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La historia de la Hurlingham Reggae Band de Luca Prodan: el eslabón perdido del reggae argentino
La historia de la Hurlingham Reggae Band de Luca Prodan: el eslabón perdido del reggae argentino
El viernes 16 de diciembre de 1983, la Hurlingham Reggae Band volvió a tocar en Palermo. Eran los días preliminares de la primavera democrática, Raúl Alfonsín aún no había cumplido una semana en el cargo inaugural de primer presidente elegido por el voto mayoritario luego de siete años de la más sangrienta y devastadora dictadura cívico-militar que conoció el país. La dicha se ponía en movimiento casi como un acto reflejo de libertad rociada de desahogo y los nuevos espacios del rock subterráneo replicaron el estado de ánimo. Hasta el aire parecía más liviano. Ubicado en esa tierra media entre el Zoológico y el Jardín Botánico –República de la India y Las Heras–, el Zero Bar era uno de los escenarios favoritos de la nación underground. Soda Stereo, Metrópoli, Los Encargados, Nylon y Sumo, entre muchos otros, ayudaron a fortalecer la mística amable que marcó la vida útil del lugar. Esa noche de diciembre no fue la excepción. La HRB arrancó con “No Good” y la cadencia reveló a uno de los protagonistas de la película que se filmaba todas las noches. Luca Prodan canta en el idioma del reggae una canción tan nueva como la imagen del tipo que lleva adelante esa experiencia de surrealismo urbano: nació en Italia pero se educó en Escocia y vivió mil vidas entre Roma y Londres. Es el mismo que lidera a Sumo, magnetismo absoluto y una fe ciega que reafirma practicando el foquismo en tiempo de rock. La estrategia es tocar seguido y copar las carteleras de los espacios adheridos a la causa. Además del Zero Bar, la gira porteña puede seguir en el Stud Free Pub, La Esquina del Sol o el pionero Café Einstein. A tal fin, Luca inventó una serie de grupos paralelos a la banda madre: Sumito, Ojos de Terciopelo y la Hurlingham son los nombres para cubrir una agenda de ansiedades, estilos variados y, sobre todo, retener el tiempo de descuento que le queda a un adicto a la heroína en plena etapa de fuga.
“Luca vino a mi casa en Hurlingham a buscar un equipo, estaba armando Sumo y era un pelado rarísimo, sentado en un coche, que no le daba mucha bola a nadie o, al menos, tenía un carácter muy distinto al nuestro”, dice Tito Fargo D’Aviero, guitarrista fundador de la Hurlingham Reggae Band –e integrante de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota entre 1984 y 1986–, que junto a Alberto Superman Troglio en batería y Leandro Carrizo en bajo ensayaban en el Café Einstein bajo el nombre de Oiga Diga hasta que Luca los escuchó y fantaseó con la idea de tocar al lado del mejor baterista argentino de reggae. La HRB nace a partir de la fusión que genera Luca entre Oiga Diga y Sumo y el bajo de Diego Arnedo completa el cuarteto esencial a fines de 1982. “Luca tenía buena información, había traído muchos discos y también una cámara de eco con la que se podía hacer el sonido que tanto nos gustaba. De a poco fue entrando en confianza, se fue soltando a medida que empezó a entender y hablar un poco más de castellano”.
Desde el escenario y con la ayuda de un radiograbador portátil, Superman Troglio registró el show en Zero Bar. El baterista conservó el casete hasta que en 1992 le regaló la cinta a un fan. “Me lo pasó una noche que tocó con Las Pelotas en Arpegios. Me lo llevé a mi casa, lo digitalicé y lo tuve guardado hasta hace unos meses, cuando pergeñamos la idea de Tito Fargo de reflotar la HRB. Recurrimos a esa cinta, que era una copia del original. Una copia realizada con una muy buena doble casetera Technics y en un TDK 90 cromo. Tito procedió a restaurar el material, a mejorarlo”, dice Marcelo Rossi, responsable de Espantapájaros, empresa dedicada a la distribución digital de música. “Lo que hacemos es rescatar derechos perdidos y recuperar derechos usurpados por personas que no tienen derechos. Así lo hicimos con un show antológico como la presentación de Artaud, en donde nos pusimos de acuerdo con la familia de Luis Alberto Spinetta”.
