A 3 años de la explosión del Volcán Puyehue

A 3 años de la explosión del Volcán Puyehue

En este fragmento del libro “La Reconstrucción hacia el camino que no existe”, en un recorrido de lo personal a lo comunitario, su autora relata la experiencia de la llegada de la ceniza del volcán Puyehue sobre San Carlos de Bariloche el pasado 4 de Junio 2011. Dos semanas después se organizó una movida comunitaria llamada “Bariloche MI casa” donde unos 10.000 vecinos se autoconvocaron a las calles para LIMPIAR la ciudad, el resultado fueron 100 cuadras asfaltadas, 13 escuelas y 8 plazas públicas limpias. Sin duda una experiencia de unión que caló produnfo en la comunidad.
 

 

Por Vanesa Vicente - editado Marzo 2012

 

 

Nuestros actos no son intrascendentes. Nunca.

Todo en la naturaleza está relacionado. Siempre.

 

Lo que le hacemos al resto de las personas y al entorno, nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Lo que hacemos con nuestra existencia, se lo hacemos al resto de la humanidad y al planeta. Nuestro esfuerzo llega lejos… sin determinar si es acertado o no. El aleteo de la mariposa influye sobre tormentas a miles de kilómetros.

 

No seríamos lo que somos sin nuestro entorno y sin nuestras circunstancias.

Somos comunitarios. Si por ejemplo hacemos algún daño, además de lastimarnos a nosotros mismos junto con nuestro entorno, seremos de alguna manera víctimas del efecto negativo en el contexto. En cambio si generamos amor, invertimos el espiral hacia un crecimiento virtuoso de todo lo que nos rodea. Y estaremos tocado por ese cambio positivo de alguna manera.

Nuestra fuerza interna tiene el poder de cambiar el mundo. Así es.

Creo profundamente que un cambio social, concreto y planetario, es necesario e inminente.

Desde esa creencia sostengo – y no puedo imaginarlo de otra manera – que el cambio comienza en el interior de cada uno de nosotros, para luego ser comunitario, un cambio de todos, entre todos. Esto no significa que no deben existir los grandes compromisos - a escalas superiores a lo individual - pero seguramente en esas altas esferas no se inicie ningún cambio si entre todos no estamos convencidos de que debe suceder.

Debo reconocer que cuando comenzamos a ver con otros ojos la realidad que nos rodea, el cambio comunitario parece lejano. El día a día de cada uno de nosotros es algo complejo y difícil de llevar, más difícil aún es abrir la mirada pretendiendo generar cambios alrededor.

Así y todo es necesario abrir más los ojos, observar con mayor humildad y recociendo que somos parte de algo mayor. De vez en cuando hay que hacer el ejercicio de analizar con más detenimiento la realidad contextual. Conocerla bien es indispensable para erradicar el “sin sentido”, y aunque sea un camino complejo para muchos sin duda vale la pena para el propio sentido. Porque el aleteo de la mariposa puede generar tormentas, pero también puede dar brisas de cambio donde nunca corre el viento.

Es posible.

Analizar un poco mas nuestra realidad tantas veces Sin Sentido es un trabajo íntimo que luego puede ser comunitario – estoy convencida de que siempre de alguna u otra forma todo trabajo personal es también comunitario, pero dejemos la reflexión abierta – Ahora quiero contarte una experiencia propia y comunitaria. Hoy que es 4 de Junio y se cumplen 3 años.

Tras una catástrofe, encontramos un gesto de esperanza. En este evento se ve claramente que ES POSIBLE UN CAMBIO. Los grandes cambios no suelen ser instantáneos, lo profundo va por otro camino, casi invisible, y a otro ritmo.

La explosión de un volcán es un hecho tan concreto como nacer o morir literalmente. Por lo tanto no estamos hablando de una situación subjetiva, espiritual o que requiere usar la imaginación.

Nos pasó a todos.

Por esas casualidades de la geografía, explotó un volcán a poco mas de 100km del pueblo donde vivo, Bariloche. El volcán Puyehue se encuentra del lado chileno, pero la ceniza se volcó toda hacia el lado argentino, sufrimos las consecuencias sin previo aviso por negligencia de las autoridades, sentimos el pánico, la incertidumbre y vivimos – nos pasó por encima – la fuerza de la naturaleza a lo largo de los días.

