Ciudadanía: una crisis de pertenencia y participación que la EBC puede resolver

Ciudadanía: una crisis de pertenencia y participación que la EBC puede resolver

Lo que ha despertado la EBC -Economía del Bien Común- me llevó rápidamente a estudiar el aspecto ciudadano de nuestra convivencia, por creerlo el núcleo de todo cambio. Comprendo -creo que por primera vez en mi vida- que un “Municipio” somos todos los ciudadanos de una localidad y no solo el equipo de gobierno de turno… esto cambia radicalmente la postura frente a la eterna pregunta de "y yo qué puedo hacer para cambiar algo".

 

Introducción:

 

El ser humano es relacional – es decir que se reconoce a sí mismo a través del trato con los demás – y por esta cualidad inherente a la especie es que la historia puede dar cuenta de la creciente tendencia a vivir en comunidad. Claro que vivir juntos conlleva el desafío de organizarnos, esa organización se da sobre ciertas bases y no sobre otras, cosa que ha ido mutando a lo largo de la historia – no me detendré ahora en el análisis pero deseo que el lector recuerde que esas bases sobre las que centramos la convivencia van evolucionando junto con el Ser Humano – Mientras tanto, lentamente fue forjándose el término de ciudadanía.

 

El concepto de ciudadanía como cuestión legal es relativamente nuevo en la humanidad. Primero surgió como criterio social, logrando carácter de concepto quizás recién con Sócrates, Platón, Aristóteles.
 

La ciudadanía nace junto con la convicción humana de generar un acuerdo social que nos permita vincularnos cada día con mejores condiciones de bienestar. Es decir que el concepto ayuda a regular la convivencia, ha ido evolucionando junto con los pueblos, con las pujas de poder, con la creciente democracia, con los derechos… logró ser un término legal, y hoy somos todos ciudadanos.

 

Sin embargo el mal mayor hoy en día es la “exclusión”

 

Hay una separación muy notoria entre el ciudadano civil y el ciudadano político (me permito usar este término para funcionarios de gobierno o personas claramente funcionales a una idea partidaria)
 

En muchas comunidades, regiones o incluso naciones, la mayoría de las personas entienden diferente el concepto de “ciudadano a secas” del vecino que es llamado “político”. Uno se excluye del otro.

Somos todos ciudadanos pero el día a día hace que hoy ser “político” esté mal visto por muchos y que la persona que nunca se expresó políticamente se crea impoluta. Sin duda unos tienen más poder que otros, desde el momento que el ciudadano está excluido del diálogo político, es eso: un excluido. Pero también funcionario o político parece excluido del sentir de ciudadanía común.
 

¿Acaso nos sentimos todos excluidos?

 

La Dra. Cristina Calvo [1], Directora del PIDESONE de la UBA (Argentina) argumenta que si bien existen la pobreza y la marginalidad, el “ser excluido” es el problema más grave de nuestra actual sociedad porque no hay nada peor que no tener un lugar dentro de la dinámica social. La exclusión no es un problema monetario ni de niveles de calidad de vida, es NO SER dentro del espacio en el que “estamos”. Este sentir causa un malestar de dimensiones descomunales, transversal a todas las cuestiones relacionadas con la convivencia.

 

Si bien me pregunto si estamos todos excluidos, la balanza no está equiparada; hay una posición de poder declarada: al considerarnos ciudadanos comunes excluidos ofrecemos la oportunidad de que – con suerte – la política actual nos incluya discriminando, auto congratulándose de ofrecer ese gran beneficio a la ciudadanía.
Estamos permitiendo que la política que primero excluye al ciudadano sea luego la que tiene el absoluto poder de darle un pequeño lugar en alguna que otra participación, o subsidio o beneficio solidario. O invitándolo a una asamblea determinada, sobre un tema elegido por el poder político para discutir con el pueblo, en el mejor de los casos.

¿Por qué sucede eso? Cuándo dejamos de lado la autonomía, la libertad de acción, el diálogo democrático y nuestro poder de decisión sobre las cuestiones más cotidianas y comunitarias? O ¿acaso nunca tuvimos ese poder y recién ahora estamos siendo conscientes de que podemos ejercerlo?

Pertenencia:

Sin duda en nuestro hogar nos sentimos con pleno derecho a tomar decisiones. Pertenecemos a él, allí está nuestra familia y todo lo que consideramos nuestro concreta y emocionalmente. Pero por lo visto una gran porción de la ciudadanía no puede llevar este mismo sentido de pertenencia a su comunidad. Esto es claramente un retroceso que adjudico a la sociedad capitalista en la que vivimos hoy. Considero que antaño los pueblos sí sentían una pertenencia mayor a la actual, un arraigo más profundo a su tierra y por lo tanto un compromiso más notorio o expreso.