“Yo tengo un médico que me dice siempre las mismas cosas, y la síntesis es ama tu vida. Yo lo miro con cara destrozada y me voy a dormir…, y cuando me levanto canto este tema que se llama ‘Ama tu vida’”, dice Luca antes de cerrar el show con “Love Your Life”, el tema que le da título al eslabón perdido del reggae argentino, un registro histórico de nueve temas que se estrenarán en el corto plazo en plataformas digitales, después de años como bootleg codiciado por los fanáticos de Sumo que intentaban completar la historia secreta de Luca hurgando en los puestos de Parque Centenario.
“La salida de este trabajo tiene que ver más con ponerlo en un lugar que creo me debía. Siempre fui muy ordenado y entre viajes, idas y vueltas, la HRB quedó relegada en un lugar y hoy por hoy, que hay tanta información dando vueltas, tenía ganas de hacer algo más oficial”, dice Fargo, “y también pensando en todo el tiempo que hemos invertido y todo el trabajo que pusimos para poder, de alguna manera, que ese colectivo de músicos que aparece en la HRB se mantenga un poco con frescura y podamos recordar todo ese movimiento”.
Luca Prodan no trajo el reggae al país, como tampoco fue un misionero de la iglesia postpunk, pero es incuestionable que elaboró una traducción más acabada y rigurosa de cómo hacer música jamaiquina muy al sur de todo. La Hurlingham Reggae Band funcionó entre 1982 y 1984 como la nave escuela de un género cargado de signos. El costado religioso nunca sedujo al cantante, aunque caía rendido ante la espiritualidad expansiva de canciones como “Redemption Song”. Luca asistió a la consagración londinense de Bob Marley durante la seguidilla de shows que brindó en el Rainbow Theatre, en junio de 1977. En uno de esos conciertos, se quedó en las filas de atrás observando cómo bailaban las mujeres jamaiquinas creando un acompasamiento compartido con lo que sucedía en el escenario, casi un trance rítmico y minimalista.
Las sesiones nocturnas de El tren fantasma, con la inolvidable voz de Omar Cerasuolo y la programación musical de Daniel Morano, primero en la amplitud modulada de Radio Rivadavia y luego en la FM de la misma emisora, educaron a varias generaciones de oyentes curiosos e inquietos. Ahí escucharon por primera vez a Marley, Peter Tosh, Sex Pistols, The Police y Kraftwerk. El resto de la educación estaba en las disquerías y en las revistas especializadas como Pelo y Expreso Imaginario. Antes de Sumo, existieron bandas de reggae como Calipso de Luxe, luego reconvertidos en Alphonso S’Entrega, el grupo de Daniel Morano que recién grabó su disco debut en 1987 pero ya desde 1980 giraba por el pequeño circuito de bares porteños defendiendo un original repertorio de reggae blanco y ska. Otro ejemplo es Demo, la banda de Rinaldo Rafanelli (ex Sui Generis, Color Humano y Polifemo), parte de la cuarta edición del Festival B.A. Rock en diciembre de 1982. “Definir la música de Demo es un poco complicado, aunque básicamente es una fusión de rock y reggae”, dijo Rafanelli a la revista Pelo poco antes de registrar Lumpen (1983), el único disco que dejó el cuarteto con un jovencísimo Ricardo Mollo entre sus integrantes. Por su parte, Rafanelli se incorporó a Alphonso S’Entrega en 1985.
El mito de Luca Prodan empezó a escribirse mucho antes de su muerte por mozos, guardas de trenes y linyeras. Son tantas batallas ganadas que es fácil sumarle condecoraciones. Alfredo Rosso tiene su propia versión de la tesis “reggae en Argentina”. “Algún colega periodista habrá hecho una nota muy romántica que decía ‘Luca nos trajo el reggae’, y después todos repitieron eso. En realidad el reggae lo trajo [el periodista] Claudio Kleiman, que tenía una disquería en Flores que vendía los discos de Marley en el 79, y donde yo me copié Aswad, Matumbi, Marley. También Daniel Morano me copiaba en casete discos de reggae porque yo no tenía un peso. Entonces, lo más justo sería decir que el reggae llegó a la Argentina por Morano, Luca y Kleiman. Pero sí es cierto que la influencia de Luca fue importante porque de alguna forma acá se tocaba con un criterio de virtuosismo y Sumo demostró que se podía hacer buena música con más silencios y menos notas. Pero tampoco vamos a decir que nos enseñó todo”, dice el periodista de la legendaria Expreso Imaginario.
