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Bioconstrucción, una manera respetuosa de construir
Bioconstrucción, una manera respetuosa de construir
Es un tipo de estilo arquitectónico sostenible cuyo objetivo es lograr la integración del edificio en su entorno, minimizando el impacto sobre éste.
La bioconstrucción surge hoy como una respuesta concreta ante la crisis energética y la necesidad de mitigar el cambio climático. Se trata de hacer viviendas y edificios que por su diseño y materiales reduzcan al máximo la contaminación ambiental.
Se construye con barro, paja, madera y materiales reutilizados. Se implementan diseños bioclimáticos, lo que disminuye el consumo de energía para calefaccionar o refrigerar. Se utiliza tecnología para recuperar agua de lluvia, también para reutilizarla, tratar los residuos y aprovechar la energía del sol.
Valeria es licenciada en Física y Ángel es docente. Llegaron a Bariloche en 2009 y alquilaron una casa, como lo hace casi la mayoría de las personas que llega a vivir a un lugar nuevo. Luego de permanecer un tiempo cuidando una casa donde “todo era color de rosas”, “nos chocamos con una realidad totalmente diferente de la que habíamos vivido hasta el momento. Y es el problema que tienen todos los barilochenses con el problema de la energía. Y ahí empezamos a tomar conciencia de lo que realmente consume una casa en relación al agua, a la calefacción”, confeso Ángel a ANB.
Paralelamente, y al ser muy perreros, se enteraron de una convocatoria que estaban llevando adelante las personas que integran “Dejando huella” en la perrera municipal de un proyecto como para mejorar un galpón y hacer cuchas en barro porque se acerba el invierno y los animales estaban muy desprotegidos. “Nos pareció una actividad interesante y nos sumamos”.
“Previo a la actividad te recomendaban que vieras el documental de Jorge Belanko, que es un permacultor de El Bolsón, que se llama “El barro, las manos, la casa” en donde muestra diferentes técnicas de bioconstrucción y cómo construir una casa con materiales naturales”.
“Cuando vimos ese video, nos explotó la cabeza de ver que había una posibilidad de construir tu casa. Y siempre recuerdo las primeras palabras del video que dice “cuánta gente vive pasando frío, estando incómodos en una casa, cuando con un poco de tierra y fibra vegetal que tenés al alcance de tu mano porque la naturaleza misma te brinda, podrías tener una casa más confortable y abrigada”, relató Valeria.
Fue así como una sucesión de sucesos lo fue llevando a este camino ya que “nunca antes nos habíamos planteado la posibilidad de tener esas charlas respecto de dónde íbamos a vivir en un futuro, si seguir alquilando o construir nuestra propia casa, esperar a que saliera un plan de viviendas”, expresó Ángel.
Ese evento les abrió un camino totalmente desconocido. Participaron en los encuentros en la perrera, aunque ese proyecto después no prosperó, pero, “de gente que conocimos ahí nos derivó a Carlos Fernández, un referente de la permacultura en Bariloche y fue uno de los principales impulsores de la ordenanza que habilita la construcción en tierra cruda para Bariloche”, relataron.
“Lo contactamos por Facebook para consultarle si daba algún taller destinado a esto y caemos justo cuando estaba armando la convocatoria de un grupo de gente para participar de mingas (es un evento en una casa en el que se convoca a quien quiera colaborar en la construcción de esa vivienda). El proyecto se basaba en 8 casas, con diferente utilización de materiales”.
“Una de las cosas que más me llamó la atención de ese documental, que se centra en la construcción de una casa en Bolsón, es cómo la comunidad participa de la construcción de una casa, gente de diversas edades, sin tener experiencia”, expresó Ángel.
“Siempre digo que no hay otra forma de aprender que no sea haciendo, metiendo mano, para entender. Porque hay diferentes formas de construir, son diferentes los materiales que se utilizan y, también lo es la geografía. Bariloche es una ciudad bastante particular y, no es lo mismo una casa en Villa Lago Gutiérrez que en la estepa. Por eso, en función del material que encontrás en ese paisaje, es que las técnicas son distintas”, reafirmó Ángel.
Por ejemplo, las casas de la Península San Pedro utilizan la quincha para construir (es una técnica de bastidores, donde se arma un bastidor de madera y con varillas de madera se arma un entramado que eso tiene todo el relleno de la pared). En esta casa, la quincha estaba hecha con caña colihue porque “claro, la conseguís en cualquier bosque que hay en esta zona”.
Otra familia estaba construyendo por el barrio San Francisco y allá “hay cero cañas entonces ellos lo armaron con pallet porque tenían cerca la distribuidora de Cantera Ñire, de La Anónima. Entonces, parte de lo que es la autoconstrucción, más allá de utilizar un material bio o no, es observar qué material tenés a tu alcance y que te puede servir para construir tu casa”.
Entre todas las técnicas que vimos, una de las que más se adapta al clima de Bariloche es técnica de fardos, que se utiliza directamente el fardo de fibra, por lo general de cereales, porque la fibra es hueca y contiene aire en su interior, lo que lo hace más térmico, más aislante.
