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Veinte años sin Pappo: los últimos días de un guitarrista mítico
Veinte años sin Pappo: los últimos días de un guitarrista mítico
Un repaso de sus últimas entrevistas a la performance final inolvidable en Cosquín Rock, con los claroscuros de una personalidad de ángel y demonio a la vez.
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Por Cristian Vitale
25 de febrero de 2025 - 10:00
La imagen vuelve una y otra vez, inalterable: Cosquín Rick, febrero de 2005. Predio salvaje, segunda noche y Pappo que accedió a algo infrecuente: tocar con Charly García. “Desconfío” y “Popotitos”, los temas que hacieron juntos esa noche inolvidable, sonaron descomunales. Hicieron delirar a la hinchada, sí, pero tampoco la pavada: algo bizarro tenía que pasar ante tal simbiosis. “Gracias, Charly”, intentó despedir el “Carpo” a García –porque el show era el de él-, pero García no se iba. Y no solo. Firme detrás de su teclado, también le gritó “sucio”. Pasaron diez segundos en los que el aire se cortó con una gillette, hasta que Charly reveló la ironía. “Hagamos 'Sucio', dale”, le pidió a Pappo, que terminó accediendo. La versión de “Sucio y desprolijo” que salió de ahí es de los pasajes más conmovedores que ha dado la historia del rock argentino, sin dudas. Y que vuelve a la memoria ahora, a veinte años de la muerte del guitarrista emblema del blues y el rock and roll locales.
Se puede evocar muchas secuencias de Pappo en ese festival, el último de su vida. Que ordenó al “Bolsa” González hacer un solo de batería interminable, cuando le pedían de rodillas que tenía que subir Molotov. La frase “¿Quién?, ¿Molotov? Molotov que espere” es de antología. Que al otro día tocó con Riff durante un corte de luz en el escenario de atrás y bardeó a los Catupecu Machu, que sonaban a la par en el principal. “Loco, en el otro escenario paren de hacer ruido al pedo. Toquen rock and roll”, dijo, tras un corte de luz, durante un bache sonoro entre “Ruedas de metal” y “Quién eres tú, forastero”. Pero la de la comunión con Charly fue insuperable.
“En algún momento hay que ponerse serio y responsable”, había dicho don Norberto Napolitano a este diario un año atrás. Y felizmente no se estaba cumpliendo. Ni siquiera en esa misma charla, sucedida en un remozado ómnibus de larga distancia que el violero había comprado, pintado de negro y reacondicionado como micro de gira. En el asiento del chofer fue que se sentó Pappo para encarar una nota que versó centralmente sobre Buscando un amor, su último disco, pero con ciertos giros inesperados. “¿Sabés a quién me hace acordar éste?”, dijo, señalando al fotógrafo que estaba entre inclinado y trepado al volante para tomarle una foto desde abajo. “Al Preso (Vicente Larrussa) de Operación Ja Ja… Le falta la boina y la bufanda... ¡qué hijo de puta!”, reía a los gritos el “Carpo”. “¿Y vos qué te reís, si vos sos Minguito?”, dijo al cronista.
Otro extraordinario momento del último Pappo, que por cierto tuvo sus contrastes y bemoles, sobre todo durante el primer lustro del siglo XXI. En octubre de 2001, por caso, en otra entrevista con Página/12 acontecida en la terracita del departamento de Michel Peyronel, momentos previos a uno de los tantos retornos de Riff. Antes de empezar la charla, el guitarrista se calentó feo con otro fotógrafo porque le había sacado más de dos fotos, y tuvieron que intervenir Vitico y Michel para que la cosa no pasara a mayores. O aquella piña que le pegó al músico Lucas Martí -hijo del fotógrafo Eduardo “Dylan” Martín y ahijado de Luis Alberto Spinetta- en un bar de Palermo porque creyó que lo había mirado mal.
Fue Spinetta justamente quien, compungido por la abrupta muerte de quien había sido su amigo, lo definió exacto: “Ángel y demonio a la vez”, dijo a Página/12, menos de un mes después del fatal accidente en la Ruta 5. Tras evocar los tiempos de “Castillos de piedra” y “Era de tontos” –ambos temazos del Pappo, grabados por el “Flaco” en Spinettalandia y sus amigos- y de Tórax, el efímero grupo que compartieron ambos en el alba de los '70, Luis no solo le perdonó el sopapo a su ahijado sino que lo definió como una persona genial, como un “constante payaso loco” y como el mejor violero del rock argentino. También le perdonó lo del regalo de la Gibson acústica, que Pappo entregó en Madrid como parte de pago por otra guitarra. “En su momento fue una desilusión muy grande, digamos. Pero duró lo que un gas en una canasta. Aunque el siguiente encuentro ya tenía marcado el peso de esa circunstancia vivida, luego era sólo anécdota. Nunca dejé de considerarlo el mejor violero de rock, antes y después de la anécdota”, dijo Spinetta.
