El desacato Argentino: una telenovela más sobre Cenicienta

El desacato Argentino: una telenovela más sobre Cenicienta

En los cuentos ancestrales vemos cómo cientos de personajes luego de pasar por la humillación, el abandono o el abuso al fin se revelan, toman una actitud digna y entran en “desacato” para luego recibir la luz de una estrella, la varita mágica de un hada o el amor buscado. Por lo general esas actitudes no involucran matar a la bruja, al carcelero o al abusador sino simplemente decirle “basta”. Pero en la ira de recibir esa limitación muchas veces la bruja se quema a sí misma, el carcelero es quien queda encerrado o el abusador cae por un acantilado. Los viejos cuentos suelen ser crueles pero la realidad siempre los supera.

 

NOTA EDITORIAL del Periódico del Bien Común www.fundaciondelbiencomun.com

 

 

Todo cuento tiene un principio y he aquí que al principio de este cuento ni siquiera la Argentina estaba muy involucrada, era un país lejano y poco conocido, salvaje y poco habitado. Pero en los países ricos y dominantes del siglo pasado unos cuantos especuladores encontraron en el mundo de las finanzas una nueva manera de dominación. Se hicieron llamar Señores y hoy por aquí se los conoce como Fondos Buitre.

 

Sin necesidad de hacer largas travesías con argumentos extraños, ni de invadir territorios, sin siquiera ir a la guerra, las finanzas comenzaron a ser una herramienta extorsiva para lograr fines ocultos y con rédito de doble partida: no solo se logra la dominación sino que el territorio dominado paga por esa situación.

 

Endeudar adrede a países enteros es hoy legal, y cuánto más tarde ese país en pagar, mejor: así el acreedor podrá dar mano a sus recursos naturales, usar indignamente a su población como mano de obra barata habiendo planeado antes el desempleo para que un pueblo ahogado por la deuda y sin recursos propios incluso agradezca que se le de trabajo casi esclavo.

 

Así… confundida, abandonada y hambrienta las poblaciones “cenicienta” se encuentran festejando el hecho de que empresas extranjeras lleguen al territorio endeudado y pongan gigantescas cadenas de cosas inservibles pisoteando a millones de familias que tenían emprendimientos pequeños que los ayudaban a sobrevivir. Pisotean también la cultura y la dignidad. Es historia conocida así que no daremos más detalles, roza el morbo y ese no es el objetivo de esta nota.

 

 

Hagámonos algunas preguntas.

 

 

 

¿Por qué un país entraría en la trampa tan evidente de la deuda?

 

Esto sucede básicamente gracias a que el mundo de las finanzas no tiene banderas, ni fronteras, ni ideologías. El secreto radica en que sus participantes y cómplices están en todas partes. Son personas – ciudadanos de todas las nacionalidades – capaces de vender la dignidad propia a cambio de una sensación de poder, o de una casa en el mejor barrio, o para pertenecer a ciertas elites, o ir de vacaciones en cruceros aunque casi siempre se anexa una cuenta bancaria en algún paraíso fiscal y una pila de promesas en caso de conseguir más víctimas.

Esas personas no descansan en su ambición, están en todas partes (en tu trabajo, cómo vecinos, en los partidos políticos, hasta en las religiones), a veces las reconocemos y las justificamos y hasta deseamos ser como ellos porque logran ocupar cargos de influencia, los vemos gozar de ciertos privilegios, pero también festejan con sus amigos el haber engañado a alguien en su juventud y luego son dueños de un banco, de los medios de comunicación influyentes, son quienes privatizan los servicios públicos quitándoles justamente la virtud de ser “públicos”, de vez en cuando son Presidentes de un país o asesores de funcionarios de alto cargo, aunque por lo general no son ellos los que se someten a elecciones más bien son los que andan a escondidas diciendo a QUIEN hay que votar para que las cosas mejoren, también suelen estar ente quienes manejan la droga, la corrupción y hasta a los Jueces – no a todos – pero como los jueces son humanos debemos considerar que también hay Jueces entre este tipo de ciudadanos.

 

No es que hay un “ellos y un nosotros”, a veces debemos reconocer que somos todos UNO: basta con ir modificando la educación en un país y seleccionar las noticias que toman los titulares para que gran parte de la población – sin ser ambiciosos, ni desear el premio de una cuenta en las Bahamas – tome postura y defienda a quienes nos vienen a ayudar cada vez que nos caemos de la cama.