“Entonces tenes paredes gordas, de más de 30 centímetros (muy propio de las paredes de Escandinavia). Pero, el problema es que en Bariloche no se consiguen fardos. El que se puede llegar a conseguir es el de alfalfa, pero no es un buen material porque por dentro se pudre, lo que te genera serios problemas de humedad en las paredes y, además, para conseguirlo hay que traerlo de Golondrinas. “Tenés un buen material que te lleva a tener una casa súper abrigada, pero el material no lo tenés en tu ciudad, lo tenés que comprar y trasladar kilómetros en un camión que gasta combustible, que emite gases de efecto invernadero: la cantidad de energía que se necesitaba para traer esos materiales, era descomunal”, sostuvo Ángel.
“Ahí te pones a pensar cuáles son las otras opciones que tenés y que no represente en gasto energético del plan A. Este tiempo en el que estuvimos recorriendo las casas nos permitió observar que cada uno de los materiales utilizados eran lo que tenían más a mano”.
También está la cuestión económica porque hay algunos materiales que se necesitan comprar, pero otros no. El fardo se compra, pero otra cosa que se puede usar es la pinocha (la aguja del pino), que no es tan aislante como el fardo porque no es hueca, pero funciona.
También hay que ver las condiciones bioclimáticas dónde se va a construir para saber qué es lo que hay que priorizar. “Acá estamos muy rodeados de bosque, es una zona más húmeda, en cambio, en el barrio El Frutillar hay que protegerse del viento y del sol, es un clima más seco”.
En 2015, con el cambio de gobierno, decidieron invertir el dinero que tenían ahorrado y compraron un terreno. “Una vez que tuvimos el pedazo de tierra nos preguntamos “¿Ahora qué hacemos con todo lo que aprendimos? No sólo sabíamos la cuestión práctica, sino que sabíamos mucha teoría porque habíamos leído mucho. Empezamos a pensar cómo iba a ser el diseño de la casa, que era lo que podíamos hacer.
“En un principio queríamos algo rápido entonces pensamos en ir por los contendores, pero eran muy caros. Y decidimos hacer la construcción con la técnica de quincha. Luego de hacer la limpieza del terreno, emplazamos la platea. Estuvimos en obra todo 2016 y 2017 y en febrero de 2018 nos mudamos”, contaron con una sonrisa.
El accidente que destruyó su casa por completo
El 20 de julio de 2019, una nevada muy grande hizo que un árbol del terreno de en frente se cayera sobre la casa de Valeria y Ángel, destruyéndola por completo. “Después de todo lo que habíamos invertido en tiempo, trabajo, dejar a tras proyectos individuales, dedicándole año y medio, de pronto, no había nada”, cuentan.
Empezaron a contar su historia a través de las redes para ver si la gente podía ayudarnos y se hizo muy conocida, a tal punto de que recibieron colaboración de muchas partes. “Después se armó una red de virtual en la que contamos nuestra idea sobre la reconstrucción”.
En enero de 2020, recibieron una donación de madera que les permitió empezar de nuevo la estructura. “Seis meses tardamos en limpiar las ruinas que quedaron y tratar de separar las cosas que podíamos volver a utilizar. El material de barro tiene la particularidad de que vos los volvés a amontonar, le pones un poco de agua y sirve otra vez, no así con el cemento que se seca y no sirve más”.
A través de esa red, “nos contactamos con la organización de Jóvenes por Bariloche, quienes nos ayudaron a recolectar eco ladrillos a través de una campaña de acopio en varios puntos de la ciudad”. De la primera experiencia que tuvieron con la primera casa de utilizar parte de eco ladrillos y parte botellas de vidrios, “vimos que a la hora de desarmar una pared las botellas de vidrio se rompían, además la de vidrio no es tan aislante. Decidimos hacer la nueva casa, toda de eco ladrillos”, afirmaron.
“Tal es así que llegamos a juntar unos 10 mil eco ladrillos, que es la cantidad que tiene la casa. Porque cuando vas a hacer una casa con materiales reciclados también hay que pensar una logística en cómo conseguirlos”.
La casa de Ángel y Valeria está construida en una técnica mixta, “no podemos decir que sea bien de bioconstrucción por el hecho de que utilizamos muchos materiales reciclados y, en lo que es la bioconstrucción, hay una cuestión fundamentalista en relación al uso de los reciclados y los eco ladrillos”, afirmaron.
El eco ladrillo no es un biomaterial, es un material plástico. En el mundo de la permacultura hay opiniones contrapuestas respecto si se debe usar los plásticos o no. “En mí parecer es una visión muy fundamentalista porque el consumo de plástico es un poco inevitable en esta sociedad. No tenés un eco ladrillo pero tenés la funda del teléfono, la vaina de un cable, las teclas de la luz, los caños del agua. De alguna u otra forma, va a tener plástico en tu casa”, dijo Ángel.
“Cuando nos pasa el tema del accidente, volver a construir fue una decisión difícil. Nos preguntábamos qué tipo de construcción íbamos a hacer, porque ya sabíamos todo el tiempo, energía y trabajo que llevaba a hacer una casa como la habíamos hecho. Por suerte, ambos dijimos que no queríamos renunciar a nuestra casita de barro. Y así fue como iniciamos de nuevo este camino”.
