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'Siamesas': poemario ganador del premio Fondo Nacional de las Artes 2020
'Siamesas': poemario ganador del premio Fondo Nacional de las Artes 2020
La narradora, poeta y guionista tucumana María Belén Aguirre es la autora de esta nouvelle en verso que transcurre en 1982. Aunque concursó en el género terror la obra aborda varios temas: lenguaje, ósmosis cultural, aborto, eutanasia, metonimia, arte y literatura.
Por Lucas Gómez Cano
Siamesas es uno de los últimos trabajos de la escritora tucumana María Belén Aguirre que ha ganado el premio del Fondo Nacional de las Artes 2020. Una nouvelle en verso que transcurre en 1982, plena guerra de Malvinas, desde un pueblo en el noroeste argentino. Dos hermanas en un mismo cuerpo, excepto las cabezas y, como dice una de ellas –que será la narradora durante todo el viaje- ya en la primera página: “Lo inacabado/ lo inconcluso/ lo imperfecto/ es mi alma/ tendiendo un puente/ que va desde esta a la otra/ vida”. La idea de un alma-puente, da la sensación de un camino tan cercano como interminable, pues tienen ideas totalmente distintas de ver la vida –o la muerte-, aún a centímetros y en obligatoria coordinación hasta el final.
Aunque el texto haya participado en un concurso de terror, aborda varios temas: lenguaje, ósmosis cultural, aborto, eutanasia, metonimia, arte y literatura.
Lenguaje
Una cita de Roberto Juarroz es la que da la bienvenida a los lectores, donde se pregunta sobre mundos equivocados o dioses irresponsables. Y es que uno mismo se lo preguntará al conocer a estos seres deformes y puros que no logran encajar en una sociedad cruel que está expectante de una guerra en la que creen estar ganando algo. ¿Entonces quién es el ser deforme? En el tercer capítulo, llamado “Espergesia”, Aguirre alza un homenaje a César Vallejo y sus neologismos y arcaísmos, que sirven para simbolizar la gestación y la paternidad en el sentido más enfermo. Valga la redundancia, porque en el poema homónimo Vallejo dice: “Yo nací un día/ que Dios estuvo enfermo”. Y el poemario al que pertenece es Trilce, escrito desde la cárcel. No es la primera vez que la autora homenajea artistas que han sido marginados. Biopic (2014), por ejemplo, es un libro donde ella traza su biografía artística. En ad lazarum escribe: “Me gustan los poetas/ que han sufrido/ hambre, desalojo/ y tal vez descrédito./ De ellos más/ que de los otros/ me he sentido yo/ incondicional/ hermana/ en la orfandad”.
Ósmosis cultural
En Siamesas María Belén Aguirre vuelve a utilizar un recurso que le sale a la perfección. Y es el pacto entre el lector y el narrador. En El silencio de Tamar (2014) la protagonista debate con Satán en las puertas del infierno sobre cuestiones que pasarán mucho tiempo después, como el Holocausto, las fábricas de la muerte, etcétera. Se puede pensar como recurso cinematográfico, un flashfoward, pero también como una ventana u oráculo en la que el lector mira y absorbe y elige creerle a su don, sin preguntarse cómo ha hecho para saberlo. Ni siquiera se dará cuenta hasta bastante después de terminado el libro. En esta obra lo profundiza, adelantando lo que pasará en el arte y lo social en uno de sus capítulos.
Aborto y eutanasia
En el texto se ve una clara referencia a Un cuarto propio, de Virginia Woolf. La siamesa, hermana de la narradora, en el hartazgo de convivir con otra ser, ruega por un cuarto propio y un cuerpo propio. La que narra también dice estar cansada, en este caso por no saber adónde ir para dejar a su hermana a solas, para verla bailar. Hay escenas memorables sobre ellas coordinando para hacerlo. Pero en ese momento están hartas. Más adelante, en el capítulo del Diario de la siamesa, escribe como una plegaria hacia la madre que la mate, que le dé cicuta. Ese llamamiento a la eutanasia es como una suerte de aborto retroactivo.
Metonimia
Todos los tópicos mencionados son los principales escenarios. La autora apuesta a la inversa: humaniza y encuentra belleza en los que causan rechazo social y va hacia lo profundo de lo cotidiano, que es donde verdaderamente habita el espanto.