Por supuesto, podría evocarse del “Carpo” su extraordinario talante musical, su simbiosis sin fisuras con el blues y el rock and roll, que arrancó cuando reemplazó a Claudio Gabis en los primeros Abuelos de la Nada allá por 1968, pegó un fuerte estirón cuando se transformó en la viola soleadora de los últimos dos discos de Los Gatos; dio cátedra con Pappo's Blues –en especial los primeros cuatro volúmenes y el tardío Blues local, tal vez el mejor disco de su historia-, arremolinó una escena dormida a caballo de Riff, y se terminó consagrando definitivamente cuando BB King lo ungió y lo llevó a tocar al Madison Square Garden. Pero rastrearlo en su último lustro de vida, el que liga con el siglo XXI que él vivió, implica refrendar una constante en su vida: fue ángel y fue demonio a la vez. Sí… como el mismísimo rock and roll.
El Carpo y una vida junto a sus colegas músicos
Héctor “Pomo” Lorenzo (entre los primeros Abuelos y Pappo's Blues III)
"Vivo a dos cuadras de la casa natal de Norberto. Lo primero que me viene a la mente es el barrio revolucionado el día de su muerte y la caravana de motos hasta Chacarita. Me acuerdo de ese día en la cocina con el negro Black Amaya y Liliana, su hermana; la misma cocina donde el Carpo se comía montañas de milanesas. Nos conocimos de adolescentes y son innumerables los recuerdos: desde ir a “bailar” para escuchar a los Shakers o a los Mockers, los paseos en dos ruedas en el Jeep de don Napolitano, la barra de la esquina de Bolivia y Camarones, y los primeros intentos con la banda del barrio, hasta las tardes que pasábamos en el altillo de mi casa tocando arriba de los discos, cuando empezamos a ir a la plaza, y los primeros Abuelos. Más tarde, las giras Carpo, fechas que se armaban en el día, sin saber cómo íbamos a ir y menos como íbamos a volver. Después de 20 años, su legado sigue intacto porque Norberto fue como mi primer hermano en lo profesional y Pappo’s Blues III sigue siendo un disco muy adelantado a su época, injustamente criticado entonces, prueba fehaciente de que en este país podíamos hacer la música que amábamos escuchar."
Héctor Starc (en La Cueva)
"A Norberto lo extraño todos los días de mi vida. Mis recuerdos sobre él son de antes que sea Pappo. De cuando éramos chicos, íbamos a la casa y le sacábamos el jeep al padre. De cuando se compró su primer Falcon blanco… En fin, millones de recuerdos de cuando éramos tipos un poco más puros de lo que fuimos después, porque nos fuimos poniendo grandes y nos fuimos endureciendo. Pappo fue uno de los guitarristas más importantes del mundo. Verlo tocar todas las noches en La Cueva de Billy Bond era impresionante. Me acuerdo que esperaba que llegue Amadeo Álvarez, cantante y guitarrista de Los In, ¡para secuestrarle la guitarra y tocar él! No tenía guitarra entonces, pero los grandes no necesitan coleccionar guitarras, solamente hay que tener el talento de Norberto Napolitano, algo que es imposible. Él fue el único que nos representó fuera del país, porque está lleno de argentinos que tocan fuera del país pero tocan para latinos, mientras que Pappo tocó en el Madison con los únicos bluseros de verdad que estaban vivos."
Litto Nebbia (en Los Gatos)
"Cuando conocí a Pappo, él ya tocaba súper bien, como lo hizo hasta lo último. A través del tiempo solo maduró en su sonido, cambió la guitarra y fue incorporando durante las grabaciones con Los Gatos la picardía de redondear un buen solo en el momento exacto en que la canción lo requería. Por eso, sus solos en 'Rock de la mujer perdida'o en 'Mujer de carbón', por citar algunos temas, son de alguna manera perfectos, dentro de ese estilo. Su participación en Beat Nro 1 y Rock de la Mujer perdida es de la estatura de un grande. Los Gatos fueron la alfombra ideal para que Pappo improvisara a sus anchas. Durante el año no parábamos de tocar, hacer giras, grabar, sacar fotos y toda la rutina de una gran banda, en su momento de gran éxito. Tengo un lindo recuerdo de él. Nos divertíamos mucho, era muy ocurrente y gracioso el Pappo que conocimos. Tiempo más tarde, me sorprendió que tuviera algunas actitudes violentas. De cualquier manera, las veces que esporádicamente nos encontrábamos, todo era como entonces. Es una pena que se haya marchado trágicamente. Tenía mucho por hacer todavía. Mis saludos, Pappo."
