Barrio Privados, los ghettos de los que más tienen

Barrio Privados, los ghettos de los que más tienen

La problemática de los Barrios Cerrados ha quedado nuevamente al descubierto luego de la Audiencia Pública sobre el proyecto 2 Valles celebrada el pasado 1 de octubre. Todos los temas desarrollados en la misma son un fiel reflejo de todo lo que podemos encontrar publicado sobre este fenómeno urbano. Desgraciadamente no todos alcanzan a percibir las consecuencias socioambientales de este tipo de emprendimientos, producto de un Estado Municipal ausente, de la voracidad inmobiliaria y del oportunismo de éstos capitalizando las necesidades de la gente en su propio beneficio. La socióloga Maristella Svampa, que escribió un libro sobre barrios cerrados, define a estos nuevos desarrollos como una extensión de la transformación económica de la era privatizadora de la década del 90.
Siguiendo esta temática, diversos autores definen al desarrollo de los barrios privados, como un proceso con consecuencias ambientales, urbanísticas y sociales. A partir de ello me surge la siguiente pregunta. ¿Esto es lo que realmente queremos para una ciudad como Bariloche que crece en forma desordenada y sin planificación ?
Los ghettos de los que más tienen
Se encuentran cercados y tienen reglamento interno, guardias, servicios y hasta en algunos casos, escuelas propias. Para los especialistas estos tramados van en contra de la noción misma de ciudad.
Es indudable la singular importancia que reviste el cuidado del medio ambiente si de buscar soluciones para mejorar la calidad de vida de los habitantes de la Región Metropolitana se trata. Pero esta atención puesta en lo ambiental no puede ser independiente de un planeamiento urbano que ofrezca las soluciones para reconstruir el sentido regional en armonía con el medio natural que le sirve de soporte.
Para ello, resulta indispensable pensar el Ambiente y el Urbanismo como factores independientes y, a la vez, íntimamente vinculados, con el propósito de encarar el saneamiento ambiental, sin descuidar el desarrollo de un plan que contemple las cuestiones urbanísticas de la Región.
El abordaje simultáneo de ambos factores constituyen un paso fundamental en el ejercicio de concebir a la Región Metropolitana Buenos Aires como una totalidad, que necesita de un planeamiento estratégico que dé soluciones a sus problemas de manera sistémica.
En los últimos años la Región Metropolitana ha sido testigo de un nuevo desarrollo urbanístico: la aparición de barrios cerrados. Las tensiones sociales, producto de un sistema económico que distribuye las riquezas de manera muy desigual, han desencadenado en un aumento de la marginalidad y la violencia. El crecimiento de la inseguridad fue la principal causa que determinó que sectores medios y altos empezarán a optar por vivir aislados en la periferia de la metrópolis en lugares confortables y libres del asedio de la delincuencia.
La década de los '90 fue para Argentina un período marcado por fuertes transformaciones. El proceso de las privatizaciones de los servicios públicos, la Reforma del Estado, la estabilidad monetaria, permitieron a nuestro país adecuarse a lo que exigía el modelo neoliberal. El resultado estuvo lejos de la panacea aventurada por los ideólogos de estas políticas; más bien todo lo contrario. Las consecuencias fueron devastadoras. Las distancias entre los que más tienen y los que menos se hicieron abismales, como cada vez más grande fue el número de personas condenadas a vivir en la pobreza y la miseria.
En este contexto, la escalada de delincuencia y violencia en las ciudades fue cada vez mayor. Esto último alimentó un procesó que encontraría sus puntos más elevados en los años '96, '97 y '98: la conformación por parte de las familias de los sectores sociales con mayores recursos de barrios cerrados, independientes del resto del tramado urbanístico y con su propio reglamento interno, sus calles (a veces, hasta incomunicadas con el exterior), cercados por un alambrado, con sus guardias de seguridad, sus servicios, sus comercios y hasta en algunos casos con sus escuelas. El precio de deben pagar esas familias por una casa de 500 metros cuadrados, ubicada en el barrio de Pilar es de alrededor de 140 mil pesos.
Un informe elaborado por las arquitectas Olga Wainstein Krasuk y Raquel Perahia, especialistas en cuestiones urbanas, y presentado con motivo de un seminario organizado por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), da cuenta de este fenómeno, como también de los peligros que conlleva. "Un nuevo modelo de apartheid urbano se ha ido extendiendo a escala mundial. Aparecen nuevas formas urbanas cerradas, habitadas por gente de nivel socio económico homogéneo, conformando un universo cerrado. Antes se hablaba de ghettos marginales, hoy de los de lujo", se afirma en un tramo de la exposición.
