Conversaciones con taxistas de la noche

Conversaciones con taxistas de la noche

 Mi nena tiene diecisiete. Ya está sacándose fotitos, subiéndolas a Facebook, toda esa gilada. Quiere salir, quiere joda, ¿entendés? Yo la freno, la freno todo lo que puedo. Pero no puedo siempre.

Pasa que laburo de noche. Llevo a pibas de su edad a boliches. Las traigo también, a la vuelta, cuando están borrachas, empastilladas, hablando de los petes que hicieron a cambio de un trago, ¿entendés?

Hace un par de noches subieron unas pendejas de dieciocho y lo que decían me dejó hecho mierda.

Una de las pibas contaba que se estaba cogiendo a un tipo grande, casado, con hijos, country, guita. Y el tipo la lleva a un telo, la bombea y va al baño a mear. Ahí aprovechó la piba y buscó en el tacho de basura el forro usado, metió los dedos y, ¡fa!, adentro.

Te lo juro por la Virgen que acá me mira desde esta estampita.

La piba decía que con toda esa jodita juntaba unas cincuenta lucas, fácil. Y las amigas se reían. No es que le dijeron: “Boluda, te fuiste a la banquina.” No, no. Se reían y le daban consejos para apretarlo más, para sacarle más guita.

La verdad, ya no entiendo al mundo.

Dieciocho años tenían.

Dieciocho.

Mi nena tiene diecisiete, ¿entendés?

 

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© Sebastián Defeo

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