El vicio de la Competencia

El vicio de la Competencia

 

Por Prof. Edgardo Romano.

De repente tomamos conciencia de que no nos generan satisfacción las relaciones que tenemos, nos cuesta encontrarnos y mucho más hacer proyectos en conjunto, solemos tener diálogos superficiales que no expresan lo que realmente sentimos o lo que nos está pasando. Algo ahí en lo profundo nos incomoda o es casi intolerable pero no podemos expresarlo.

Este conjunto de experiencias sugiere como mínimo una crisis con nosotros mismos y con los demás, algo que no podemos definir no fluye como corresponde, algún camino errado hace que no nos encontremos.

¡Qué idea tan poderosa puede torcer así las cosas?
¡Qué error fatal puede dejarnos sin respuestas generación tras generación?
Acaso los intereses, las mezquindades?

No es una pregunta fácil, sin embargo podemos arriesgar una respuesta, un indicio o una pista:

“La competencia”

Casi como si fuera natural, como si estuviésemos predestinados a eliminarnos los unos a los otros o a realizar una “selección natural” iniciamos desde muy pequeños una carrera, mil carreras. Somos alentados a competir, generamos el orgullo de los nuestros con cada conquista y somos demandados más que escuchados. Cuanto cansancio…

Es difícil encontrar aspectos de la vida humana que no hayan sido devorados por esta necesidad de ganar, aún siendo generosos estamos tratando de ser más generosos que otros o que la media general. Por ejemplo en el colegio algunos sobresalen porque tienen las mejores notas, pero otros se jactan de ser más inteligentes y otros de ser más “vivos”, aún los “perdedores” están signados por el mismo estigma. Y podríamos seguir mencionando decenas de ejemplos, justificados, legales, inducidos, deseados, enormemente deseados.

Estamos atravesados por la competencia, a un lado los ganadores y al otro los perdedores. ¿En cuál te pondrías?

No sólo cargamos con el pesado mandato de triunfar por sobre otros, sino que además está descontado que en esa batalla, en la más profunda batalla por el triunfo nadie nos va a ayudar, porque claro, los demás están intentando también ganar. Como mucho existen alianzas temporales que amenazan irremediablemente con transformarse en “traición”.

Aún en el caso de las personas más cercanas, más queridas, las que se supone que van a estar de nuestro lado, ¿soportarían que triunfemos más que ellos? O ¿serán también rivales algún día?

Pero ahora se impone otra pregunta: ¿Ganar qué? O ¿Ganarle a quién?
Dios mío esto sí que es difícil de responder.

¿Será que estar más arriba en la pirámide nos aleja de la muerte?
¿Será que esta fatiga constante nos entretiene y distrae del dolor?
O el poder, sentir el poder de ser superiores, que placer…
Triunfar para compartirlo luego con… con los perdedores?

Qué enorme barrera hemos levantado! Es indudable que con estas reglas de juego es imposible relacionarse sinceramente, no hay lugar para la debilidad ni para el consuelo.

Mientras no podamos desarrollar un concepto superador de esta brutal competencia no vamos a poder sentir que hay alguien caminando al lado, acompañándonos. Estaremos siempre solos.

Superarnos, mejorar, crecer eso es maravilloso y mucho más fácil si podemos nutrirnos los unos de los otros, pero ganar, vencer, derrotar? ¿En qué momento esto se nos volvió natural?

¿Cuando dejamos de cuestionarlo?

Como podemos iniciar un cambio en algo tan profundo, en un mandato tan arraigado?

Cuándo nos daremos cuenta que mantener este estado de Competencia no hace más que alejarnos de nuestra necesidad natural más profunda: estar juntos, en comunidad. La competencia nos deja solos y la soledad es – probadamente – el mayor temor de cualquier ser humano.

A veces para rescatar este sin sentido de la “competencia” muchas veces deseo parame frente a alguien y simplemente decirle:- Ganaste… ahora ¿podemos ser amigos?

Por Prof. Edgardo Romano
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