 

Pero estábamos contando un cuento y en este cuento aparece Argentina justamente cuando comienza a ser un país “rico”. Qué paradoja. Nos endeudamos siendo el granero del mundo.

 

El país se endeudó básicamente durante períodos no democráticos.

Durante dictaduras militares y durante gobiernos engañosos.

Argentina pidió dinero cuando no lo necesitaba.

Podemos discutir eternamente sobre eso pero Argentina nunca fue pobre, en todo acaso habremos sufrido de mal intencionadas administraciones.

 

 

Es difícil analizar las causas pero es muy fácil convencer a toda una población de que hay necesidad de pedir prestado: si se cortan los suministros – lo cual es también muy redituable porque el dinero se orienta a otros intereses – se deja de invertir en educación, jubilados, salud y carreteras, el país simplemente se viene a pique. Hasta puede suceder la loca cosa de que los bancos impidan a la gente retirar su propio dinero o aumenten las tasas de los créditos en respuesta al temor colectivo, puede pasar que los supermercados suban los precios también por temor y los empresarios comiencen a achicar sus estructuras despidiendo empleados. El pueblo mareado y sufriente echa la culpa a sus representantes públicos por las decisiones privadas y… listo el pollo, pelada la gallina, caos socio-político y en medio de tanto pánico se cambian figuritas, se entra en un proceso de elecciones con toda la distracción que ello implica mientras – nunca se sabe bien cuándo ni bajo qué condiciones – se firma otro préstamo a pesar de que ya vimos una y otra vez que el dinero no soluciona los problemas importantes.

 

 

La solución inmediata de un préstamo resuelve tensiones y eso tiene mucho que ver con el individualismo que alienta el sistema actual, quién diría que NO a una solución rápida… sobre todo si nos importa mas nuestra suerte que la del conjunto, sobre todo si nunca nos preguntamos quién es responsable de las “causas” de la crisis.

 

Nos cansamos de ser inocentes y de leer titulares manipuladores: lo vemos a diario, a veces basta con generar un problemita con el gremio de la recolección de residuos para que una ciudad entre en crisis y se decida correr a un intendente.

 

Es muy simple saber qué tolera y qué no tolera una población. Y es más fácil aun deducir a quién le caerá la culpa. No es que seamos estúpidos, es que somos humanos y no hay peor ciego que el que no quiere ver: hay comportamientos que son totalmente lógicos, tan deducibles como un dominó en caída, incluso quienes saben que “así será” no lo pueden evitar.

 

 

El orden social que tenemos – en todo el mundo, no solo en Argentina – pende de un control que sabemos es tremendamente frágil. Basta una gripe fuerte y contagiosa, una inundación inesperada, un recorte salarial de un sector, un gremio que corte las rutas o un delincuente que entra a la casa de un famoso para quebrar el orden.

 

Y aún todo puede ser agravado por la psicosis de los “rumores”, lo cual es bastante simple de generar cuando el único Medio de Comunicación que alcanza a toda esa población responde a intereses extranjeros pero sobre todo “financieros”.

 

 

De nuevo: no se trata de ellos o nosotros, todos entramos en el juego perverso y una vez iniciada la partida es prácticamente imposible detenerla. PERO… de vez en cuando uno de los protagonistas se da vuelta y le dice al malo de la película que se cansó de su burla, rompe las reglas y como eso era algo inesperado, el tablero se desordena y el juego deja de tener la importancia que tenía antes.

 

¿Por qué ahora Argentina está en el ojo de la tormenta con el tema de los holdouts?

 

 

Porque empezamos a desendeudarnos. Pateamos el tablero. Dijimos basta.

 

Llevado a un cuento, sería el momento en que la Cenicienta se termina de hacer el vestido nuevo y se dirige a la puerta – por decisión propia – para ir a la fiesta. Las hermanastras, en su rol de brujas y carceleras dominadas a su vez por la Madrastra ¿qué hacen frente a semejante atrevimiento? Le rompen el vestido.