Estos barrios cerrados hacen su aparición en la década del '70, con San Isidro Chico como primer emprendimiento. Hasta el año '96, estos nuevos centros eran 66, y ocupaban poco más de mil hectáreas. Entre ese año y el '98, el número ascendió a 117, abarcando una superficie de 3700 hectáreas. Es decir, que esos tres años se dio un incremento del 180 por ciento. En la actualidad, el total estos barrios asciende a 183 en toda la Región, en donde ocupan casi 5 mil hectáreas.
Si además, se suman las demás urbanizaciones privadas, como los clubes de campo, naúticos, chacras y grandes emprendimientos (como ciudades o pueblos cerrados) la superficie total ocupada es de 400 kilómetros cuadrados de suelo en la Región Metropolitana.
Además de las cuestiones relacionadas con el deterioro de las ciudades por causa económicas, como el aumento de la inseguridad, ha tenido también incidencia en la formación de estos "nuevos ghettos", aunque en menor medida, las obras de la Autopista Panamericana y el resto de las mejoras en el tránsito realizadas en el Gran Buenos Aires. Ello permite que el tiempo de traslado desde la periferia hasta el centro porteño, donde se desarrolla la actividad laboral, quede sensiblemente disminuido. No es casualidad que aquellos que se ubican sobre la Autopista Panamericana absorben el 72 por ciento del total de las urbanizaciones privadas (no sólo los barrios). El casi 30 por ciento restante se reparte de la siguiente manera: el 13 se desarrolla sobre la Autopista del Oeste, el 9,5 en el corredor suroeste (Ricchieri - Ezeiza - Cañuelas) y el 5,5 en el sur (Autopista Buenos Aires - La Plata).
Debido a la crisis económica sufrida por nuestro país en el 2000, la demanda inmobiliaria se estancó, disminuyendo notablemente con respecto a lo ocurrido en los años anteriores. Igualmente, los investigadores creen que el fenómeno no está terminado.
El especialista en cuestiones urbanística Raúl Fernández Wagner da su visión sobre la cuestión: "Los barrios cerrados representan un problema urbanístico complicado. Se ha producido un cambio de eje, antes los ricos se concentraban en el centro y los pobres en la periferia, ahora, los sectores de altos ingresos empiezan a habitar la periferia. Cambian los procesos, los pobres empiezan a presionar sobre el centro. En general es altamente preocupante: una característica de las ciudades argentinas era su componente democrático, la posibilidad de circular libremente por las calles, lo que permitía la integración de los distintos sectores. Estamos yendo a un sistema fragmentado, en donde gran parte de la ciudad está privatizada, donde no existe la posibilidad de acceder a ella de todas las personas. Estas urbanizaciones son la 'anticiudad'. Desearíamos que no existieran".
El informe de las arquitectas Krasuk y Perahia concluye con una serie de preguntas importantes a tener en cuenta para pensar este nuevo panorama. "¿Qué pasa con los que no tienen acceso a esta opción?, ¿cerrarán las calles en busca de seguridad?, ¿qué pasará si la situación se agrava y se generaliza y todos los sectores urbanos se cierran?".
Para concluir, los barrios cerrados constituyen un caso extremo del fenómeno de segregación social urbana que se está agudizando en las ciudades. Ellos buscan dar respuesta a un problema social muy grave, como es el tema de la inseguridad y de la violencia urbana. Sin embargo, constituyen una solución que sólo unos pocos "privilegiados" pueden conseguir. Por otra parte, no actúan sobre la causa del problema, sino sobre sus efectos.
Estos conjuntos urbanos destinados a alojar a las clases medias y medias altas son un fiel reflejo de la sociedad actual donde prima el individualismo por sobre la solidaridad y el bien común. Se establece una relación "desigual" al privatizarse el espacio público en beneficio de unos pocos, pero requiriendo igual los beneficios que la ciudad abierta y pública provee a todos los ciudadanos. Asimismo, la privatización de la seguridad aparece como una respuesta al fracaso del Estado en la provisión de este servicio, cuestionando y desafiando el monopolio del uso legítimo de la fuerza que el Estado poseía anteriormente.
El resultado es entonces un proceso complejo de segregación social urbana, producto no sólo de causas estructurales, sino también de las decisiones tomadas por los propios actores sociales, que es cada vez más explícito y donde las diferencias sociales no pueden ser obviadas. La brecha entre los ricos y pobres, los que tienen o no tienen, los que viven seguros en la ciudad y los que no, se hace cada vez más amplia y parece más difícil de cerrar.

Asociación Árbol de Pie