La imagen de Luca aterrizando en Ezeiza –en marzo de 1980– cargado de discos y libros es una hermosa postal que no necesita pruebas de identidad. Muchos de esos discos eran piezas robadas de la disquería Virgin en Marble Arch (Londres), uno de los locales donde nació el imperio de Richard Branson. El tipo, que en poco tiempo se convertiría en uno de los multimillonarios más poderosos del planeta, contrató a Luca para manejar la sección de “singles”. El estilo Branson imponía nuevos hábitos: en sus primeros locales podía encontrarse comida vegetariana y buenos almohadones para escuchar con auriculares, sin límite de tiempo, el vinilo elegido. Pero, más allá de estos detalles, lo importante estaba en el material importado que se conseguía en sus bateas. Parte de ese tesoro que Luca tuvo en sus manos luego lo empezó a acumular para sí mismo, la mayoría robados del depósito con un límite: uno de cada diez discos que vendía iba a parar a su casa. Obviamente, lo descubrieron y lo echaron, pero la insistencia de los clientes que reclamaban al italiano que podía descubrir el título de una canción y a su intérprete con tan solo escuchar un silbido desafinado le devolvió su trabajo. La segunda oportunidad en Virgin duró poco. Luca empezó a trabajar en un depósito, con muchos más discos a disposición, y la sustracción alcanzó niveles de desmesura. Además de llevarse los discos que le gustaban, también robaba discos para sus amigos y para su hermano Andrea. Esta vez Branson no dudó y ordenó el despido definitivo.
“No le mostraba mucha música a él porque lo que más le interesaba era su música. Trajo algunos vinilos que aún conservo. Cosas que tenían que ver con el dub, que es básicamente donde empiezo a incursionar”, dice Fargo, que también suma a El tren fantasma como fuente de conocimiento en la etapa formativa de la HRB. Los vinilos de Dennis Brown, Gregory Isaacs, Linton Kwesi Johnson y Dennis Bovell son parte de esos primeros intercambios –con predilección por el reggae más roots– que rápidamente pasaron a la acción de juntarse a ver qué sucede con la música. “La manera de trabajar que teníamos con la HRB era empezar a tocar con alguna vuelta de acordes que podíamos traer Luca o yo. Luego él se ponía a cantar o a inventar las canciones sobre la marcha. Eso me sedujo de entrada, la manera de hacer las cosas. Básicamente primero había que tocar y, después, ensayar. Muchas canciones se formaron arriba de un escenario también”, explica el guitarrista.
Al mismo tiempo que Luca se entusiasmaba con la Hurlingham, Sumo continuaba atento a la posibilidad de grabar el anhelado y postergado disco debut. En octubre de 1983 registran Corpiños en la madrugada, una producción independiente en casete que sirve como carta de presentación para conseguir fechas y convencer a algún cazatalentos de las compañías discográficas. El circuito de bares era muy acotado y finalmente quedaba reducido a un público informado que nunca crecía en cantidad. “Si no estabas en la escena era muy difícil enterarse”, contó alguna vez Fidel Nadal para explicar el panorama artístico del que formó parte primero como espectador y luego como cantante de Todos Tus Muertos. Rápidamente, Luca descubrió que Sumo no podía tocar todas las semanas en el Einstein, que desde un principio se estableció como el centro de operaciones de la banda. Para colmo, el lugar permanecía abierto todos los días salvo los lunes y con una agenda que no llegaba a cubrir las noches dedicadas al rock. Los Violadores, Virus y unos ignotos Soda Stereo se agregaban a la lista de bandas junto a Los Twist, Los Encargados y Control. Luca incluso llegó a discutir con Omar Chabán, uno de los tres dueños del bar, por el precio de las bebidas, que según él eran muy baratas. Buscaba elevar el caché de los grupos y convocó a una rebelión de bandas para que ninguna volviera a tocar en el Einstein hasta nuevo aviso. El único grupo que eludió el pacto fue Soda Stereo, que incluso llegó a tocar en el Einstein con una “custodia” de rugbiers amigos por temor a represalias. Entonces, Sumo se multiplicó por obra y síntesis de su líder.