Arte
Le interesa que sus obras se vean, se oigan y se toquen. Por supuesto, eso último es una ilusión del lector. Además de ser poeta o una novedosa narradora, es guionista. A lo largo de su obra ha experimentado con recursos del cine, el ensayo y la pintura. Varios autores dicen que a la hora de escribir se enfocan en un lector específico. Pues bien, aquí –y en sus otros libros- pareciera que ella piensa en un lector cinéfilo y a éste le dedica sus fotogramas versificados como por una excelente montajista. Lo literal se vuelve metafora y el “campo” y “fuera de campo” devienen en la batalla de Malvinas, así como el padre ausente de las siamesas. También los guiños a la etapa cubista de Picasso y la trepanación en La extracción de la piedra de la locura de El Bosco. Sin embargo, los espíritus de David Lynch –especialmente en Cabeza borradora, 1977- y Werner Herzog –en El enigma de Kaspar Hauser, 1974- son los más notorios.
Influencias literarias
Hablando sobre la obra de El Bosco, hay varios puntos que pueden recordar a trabajos literarios. Comienzo por Una cuestión personal, de Kenzaburo Oé. Allí habla de su experiencia como padre y su camino de aceptación hacia su hijo que había nacido con hidrocefalia y autismo; y cómo llegó a amarlo habiendo considerado que era un ser monstruoso, hasta su despertar, que se convirtió en un extraordinario compositor de música neoclásica. Como la madre de la narradora de Siamesas, Kenzaburo nunca se rindió, a pesar de que los médicos habían sugerido dejarlo morir. En la nouvelle de Aguirre, lo cuenta quien lo padece. Y es ésta quien quiere morirse, a pesar de su talento e inteligencia. Hablando de trepanación, y desde Argentina, imposible no recordar a Héctor Viel Temperley en su Hospital Británico. Y, aunque sus escrituras seas completamente distintas, Alejandra Pizarnik, que lleva el nombre homónimo de la obra de El Bosco en uno de sus poemarios.
Antes mencioné a Roberto Juarroz y César Vallejo. En una entrevista de hace algunas semanas, el periodista y escritor Carlos Aletto le mencionó a Osvaldo Lamborghini. Al principio no vi las similitudes, hasta que recordé su novela pos mortem: Tadeys. Yendo por ese camino también incluyo ciertos aires al universo de Alberto Laiseca. Y sin dudas algunos cuentos de Santiago Dabove.
Sus libros
La escritora, narradora, poeta y guionista lleva más de quince libros publicados en su primera etapa, del 2009 con la nouvelle versificada Viaje a Lituania hasta los haikus de Archipiélago (2016). Casi todos sus títulos de la mano de Ediciones De La Eterna, editorial que ha dirigido la autora y que dio lugar a varias de las voces más potentes y de distintas provincias en la literatura actual. Pequeñas tiradas con diseños de tapa altamente invitadores a los textos. Hablando de los que llevan su nombre, está por ejemplo Las tuberculosas (2016), fotografía de Diane Arbus, como una Nosferatu en blanco y negro. Clases de Olga (2013), tal vez su obra más terrible, con la tapa de un cumpleaños a modo de homenaje a la protagonista que da nombre al libro y a una de sus nietas; cerrado en folio con una velita de regalo para el lector, como una travesura, porque su contenido es lo contrario. En el ya mencionado Biopic, una foto de un parque de diversiones de cara a un cielo limpio, también engañando a la persona que creerá encontrarse con celestiales versos, y es que pertenece al poema Aguafuerte norteña, en el que un niño muere mirando al cielo desde una montaña rusa. Además de las tapas, varios autores han escrito prólogos exquisitos que enriquecieron las ediciones de estos textos en el que sólo algunos han corrido con el privilegio de tener en sus hogares.
Siamesas forma parte de la segunda etapa que Aguirre pensó como una saga freak llamada Criaturas y lleva varios títulos aún inéditos. Después de años escribiendo en silencio, en esta obra confirma que lo importante no son las apariciones en ciclos de lectura, presentaciones de libros o vanidades en redes sociales, sino el trabajo duro que conlleva escribir desde un pueblo en el noroeste argentino.
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