Billy Bond (en La Pesada)
"Lo conocí de muy joven. Yo tenía un coche modelo '47 al que él le puso Fantomás. Íbamos todas las noches a la costanera, nos quedábamos hablando, boludeando, tomando cerveza, fumando un porro. Tengo muchas anécdotas con Pappo, pero quiero dejar en claro una muy especial: allá por el '71, '72, cuando lo conocí, él era un chico de una familia italiana de La Paternal y La Pesada algunas veces ensayaba en su casa. Era un pibe de barrio, con una ingenuidad impresionante y una bondad típica de inmigrante italiano. La mamá le llevaba café con leche y medialunas a la cama, y si le hablabas mal de ella, te mataba. Después decían que Pappo era un reventado, pero por lo menos en aquella época, no lo era. Con el tiempo no sé qué hizo de su vida… Cuentan cosas bastante raras, que a mí me cuesta creer porque lo conocí profundamente y no le hacía mal a nadie. Era medio cascarrabias, pero solo con los que le tenían miedo, no con los que tenía al lado. Tengo el recuerdo de un gran tipo y un gran violero, entre los 20 mejores del mundo, sin dudas."
Roy Quiroga (con los Ratones Paranoicos y Keith Richards)
"Con los Ratones lo invitamos a tocar con Keith Richards, la primera vez que vino, y resultó maravilloso, porque Pappo se sentía un poco cansado, ninguneado, y no quería volver a tocar. Por suerte lo convencimos. A partir de ahí se generó una amistad muy importante con Juanse, conmigo y con Sarco. Me hacía tocar con él en cualquier lugar y con cualquier cosa. Una vez, en el Roxy de Congreso, tocamos con un bajista desconocido que empezó a meter notas como loco. Cuando pasó a Alejandro Medina, Pappo agarró el micrófono -¡no había nadie abajo!, le dio las gracias al bajista y lo subió a Medina. Fueron dos horas de música impresionantes. Un ser muy especial, Pappo."
Jorge Araujo (el disco Pappo y amigos)
"Con Divididos tuve la oportunidad de grabar 'Sucio y desprolijo' para el disco Pappo y amigos. Con Diego y Ricardo grabamos los tres juntos e hicimos dos tomas. Cuando llegó Pappo, escuchó atentamente la primera toma y dijo 'está buenísima, es ésta'. Obviamente, me quedé con las ganas de grabar con él, pero no olvidaré jamás la satisfacción que sentí en ese momento, cuando vimos que le había gustado mucho la versión."
Isa Portugheis (la despedida)
"Es algo triste recordar el momento de su fallecimiento, la forma en la que me enteré la madrugada del 25 por los medios y la posterior asistencia al cementerio de la Chacarita, donde me encontré con muchos amigos. Entre ellos, el querido Vitico, que llorando decía '¿Por qué me dejó?' Fue algo muy conmovedor. Luego, al llegar el coche fúnebre precedido por el rugido de las Harley, se hizo un responso y se cantó uno de sus temas de Riff , “Mucho por hacer”, hasta que la muchedumbre que lo acompañó hasta el panteón de SADAIC se fue retirando acongojada. Igualmente, además de recordar esta faceta triste de esta historia, me gusta recordarlo como el loco lindo que fue en vida, su falta de filtros, su humor, su vozarrón, sus delirios de todo tipo y, por supuesto, evocar que nos conocimos de adolescentes cuando él emulaba a Eric Clapton y yo a Ginger Baker. Luego la vida nos encontró en situaciones diferentes: tocando en Pappo's Blues IV, en su paso por Londres a fines del '74; y trabajando juntos en el proyecto de Riff VII. Lo recuerdo con una sonrisa porque era un loco lindo, talentoso y buen amigo."
Pappo y Charly García en Cosquín Rock 2005.