¿Sufrimos - colectivamente - de una carencia de pertenencia? Si ninguno de nosotros se siente parte del espacio donde habita, no toma decisiones ni tiene posibilidad de ser oído, quizás la ciudadanía tiene que ser repensada. O debemos entre todos activar mecanismos que rescaten ese sentir tan necesario para la formación de nuestra identidad, no solo personal sino también comunitaria.

Participación:

Después de muchos años – quizás unos 20 o 25 años de observar y accionar junto a mi comunidad – puedo concluir que hay un problema en retrocedo dado por la pérdida de pertenencia y una oportunidad de evolución en relación a la “participación democrática”. Pero la segunda no se da sin la primera.

Allí es donde nace mi esperanza con la Economía del Bien Común, una propuesta humana que promueve los cambios democráticos, de abajo hacia arriba, donde los criterios que la guían como Modelo se basan en valores que la mayoría de los seres humanos deseamos revalidar y luego… el resto de las decisiones se toman justamente gracias a la participación del ciudadano PRESENTE.
Para que esto suceda se necesita un marco de democracia y estabilidad que sin duda depende de todos los actores involucrados: el ciudadano y el gobierno.
- Del ciudadano activo, presente, alerta, con cierto grado de rebeldía y autonomía, pero también con respeto por la comunidad, la convivencia y las instituciones logradas a favor de la democracia. Acá incluyo también al sector de instituciones no gubernamentales que se gestan desde la ciudadanía participativa y comprometida.
- Del espectro gubernamental, del poder político, con sus herramientas de gestión, generación de leyes, fiscalización, con su indiscutida capacidad de influir en la decisión al momento de hacer cumplir lo logrado a favor también de la democracia.

El modelo de la Economía del Bien Común revalida al ciudadano.

Desde todos sus criterios y propuestas, la EBC le brinda al fin al ciudadano el lugar que las leyes le marcaron hace tiempo pero que aún no se logra ocupar sin generar revoluciones o al menos grandes revuelos. Nos vienen faltando mecanismos de consenso, pero sobre todo mecanismos de diálogo previo al consenso. La EBC propone llegar a las grandes PREGUNTAS a través de este diálogo de los comunes, para una vez reunidas las voces, bucear juntos por las respuestas. Las respuestas a veces son más importantes que las preguntas, pero sin duda no vendrá ninguna respuesta si no nos hacemos las preguntas necesarias: y esa es una decisión ciudadana, porque jamás las elite de poder nos harán LAS preguntas que pueden llegar a cambiar el sistema o poner en jaque las reglas del juego.

Entonces: Qué es Ser Ciudadano

El concepto de ciudadano es una construcción cultural en estrecha relación con la aceptación de la ley o los límites que vamos comprendiendo como “necesarios” para convivir mejor. La ciudadanía busca el bienestar de las personas en sociedad. Regula la convivencia a favor del BIEN COMÚN.

Al estar en relación con la cultura y la evolución humana, es un concepto tan profundo y amplio como el Ser Humano mismo, pero su dimensión ético-política es quizás la más compleja de definir. Y allí está nuevamente la EBC, aunque como modelo debe tener ciertos cuidados: la ética no surge de una simple evolución o desarrollo de la persona, ni la ciudadanía (como expresión política) surge naturalmente de la justicia o las leyes. Son necesarios los procesos naturales, sociales, la generación de masa crítica y el respeto a la autonomía de los pueblos.

Debemos trabajarlo juntos, globalmente y la vez, cada uno en su territorio.

En este punto es donde del MUNICIPIO cobra importancia.

Al descubrir con claridad que el Municipio somos todos los ciudadanos de un determinado espacio geográfico, la Economía del Bien Común nos invita a todos a dejar de sentirnos excluidos, a tomar conciencia de que el Bien Común para ser tal debe ser la expresión de todos. Podemos trabajar juntos por el objetivo que el vecino común tiene y que el funcionario político debe perseguir: el Bien Común.

Nada de lo que buscamos comienza sin acción, voluntad y compromiso:
- Quienes tienen responsabilidad de gobierno deben fomentar la participación.
- Quienes tienen consciencia ciudadana deben ejercer la participación para que otros despierten.

Lic. Vanesa Vicente

Referencias:

[1] Dra. Cristina Calvo http://www.periodicodelbiencomun.com/actividades/encuentro-de-economias-colaborativas-dra-cristina-calvo-pidesone-bariloche/

[2] Modelo de la Economía del Bien Común http://www.periodicodelbiencomun.com/bien-comun/economia-del-bien-comun-camino-una-sociedad-mas-igualitaria-y-si-fuera-cierto/

[3] "El malestar de la ciudadanía" Cullen y otros autores, nota resumen en http://www.periodicodelbiencomun.com/bien-comun/por-que-nos-resistimos-ser-ciudadanos/
 

Periódico del Bien Común

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