necesitamos encontrarnos para responderla.

 

Lic. Vanesa Vicente
Fundación del Bien Común Patagonia
Bariloche, Argentina

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