De todas las exploraciones paralelas a Sumo, la Hurlingham Reggae Band fue el proyecto más serio y consistente. Si bien no patentó la marca reggae argentino, puso melodía y letras inteligentes a los primeros himnos del género jamaiquino de fabricación nacional. La frase favorita de Superman Troglio señala que “Luca no trajo el reggae a la Argentina, nos descubrió a nosotros haciendo reggae”. El impacto de The Police, que tocó en Obras Sanitarias en diciembre de 1980, los discos de Bob Marley y UB-40, y cierta apertura que produjo la new wave aportaron más elementos a la pequeña comunidad de músicos atentos al reggae. “Acá se conocía lo comercial. Luca reveló el sonido más roots: Linton Kwesi Johnson, Dub Masters. Tenía una discoteca importante y conocía el folclore del estilo, que eso también lo hace sonar”, aclara Fargo. Con el tiempo muchos estudiosos de la cultura rastafari descubrieron que Luca podía cantar en patois, el dialecto jamaiquino.
La formación inicial de la HRB –con Prodan, Fargo, Arnedo y Troglio– sumó a Darío Ungaro como percusionista invitado. En el show en Zero Bar, el sonido de una especie de ahogo se vuelve tan notorio como los mil golpes que mete Superman en tiempos reducidos. Ricardo Mollo antes de entrar a Sumo participó como guitarrista invitado de la Hurlingham y Roberto Pettinato fue otro habitué de las integraciones impredecibles de la banda del Oeste. “Nunca encontramos mucha más gente para que se incorpore en lo fijo. Leandro Carrizo, que fue el bajista de Oiga Diga, intentó tocar los teclados pero no teníamos elementos para desarrollar todo. Con el tiempo, se incorporó Darío, que después fue baterista de La Zimbabwe. Vino a un par de shows y medio que quedó tocando fijo con nosotros. El primer concierto de la HRB creo que fue en el Einstein, no recuerdo cuándo, supongo que un domingo de esos que quedaban un poco libres, que Luca dijo: ‘Nos metemos acá y seguimos trabajando’”, dice el guitarrista en referencia al búnker de Luca y sus células subversivas.
“Vi a la HRB una sola vez. Un domingo en el Einstein”, cuenta Sergio Rotman. “Me acuerdo de que era domingo porque Sumo tocaba los sábados y la HRB los domingos. Yo en el 83 tenía 18 y podía ir porque era para mayores de edad. Esto fue a principios del 83. Me parecía como más cheto, no como Zona Norte, sino como cuando alguien se compra un auto nuevo y le decís: ‘¡Uy, qué cheto!’. En ese aspecto. Algo nuevo, limpio y lindo. El Sumo que conocí con Sokol y sin Mollo era un placard oscuro. Después, Sumo, cuando hace metástasis con la HRB, se convierte en otra cosa y es otra historia”.
‘Ahora vamos a hacer un tema medio beatle que se llama ‘Oh oh oh’”, anuncia Luca el nombre de fantasía de “El reggae de amor y paz”. En la introducción suena una trompeta destartalada que interpreta el italiano que aprendió a tocar el noble instrumento de viento durante su larga estadía en Gordonstoun, el colegio escocés al cual lo enviaron sus padres y de donde se fugó poco antes de recibirse. “Luca me dijo que le gustaría más gente en la banda para que suene más a reggae”, cuenta Fargo. “Me dijo que tocaba la trompeta y yo le respondí que un amigo tenía una trompeta colgada en la pared de la casa”. El préstamo no demoró en llegar a las manos del cantante. “Esa fue la trompeta que usó durante mucho tiempo hasta que se fue desarmando, la juntamos en una bolsa, la mandé a reparar y la usamos un poco más, y como volvía a desarmarse y antes de sufrir otro embate, se la devolvimos a su dueño y nos quedamos sin trompeta”.