Pappo por Claudio Gabis y Miguel Cantilo
"Un día a la hora de la siesta, lo invité a realizar una excursión ferroviaria que resultaría muy blusera e inspiradora. No se entusiasmó mucho, pero insistí y aceptó. Subidos a su coche, lo guié hasta las inmediaciones de la playa ferroviaria abandonada de Ingeniero Brian, en Barracas. Estacionamos en Luna e Iriarte, y desde allí caminamos por la vía de carga que desde Estación Solá llega al kilómetro 5, en Avellaneda. Después de recorrerla atravesando solitarios paisajes industriales, llegamos al Riachuelo, donde un puente cruza el meandro conocido como “La Media Luna”. Lo cruzamos saltando de durmiente en durmiente, porque carecía de suelo, una acrobacia peligrosa que no dejó de resultarnos emocionante. Gritando y riendo, llegamos a la ribera sur, y desde allí seguimos por la vía hasta los aledaños de la Siam. Justo entonces, un agudo silbato reverberó en el descampado. '¡Viene un tren!' grité entusiasmado. Efectivamente, a un par de cuadras una negra locomotora de vapor se aproximaba lentamente arrastrando media docena de vagones de carga. Nos quedamos al lado de la vía para esperar su paso. Mientras se acercaba, pensé qué bueno sería volver a Barracas en ese tren, evitando así repetir el inquietante cruce del puente sin suelo, ¿pero cómo haríamos para abordarlo? Y una de esas cosas que suceden solo una vez, sucedió. La humeante locomotora se detuvo en una señal pocos metros antes de entrar al puente, justo frente a nosotros. El maquinista se asomó, nos miró con curiosidad, se sacó la gorra y, rascándose la cabeza, nos encaró. '¿Qué hacen por acá, muchachos?', preguntó sorprendido. 'Estamos paseando', respondí. '¡Qué lugar más lindo para pasear! ¿Están locos, no? Andar por acá es medio peligroso', nos dijo preocupado… '¿Adonde carajo van?'. 'Bueno, volvíamos a la barrera de Iriarte'. El maquinista asintió, habló algo con el fogonero y, para nuestra sorpresa, haciendo un gesto elocuente con el brazo grito: 'Suban, suban, los llevamos'. ¿Era posible? Ese paseo en tren no estaba previsto ¡Pero subimos, por supuesto! La aventura duró apenas unos minutos, pero estar en la cabina de ese tremendo fierro, viendo arder el crepitante fuego de la caldera, escuchando los mil ruidos de metales en fricción y chirriantes resoplidos de vapor que acompañaban su pesada marcha fue emocionante, divertido… ¡y muy blues! Años después, compuse 'Fiebre de la ruta', que evoca la irrefrenable emoción que produce la velocidad, algo que conocí por Pappo. Él, por su parte, compuso varios temas relacionados con trenes."
Claudio Gabis
"Sabemos muy bien que Pappo era un gran guitarrista, pero no todos conocen ciertas características de su personalidad. Por ejemplo, tenía la costumbre irreverente de rebautizar a sus amigos según la imagen que percibía de ellos, muchas veces relacionada con los envases de bebidas, con comidas, con sus nombres o con los atuendos deportivos. De ahí sobrenombres que quedaron profesionalmente como 'Fanta' bajista rubio como la bebida; 'Hesperidina' al longilíneo y delgado bajista Gustavo Gregorio, 'Tito Milanesa' a quien portaba el apellido Milanesio; 'Botafogo' a Miguel Vilanova por andar circulando con la camiseta de dicho club, y hasta a mi persona como Miguelito Chacarita por mi preferencia de vestir la llamativa camiseta. Pero a veces era más sarcástico, como el caso del mánager Mundy Epifanio, a quien apodaba 'Inmundi'. En cierta oportunidad, en Madrid coincidimos en una pequeña reunión en un departamento en el que corría intensamente el alcohol. En un momento se me acercó y me confió en secreto una frase que no se me olvidó más: 'Tengo un pedo como para catorce'. Rato después se extendió recostado, boca arriba, en el epicentro del salón y se quedó dormido. Pappo tenía un manejo muy curioso del lenguaje y eso se puede notar en algunas de sus canciones, pero trascendía a la charla cotidiana. Usaba giros para iniciar una frase como 'Es menester…' o como cuando estaba buscando un lugar donde mudarse fuera de la Capital y decía 'Pero por aquí es muy inhóspito'. En fin, era un personaje muy particular, amante de las artes marciales. Y cuando alguien en tono de broma lo desafiaba a pelear, lo miraba con desprecio y preguntaba al de al lado: '¿Cuánto puede durar?'."
Miguel Cantilo
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