Fuimos, y aún somos, testigos de cuán débil es la estructura social y económica sobre la que basamos el paso de nuestros días. Aprendimos mucho, pero me queda el sabor amargo de corroborar en carne propia, cuánto sufrimos y qué pocas herramientas tenemos para sobrevivir a hechos de esta naturaleza, a nivel personal, en lo cotidiano.

Cada uno de nosotros puede o no aceptar el desafío de iniciar cambios profundos. Pero a veces los cambios nos caen encima.

A veces con fecha y hora:

Explotó un volcán.

 

Cayó arena y ceniza del cielo, se taparon todas mis flores, todas las huellas que llegaban a mi casa, y viví en carne propia el instinto del escape, de querer salir corriendo con mis hijos cargados en la espalda.

Sentí la adrenalina paralizante de ver venir la noche en pleno día. Pasé por esos minutos eternos de NO saber qué sucedía, y cómo iba a seguir la vida. La fuerza de un evento así nos hace comprender en un segundo qué somos, qué lugar ocupamos en este mundo, y qué pobres o inútiles son la mayoría de nuestros pensamientos. Cubrí con mis alas atemorizadas a mis hijos, mientras rezaba porque mi esposo vuelva a casa pronto. Dejé que mis mascotas se escondan bajo mi cama, y observé como toda mi vida se teñía de un mismo color ceniza.

Pasaron las horas negras, los rayos, los estruendos, y vino el silencio absoluto.

Apenas tomamos aliento, salimos a ver cómo estaban los vecinos, el pueblo, como estaban los postergados de los barrios lejanos. Me encontré con un mundo de tinieblas, con mucho miedo, mucho pero mucho silencio. Nadie hablaba. Nadie tomaba decisiones. La ceniza nos tapó, y tapó la agenda, tapó los exámenes de los chicos, escondió festejos, clausuró las citas con el psicólogo, inutilizó los planes alternativos de emergencias, tapó incluso a los políticos en campaña, durante días la ceniza tapó la mente de muchos.

Fueron los vecinos más despiertos los que empezaron a ayudar a otros. No eran los más ricos, ni los más pobres, tampoco los más fuertes, o los más conocidos, ni los que sabían que esto iba a pasar: sino que eran los más despiertos, los que pudieron seguir viendo con claridad – los clarividentes que usan el corazón en la tiniebla – los que “saben” de prioridades, y pueden seguir un camino a pesar del paisaje teñido todo de un mismo color.

Con lágrimas en los ojos quiero que quede escrito que ¡no fueron pocos!

Fueron los miles de vecinos despiertos – alrededor de 10.000 para ser más exactos durante dos jornadas intensas – ciudadanos que no eran ni conocidos, ni ricos, ni pobres, ni candidatos, ni fuertes, ni preparados: ¡éramos vos y yo!

Salí y me encontré con miles de SERES DESPIERTOS, ¡esta realidad me sacudió hasta la euforia! Nos encontramos miles de personas dispuestas a desempolvar una existencia tapada por ceniza, porque intuimos que abajo, bien profundo; hay matices, hay colores bellos, hay una vida increíblemente rica que aún no conocemos. Allá abajo en nuestra conciencia, ese mundo nos está esperando.

 

Cuando dimos ese primer paso con la determinación de ayudar, fue un primer paso tan concreto como solitario, cada uno partió desde su propia casa sin saber si el vecino estaba haciendo lo mismo. Pero nos encontramos a los pocos metros rodeado por MILES de almas, que estaban dando ese primer paso también… La primer reacción ¡fue el grito salvaje! ¡Fue el abrazo más fuerte! Fue el llanto alegre de un nacimiento… Fue lo que fue, cada uno lo habrá vivido a su manera, pero mi corazón pudo confirmar lo que antes soñaba: el cambio es posible. Y en esos sueños estás vos. Estamos todos. Porque no son solo “mis” deseos de cambio… no son solo “tus” deseos de cambio, somos miles añorando lo mismo, y tiene que ver con encontrarnos.