 

 

¿Es ingenuo pensar así? pero claro hombre… quién se atrevería a ser así de obvio. No olvidemos que estamos contando un cuento. En la vida real la Ley permite maneras más elegantes de hacer jirones un vestido o tomar represalias, pero además el protagonista “malo” nunca es tan feo como la Madrastra y además sale en las tapas de las revistas financiando proyectos solidarios o dándose la mano con el protagonista “malo” de la película del año pasado.

 

Volvamos…

 

Hay un momento en los cuentos en que de repente la doncella toma una actitud digna sin necesidad de matar a la bruja, y la bruja se da cuenta que está perdiendo el control porque su prisionera ya no le tiene miedo. Y lo que es peor: entiende que la doncella está dispuesta a correr el riesgo de enfrentar sus represalias. La Madrasta y sus hijas temen de repente perder a la sirvienta y todos los servicios que dócilmente les daba, pero también temen a los testigos: estos serían sus otros sirvientes que quizás pretendan seguir la misma senda y sus vecinos de elite que arrugarán la nariz en desaprobación.

 

Asi, el temor ha cambiado de dueño. Y eso es intolerable: en un cuento esto basta para que el protagonista “malo” comience a tener actos irracionales que lo llevan a veces a su propia muerte.

 

 

 

La Argentina aceptó todos los errores cometidos antes por ellos y por nosotros, por los unos y los otros – quizás los errores más graves tengan la firma de los traidores pero eran argentinos así que la Argentina se hizo cargo de ellos – y comenzó a pagar. Asi lo dicta la Ley, debemos pagar. Esa es la punta del ovillo, porque ponerse a gritar que nos den libertad sin pagar es no comprender las reglas del juego impuestas. A veces quienes nos obligan a jugar – habiendo ellos redactado las reglas – después pretenden que nos portemos eternamente como un niño inocente o caprichoso, y sigamos pensando que era SOLO un juego mas.

 

No es fácil negociar con quién te quiere seguir manteniendo prisionero. Se cometen errores y la desigualdad es grande. Hay lugar a las críticas y muchas veces con acierto. Pero a veces la historia hay que mirarla de lejos, sobre todo hay que saber quién la escribió.

 

Quién invade corre con la ventaja de jugar siempre en tierra ajena, por lo tanto las consecuencias le importan poco y nada, pero quién se defiende debe dar cada paso consciente del daño que le puede generar a lo propio. Requiere de mucho coraje y sacrificio entrar en el juego de la libertad.

 

 

A veces es mucho más fácil seguir siendo prisionero.

 

 

 

¿Y si quiero datos, si quiero saber más, si quiero entender porqué y de qué lado estar?

 

 

El guionista de este cuento te diría que ese es un objetivo fuera de tu alcance.

Si queremos entender desde el lugar simple y rudimentario que ocupamos como ciudadanos y meros espectadores – porque así lo propone este juego entre titanes – lo único que nos queda es movernos por intuición y en conjunto. Mirar a los ojos y comenzar a ejercitar el criterio propio. Pero la experiencia ayuda mucho. No es la primera vez que estamos en esta situación.

 

 

No vamos a caer en la ingenuidad de interpretar todas las intenciones, ni pensar que no hubo errores, tampoco transformaremos a nadie en héroe. Pero analicemos lo concreto… hoy, lo posible hoy. Aclaramos esto porque resulta extraño que cada vez que un ciudadano común y corriente hace preguntas simples hoy, las respuestas son increíbles informes históricos con miles de menciones que no recordamos a qué se refieren, así que luego de dos minutos decidimos que no estamos a la altura de comprender nada.

 

Esa era la idea del “guionista”.

 

Pero ¿qué estamos haciendo mal? ¿es ilegal desendeudarnos? ¿por qué el “desacato”?

 

 

Bueno, es lo que toda persona, empresa o País con deuda debe hacer: pagar sus deudas. Tenemos como ciudadanos derechos y obligaciones.

 

 

Pero ¿qué sucede si el acreedor no desea que la deuda se pague? ¿Puede legalmente impedir que el deudor pague?

 

 

La Ley no estipula que se pueda privar a una persona de saldar sus deudas, más bien indica que existe la obligación de saldarla. Es bastante irracional estar negociando un permiso para pagar y que en ese intento te declaren en desacato. No vengan con argumentos retorcidas que sabemos son trampas legales para seguirle robando a la Argentina.