El voluntariado de permacultura
Cuando Valeria y Ángel decidieron volver a encarar el proyecto una vez más, conocieron, a través de las redes sociales, a una familia de Córdoba que tenía un proyecto ecológico en el que convocaban voluntarios en el verano: era un programa de dos semanas en campamento y tenían como un cronograma de actividades. “Los contacto para preguntarles cómo era la experiencia, cómo era que dirigían a las personas que llegaban a participar para ver si podíamos tomar la idea. Y, me sugieren hacerlo a través de la página workaway.
Workaway es una plataforma que funciona de la misma manera que Couchsurfing o Backpackers: en el intercambio, vos recibís viajeros, les ofreces alojamiento y comida a cambio de colaborar tantas horas en el proyecto de construcción de nuestra casa. Para quien presenta un proyecto es gratuito, pero para el viajero, se debe pagar una membresía. “Investigamos cómo se hacía la presentación de un proyecto. Elaboramos una propuesta y la publicamos. En el perfil contábamos nuestra historia, que teníamos nuestra casita, que habíamos perdido y que estamos necesitando de ayuda para reconstruirla”, afirma Ángel.
“Nos pareció un intercambio muy justo, porque en una de las principales cosas que el viajero gasta es en alojamiento y comida y, en la construcción de una casa, un ayudante te viene bárbaro”. Y agregaron, “así que ahí empezamos a tomar un rol más directivo que ejecutivo y empezar a explicarle a la gente cómo eran los trabajos, cómo eran las mezclas, cómo eran los materiales”.
“También fue un aprendizaje la posibilidad de liderar, de enseñar, de dirigir y de delegar, que no es poca cosa. Además, con toda la experiencia que teníamos de la primera casa, ya sabíamos qué era lo que íbamos a hacer y cómo. Así que era un poco más fácil el dirigir a alguien, porque vos ya sabías que era lo que tenías que hacer”.
Sabíamos perfectamente lo que queríamos. Sabíamos que quería. Tenía que ser más grande, tenía que ser más compleja. Tenían que ser con lugares que antes no tenía.
Cuando encaramos esta nueva casa nos propusimos pensarla como definitiva, aunque nos llevara un poco más de trabajo. “Arrancamos la aventura de recibir voluntarios en 2020 y nos sorprendió la convocatoria. Pero nos agarró la pandemia, así que la primera experiencia fue recibir a dos personas y después todos los otros que estaban en camino quedaron bloqueados en algún lado del mundo”.
Luego de haber estado parados de abril a octubre, volvimos a recibir voluntarios, pero pensando en qué condiciones para que no nos vuelva a ocurrir lo mismo. Tal es así que, la semana pasada se fueron las últimas voluntarias de la temporada, que si no sacamos mal la cuenta fueron las personas número 93 y 94.
Cuando fueron consultados por la apertura del voluntariado para el próximo verano dijeron que aún no es algo que hayan decidido. “La intención está porque nos ha resultado una experiencia muy satisfactoria. El trabajar con voluntarios es una experiencia enriquecedora. Se comparten muchas cosas como el lenguaje, las comidas, las experiencias, las ideas”.
Y ahora vas a ver. Lo que se transformó fue que no era la idea original pero que se fue dando. Entonces hay como una sinergia muy especial, muy particular que trae esta gente y que no es una cuestión de Argentina o de la cuestión del idioma, porque hay como una vibra distinta en esta gente que te recontra potencia.
“Ha venido gente de Japón, de la India, de Francia, de Inglaterra, de Israel. Nosotros solemos decir una frase medio cliché, pero que es un poco lo que nos guía en nuestros valores: “Nadie se salva solo”. Creo que el futuro es colaborativo, en un sentido amplio. Digo, desde lo científico, desde la construcción de conocimiento, desde la forma de habitar y de vivir un mundo. Intento pensar que la matriz competitiva está en cuestionamiento”, dijo Ángel.
La pregunta que Valeria y Ángel se hacían luego de haber sufrido el accidente era “¿por qué?, pero con el pasar del tiempo fue cambiando hasta llegar a ser “¿para qué?”. “Y ahí nos dimos cuenta que nos esperaba algo mejor, aunque estaba muy enamorada de mi primer casita”. Pero nunca imaginaron llegar a tener lo que tienen hoy y conocer a toda la gente que conocieron en el proceso y cómo su casita se transformó en un lugar de encuentro de personas que andan por el mundo.
“Construir de esta manera requiere de un trabajo y un esfuerzo físico que no todos están en condiciones o dispuestos a hacerlo. Lleva otra dinámica”. Con este proyecto procuramos mostrar que con un material como lo es una eco botella, que es basura, podes terminar teniendo una casa linda, confortable y con una estética propio. Además, es una técnica muy amigable para gente que no tenga conocimiento en construcción y pueda tener algo lindo, hecho con sus propias manos”, finalizaron.
Fuente: https://www.anbariloche.com.ar/noticias/2023/04/30/89355-bioconstruccion-una-manera-respetuosa-de-construir
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