Ahora te quiero contar el cuento de mi pueblo, que no es cuento. No esperes a que te explote un volcán cerca… ¡o sí! Como sea. Aunque también podés hacerlo explotar vos de mil maneras. ¡Cómo te salga!: Comenzá por favor el camino que no existe… y al igual que a muchos de por acá, te va a pasar que luego de algunos pasos solitarios, vas a encontrar a miles de personas reales en la misma senda.

CUENTO: “El bostezo de un volcán y el despertar de una comunidad”

Erase una vez una historia simple.

En un pueblo chico que se pensaba grande, vivían cientos de duendes mágicos sin saberse mágicos.
De tanto premio y tanta belleza circundante, se olvidaron de las causas, se olvidaron del comienzo.
De tanto brillo se olvidaron de la noche, de tantas flores se olvidaron del hielo, de tanta riqueza se volvieron pobres.
El trabajo cotidiano los volvió ambiciosos, las conversaciones se tornaron toscas, y los líderes se alejaron.
El paisaje se había vuelto secundario, los ideales quedaron para los ermitaños, y los artistas andaban desorientados.

Era ya demasiado autismo… era ya mucha negación, había un olvido profundo! incluso el pueblo se había olvidado lo más obvio: que sus suelos estaban moldeados por volcanes.

Y así habló la tierra… explotó… suave, apenas un bostezo… pero su poder lo volvió un pueblo chico.

Los hizo sentir a todos pequeños, las riquezas perdieron sentido, y el vecino… el extraño de al lado comenzó a tener un nombre.
A uno y otro los transformó en amigos.

El paisaje se tiñó parejo, y a los pocos días de tanto extrañarlo se pusieron a mimarlo.

Y ese mimo hizo lo suyo, porque el poder lo tiene el amor y no el olvido.
Caló profundo, llegó a la mesa del domingo.
Cada lágrima fue sostenida por un abrazo.

Se les embarró el frente…
Y se dieron cuenta que habían dejado el jardín de atrás muy descuidado.
Con la arena lastimando sus manos, comprendieron que UNO solo no podía.
Entonces las conversaciones dejaron de ser toscas, el esfuerzo fue triplicado, los ermitaños se sumaron, los artistas hablaron y los líderes renacieron.

Y hoy con sobresaltos, inmaduros y desprolijos, sin experiencia en este sentir comunitario pero con muchas ansias de poder hacerlo:
Se unieron, se miraron, suspiraron para comprenderse.
Hay un idioma sin palabras que basta para ponerse hombro a hombro.
Había algo más profundo en su esencia y esa fuerza los hizo resurgir de las cenizas.
Ese poder les recordó las raíces, les volvió los pies a la tierra, el respeto a cada “duende y a su magia”.

Y hoy… aún falta tanto…

Pero hace días que duermen profundo, cansados, y se levantan con más ganas de verse la cara.
Tienen entusiasmo para mezclar nuevas palabras, tienen intenciones de cambiar lo cotidiano.
Cuando caminan por la calle se cruzan… y ven en sus ojos esa luz que los sostiene y los une.
Es difícil, aún están sufriendo, aún hay que hacer mucho en el jardín del fondo, hay que nivelar el suelo y fertilizar la tierra.
Pero cada uno debe hoy decir en voz alta lo que el corazón le murmura, porque eso es lo que quiere oír el que camina a su lado.

Erase una vez una historia simple… que por suerte, dejó de serlo.

Por Vanesa Vicente

Fragmento del libro "La Reconstrucción hacia el camino que no existe"

"¿Sos de esas personas que al cerrar los ojos piensa que puede cambira el mundo? Quizás simplemente tengas que hacerlo... Por favor no nos prives de eso" V.V.

Fotos nota original: Coqui Mackey (mencionada) y archivos públicos de la comunidad y los medios.
Fuente: http://www.periodicodelbiencomun.com/arte-cultura/volcan-puyehue-3-anos-de-su-explosion/

Periódico del Bien Común

Tel: (0294) 154 - 299123