"Crear políticas de Estado que incluyan la pobreza" por Ruben E. Cisneros

"Crear políticas de Estado que incluyan la pobreza" por Ruben E. Cisneros

Se interpreta que la pobreza está lejos de ser considerada solamente un estrato social y hasta consciente o subconscientemente se la considera una especie de pandemia o un mal necesario de algunos países ricos. Justamente porque al mundo desarrollado le es indispensable para incrementar su desarrollo, la pobreza ya es una parte inseparable de la sociedad.

Recordemos lo que fue y es la esclavitud, que a pesar de haber sido excluida y hasta penalizada aún persiste en todo el mundo y con gran intensidad. Un ejemplo de que la pobreza es un mal necesario es la inmigración en algunos países de la Unión Europea: en España, la de marroquíes y subsaharianos; en Italia, la de libios, subsaharianos y macedonios de la ex Yugoslavia; en Alemania, la de turcos. Todos estos inmigrantes pobres, desocupados o subocupados, muchos sin documentos válidos, tras cruzar una corta distancia de mar en muy precarias embarcaciones que en su mayoría naufragan a unos pocos kilómetros tras la frontera son víctimas de rechazo y hasta deportación. Los que consiguen ingresar en gran parte son "ocupados" en trabajos de mano de obra barata y mal paga. Desde hace muchos años estos países considerados ricos mantienen un índice de natalidad cero, a tal punto que en Italia, por ejemplo, las familias llegan a tener un solo hijo o muy raramente dos. Las buenas posibilidades económicas hacen que estos hijos estudien y se especialicen y es así que se quedaron sin mano de obra barata. Los trabajos más humildes los cumplen en su mayoría estos inmigrantes, a cambio de salarios de esclavitud. También a Estados Unidos han llegado mexicanos, cubanos y otros latinos. Más cerca aún, en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, se han instalado muchos paraguayos y bolivianos.

Y así llegamos a Neuquén. Recientemente se publicó la idea de proyectar un muro entre el barrio Alta Barda y el de Cordón Colón y varias tomas. Como bien sabemos, nunca las deportaciones, esclavitudes y mucho menos aislamientos con muros como el de Berlín, el de Israel o el de la frontera con México, por no mencionar las medidas de seguridad de los barrios cerrados, dieron resultados.

La solución consiste en crear políticas de Estado que incluyan la pobreza. Que la política social incorpore esos individuos en vez de excluirlos, que penalice la esclavitud y el trabajo en negro, que eduque reponiendo las viejas y efectivas "escuelas fábrica, de artes y oficios e industriales" que mentes maléficas eliminaron.

A esta altura usted se preguntará: entonces, ¿por qué se eliminaron? La respuesta es simple: para que los pobres no se eduquen ni aprendan oficios dignos y bien pagados y, fundamentalmente, para que no piensen, para que no lean y no aprendan a elegir y luego así, en ese estado de ignorancia cruel, voten al que más le regale y prometa lo que nunca cumplirá y, en vez de tener un trabajo con sueldo digno, produciendo bienes y haciendo crecer el país, lo único que apoyen sean gobiernos corruptos con su voto cautivo, un voto que se consigue también mediante el nefasto clientelismo que lo primero que logra es eliminar el respeto por la vida, la escala de valores y la cultura del trabajo.

Pero usted, amigo lector, querrá saber de dónde obtener los fondos para tamaño gasto. Esta fórmula ya está inventada y probada con éxito: el empleador empresario participa a sus empleados un pequeño porcentaje de sus ganancias, ya sea en efectivo o con acciones de empresas líderes que coticen en bolsa. Con esa entrada extra el empleado mejora su poder adquisitivo y compra más. Al aumentar la demanda aumenta la producción y el empresariado recupera con creces el pequeño porcentaje que pagó. Este círculo virtuoso cierra en muy poco tiempo, eliminando así huelgas, paros, cortes de ruta, calles y clientelismo. Mejoramos todos y el país sigue adelante. No es fácil pero sí factible, con sentido común y voluntad creadora y sin corrupción. Es difícil, tal vez, convencer al empresariado. Se debería empezar por rubros como la línea blanca de electrodomésticos y, al cabo de un tiempo, chequear el resultado.

Esto ya es experiencia en empresas líderes de Estados Unidos, Europa, Japón y otros países. Pero no nos vayamos tan lejos. Copiemos el ejemplo de Brasil. Lula está disminuyendo significativamente la inmensa pobreza de su poblado país, porque la conoce y la sufrió en su niñez –como lo describí en mi carta publicada en este diario el 6 de septiembre y fue muy bien relatado en el editorial del 14 de enero–.

Hace poco tiempo la economía de Brasil estaba detrás de la nuestra. Hoy ocupa el octavo lugar en el mundo y el país está a punto de ser incluido en el G8. Lo logró incrementando la producción y la exportación y disminuyendo la pobreza. .

Opinión / Correo de lectores