Love Your Life es un paseo al natural por el territorio más soleado del mapa Prodan, los años rozagantes de Luca y el rigor festivo para zapar en público un ska adhesivo como “Yeah, Yeah, Yeah, Oh, No, No, No”, zapar y experimentar con la cámara de eco en “Paranoia” –otro tema inédito–. Reconocer el poder sanador de “Kaya” o el efecto celebratorio de “No tan distintos”, primero conocido como “1984”. Faltan los recorridos de la HRB por los clásicos del rey del calipso Harry Belafonte, un exquisito popurrí que incluía apropiaciones de temas como “Matilda”, “Jamaica Farewell” y “Coconut Woman”. La idea de Fargo y de todos los involucrados en el proyecto de restauración de cintas perdidas es sumar nuevos lanzamientos de la HRG.
“En un principio, eran casi todos temas míos, cuando yo tocaba la guitarra. Después la cosa fue cambiando, entró una onda mucho más reggae, nos desdoblamos en la Hurlingham Reggae Band (que era únicamente reggae) y Sumo, por su parte, se puso más pesado. Y Fargo era el violero de la Hurlingham. Después se unieron los dos grupos otra vez. Fargo se fue con Patricio Rey, yo me fui a Europa, y cuando volví con Sumo comenzamos a hacer temas de la Hurlingham… Ahora Sumo es medio reggae y medio pesado. En fin: medio raro”, le dijo Luca Prodan a Gloria Guerrero en las páginas de la revista Humor en 1985. La síntesis del cantante es perfecta, Sumo absorbió buena parte del repertorio de la HRB y varios de esos temas fueron a parar a los tres discos oficiales del sexteto mayor del rock argentino.
La leyenda detrás de Divididos por la felicidad reconoce fuertes presiones de la discográfica CBS para que el debut de Sumo incluyera más reggaes que “temas raros”. Walter Fresco, productor del primer disco y puente entre la banda y la firma del contrato, dice otra cosa: “A mí me dejaron hacer lo que quise en la CBS con Sumo y su repertorio. Ahí hay un mito donde Pettinato, con mucha mala leche, dijo que yo estaba interesado en grabar reggae, que si no hubiera sido por él las cosas no hubiesen salido como terminaron en el disco. Es mentira, hice que se fusionaran las dos cosas, de hecho grabamos Sumo mezclando repertorio de la HRB. La directora artística, que era Beatriz Lupo, cuando le propuse grabar a Sumo me dijo que si me gustaba que lo hiciera. De ahí en más fue todo entre nosotros y los músicos”.
Muchas de las composiciones en las que Fargo compartió autoría con Luca nunca fueron reclamadas por el guitarrista. “Solo hice una firma reglamentaria en ‘No good’. Los demás temas se los obsequié a Luca en su momento, o a la banda, más que nada porque yo tenía un trabajo que me permitía vivir y casi todos estaban tratando de salir adelante con la música, entonces me parecía lógico”, dice Fargo, que llegó a tocar por unos meses en la HRB y en Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. “Skay y Poli venían a ver shows de Sumo y de la HRB. En un momento tenían que rearmar la historia musical de Los Redonditos, porque ellos no tocaban mucho, apenas una o dos veces al año, con una formación medianamente estable. Skay me planteó ensayar y tocar juntos. Los Redondos estaban en una nueva etapa, querían dejar de ser tan aleatorios en la propuesta y encarar una cosa más musical. Fui a ensayar a la casa de ellos. A partir de ahí toqué con los dos. He tenido shows en el mismo día con una banda y con otra, tenía que ir corriendo para estar con los dos”, dice el guitarrista, que actualmente encara proyectos diversos como músico y productor, con Gran Martell en lo más alto de sus prioridades. El pasado vuelve sin nostalgia, es un período que ahora puede mostrar, la etapa que vivió junto al amigo italiano que sigue tan activo como un reactor inagotable. “Luca rompió ese hielo que existía entre el músico y el público, haciendo de pívot en esa situación y con mucha verborragia y picardía, cautivaba no solo a la gente que lo escuchaba sino a nosotros porque todos los días podía hacer algo diferente y casi todo tenía que ver con cosas que le sucedían ese día”.
por Oscar Jalil
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https://www.lanacion.com.ar/revista-rolling-stone/la-historia-de-la-hurlingham-reggae-band-de-luca-prodan-el-eslabon-perdido-del-reggae-argentino-nid23042021/
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