 

Es bastante simple: el acreedor no desea que le paguemos para seguir teniendo una soga de la cual tirar a favor de sus intereses especulativos. ¿Quién se atreve a negar esto? ¿Es todavía posible que haya personas que crean que los personajes siniestros de los cuentos quedan atrapados dentro de las páginas y no existen en la vida real? Quienes no desean ver esto y reniegan del comportamiento soberano de Argentina quizás se olvidan que argentinos somos todos y que la idea no es coronar a alguien como héroe sino liberar el futuro de nuestros hijos. Para eso es necesario aceptar que hay personas intentando manipular las riquezas de nuestro país: adentro y afuera porque tienen otros intereses, intereses que no dicen en voz alta.

 

 

Qué cosa más extraña para el mundo jurídico: un deudor que desea pagar no tiene muchos obstáculos legales para hacerlo. Por supuesto hay condiciones pero ellas ya fueron vistas y firmadas cuando se asumió la deuda. No está previsto en las leyes – ni siquiera internacionales – que alguien que quiere pagar no DEBE hacerlo. Así que el acreedor tiene que recurrir a actos ridículos para intentar evitarlo. Corre el riesgo de que se le caiga la careta.

 

 

¿Qué es lo que se empieza a notar al caerse la careta?

 

 

Que al acreedor la deuda le importa un bledo y lo que desea es tener ese poder extorsivo sobre un país, sobre sus gobernantes y sobre su pueblo.

 

Más o menos como en Cenicienta: la Madraza y sus hermanastras se retuercen de ver a su sirvienta feliz y disfrutando de su belleza y dones, intentaron apoderarse de esos talentos poniendo a su servicio al ser, pero el ser es libre mas allá de la prisión y es digno mas allá de las intenciones de su opresor.

 

Mandela dijo que “al caminar fuera de mi celda entendí que si no dejaba atrás odios y resentimientos seguiría siendo un prisionero”. Quién tiene anhelos sinceros de libertad puede caminar fuera de su celda, quién tiene siempre intensiones de someter a los demás lleva la celda consigo.

 

 

No es tan complicado entender lo retorcido del comportamiento humano en un cuento, pero cuando vemos que lo mismo sucede en la realidad nos resistimos.

 

 

Los cuentos antiguos y crueles nos hacen recordar que en la vida la luz es seguida por la oscuridad y luego regresa la luz, la bondad resalta sobre las mezquindades pero ambas coexisten, y a la vida siempre le sigue la muerte. Intentar vivir en un constante estado de bondad y felicidad es tan falso como convencernos de que las malas intenciones, las personas ambiciosas o cegadas por sus carencias no existen ni nos tocarán jamás. En el mundo estamos todos juntos, con nuestra historia a cuestas.

 

Son seres humanos quienes esclavizaron naciones y quienes las liberaron. Son humanos quienes redactaron las Constituciones y luego dieron lugar a Gobiernos de facto. Son seres humanos quienes pusieron las leyes internacionales a favor de los intereses capitalistas en lugar de ponerlos a favor del bienestar de los pueblos… Pero también son seres humanos quienes mueren por los Derechos Humanos, quienes componen música, quienes resuelven enigmas científicos a favor de la salud y quienes entran en desacato cada tanto para cambiar las reglas de este mundo no siempre tan bien puestas por otros.

 

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P.D del editor:

Quienes consideren que esta nota no tiene base científica o no encuentran al pie las “fuentes” que le permitan al lector corroborar la certeza de lo dicho están en total acierto. Por eso se trata de una “Columna de opinión” y no de una noticia. Cuando estamos confundidos o demasiado inmersos en la realidad a veces es buen ejercicio llevar lo complejo y gigante al mundo de lo cotidiano o a los cuentos de las abuelas: algo adentro nuestro nos vuelve a decir que la Cenicienta estaba siendo presa de un abuso tremendo, quién no se preguntó alguna vez por qué simplemente no salía corriendo de esa casa donde todos la maltrataban… Bueno, cuando al final eso sucede en la vida real muchos se quejan de que ahora no hay quién le lustre los zapatos o critican el vestido que Cenicienta usó en la fiesta.

No deja de ser un cuento, pero saben qué? Los cuentos los inventan las abuelas luego de muchos años de experiencias, quizá quisieron decirnos algo.

(por Vanesa Vicente)

Periódico del Bien Común

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