JUICIOS EN BAHIA BLANCA CCD LA ESCUELITA

JUICIOS EN BAHIA BLANCA CCD LA ESCUELITA

Declaran víctimas y testigos de la Comarca. Juicio por Crímenes de Lesa Humanidad del Comando V Cuerpo de Ejército.
de Comisión Apoyo Juicios Comarca, el Lunes, 21 de noviembre de 2011, 19:02

29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre en Bahía Blanca

Los interesados en acompañar, podrán reservar lugar en los micros que partirán de Viedma y volverán en el día, acercándose a la Casona de la Memoria “Bachi Chironi” Misiones Salesianas 20, de Viedma, en horario de 8 a 13; o llamar al teléfono 02920-428622. Para ingresar a presenciar las declaraciones, deberá enviar nombre y apellido y DNI a tofbahiablanca@pjn.gov.ar

“Querido amigo, amiga, vecino, vecina: quiero decirte que este juicio es por y para todos, que es importante tu presencia y acompañamiento, por eso te lo pedimos, porque hará de la memoria un acto por el cual el NUNCA MÁS se concrete y exprese la voluntad y el poder de todos.

Cuento con vos.

Con el afecto de siempre...”

El Juicio oral y público por los delitos de Lesa Humanidad cometidos en jurisdicción operacional del V Cuerpo de Ejército con asiento en Bahía Blanca se inició el 28 de Junio del corriente año, dando fin a 35 años de Impunidad.



Comisión de Apoyo a los Juicios por Delitos de Lesa Humanidad de la Comarca Viedma-Patagones –

comisiondeapoyojuicios@gmail.com

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Bebés Nacidos en La Escuelita. El Caso Metz en el Juicio de la UNS

Adriana Elisa Metz tenía, como ella misma precisó, un año, un mes y dieciseis días cuando vio a sus padres por última vez. Fue en Cutral Có, en diciembre de 1976, minutos antes de que se los llevaran secuestrados de su propia casa y a ella la dejaran allí, abandonada a su suerte. Su madre estaba embarazada y algunos años después supo que, casi seis meses tras el secuestro, dio a luz en el centro clandestino de detención La Escuelita, que funcionó entre 1976 y 1977 en el ex Quinto Cuerpo de Ejército de Bahía Blanca. Desde que descubrió que tiene un hermano, no deja de buscarlo. Una vez creyó haberlo encontrado. Pero el análisis de ADN dio negativo. Se sumó al trabajo de Abuelas y no pierde las esperanzas. Con entereza, superando algunos sollozos y con una fuerte convicción de la necesidad de alcanzar la justicia, no sólo para su caso, sino para todos los que sufrieron muertes y desapariciones con el terrorismo de Estado, este miércoles dio su testimonio, conmovedor, en el juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la Universidad Nacional del Sur. Su declaración culminó, después de pedir permiso y leer un ayuda memoria, con un mensaje hacia los acusados. "Estoy acá por mis papás, por mis hijos, por todos, por los de cerca y los de lejos, por los nietos recuperados y por los que aún falta encontrar. Si los señores que están detrás mío tienen un poquito de... no sé cual es la palabra. Si les queda algo por hacer, que digan lo que saben. Por mi hermano, por el de Izurieta, por todos y por nosotros. Los hijos de desaparecidos tienen que aparecer porque así corresponde".

"Mis papás me faltaron cuando me casé, cuando nació mi primer hijo, en los cumpleaños, en los momentos de dolor y en los de alegría" respondió cuando le preguntaron cómo había sufrido la prematura ausencia de sus padres. "Cuando nació mi primer hijo, me pregunté si mi mamá había tenido esa misma oportunidad con mi hermano.... Cuando nació mi segundo hijo, la duda me volvió. Sabía que ella había tenido esa oportunidad cuando nací yo, pero con mi hermano no sé... Cuando tenían algún problema, mis amigos recurrían a sus madres. Yo no la tenía porque a alguien se le había ocurrido que debía ser así. Es feo, muy feo". A Adriana la criaron sus abuelos paternos, que la rescataron de una familia vecina de Cutral Có que la había acogido en su casa, a la fuerza, tras el secuestro de Raúl y Graciela Romero, sus padres. Reveló que hace poco tiempo, un hombre de aquella ciudad la llamó y se reunió con él. Le contó que la noche en que se llevaron a sus padres, a él le pegaron, asustaron a su mujer y después de entregárselas, uno de los militares que participó del operativo le dijo: "nunca abras la boca y criala como propia". Luego le dijo también que lloraba mucho y que por eso se le hacía difícil criarla, por lo que decidió llamar a su abuelo para que se la llevara con él.

"¿Tiene esperanza de volver a ver a sus padres?" le preguntó el fiscal. Respondió que su abuela siempre le decía que la esperanza era lo único que se perdía. Que sus padres estaban secuestrados y que podían salir. Y rememoró un día, cuando tenía 14 años, en que padecía fiebre y la llevaron a la casa de unos familiares. Cuando su abuela la quiso atender, una tía le dijo que la dejara tranquila y le cuestionó la actitud de insistirle con que sus padres estaban presos y que en algún momento los iban a liberar. "Bien muertos están" le lanzó la tía a la abuela. Para superar el trauma, Adriana recurrió a la psicóloga y la respuesta que encontró en la profesional fue "¿Cómo, no sabías que estaban muertos?. Ahí me enteré que no iban a volver más".

Adriana Metz relató también el día en que sus abuelos le leyeron una carta enviada desde el exilio por Alicia Partnoy, en la que contaba que había convivido con Graciela, su madre, en La Escuelita y que allí también había estado su padre Raúl. La carta tenía la fecha del 4 de diciembre de 1981 y en esa nota, Partnoy le revelaba que entre la noche y la madrugada del 16 de abril, su madre había parido un varón en el centro clandestino. "Tengo un hermanito y quiero a mi hermanito" relató ante los jueces que dijo aquella vez, cuando ella sólo tenía 6 años. Dijo que fue tomando conciencia en forma gradual de que era hija de desaparecidos y tenía un hermano al que encontrar. "Cuando mi primer hijo tenía 2 años, me di cuenta de lo que significaba abrazarlo, levantarlo y cambiarlo. Todas esas cosas que se le hacen a un primer hijo y que no las estaba difrutando, porque él tenía una madre que yo no había tenido. Nació en 2001. Ahí me di cuenta que no pude ser hija de mamá y papá. Cai en la cuenta de que no tenía a mi hermano cuando nació mi segundo hijo... Creció, empezó a hacer cosas, aparecieron los celos con su hermano, jugó con él y se hicieron compinches. Ahí me di cuenta que me habian sacado a un hermano. Me di cuenta de todo eso".

También relató que entre los años 2007 y 2008, una amiga de su mamá le dijo que tenía un dato sobre alguien, que era adoptado y que podía ser su hermano. Lo fue a ver a su trabajo, le contó su historia y le dijo que la solución era que se hiciera un análisis en el Hospital Durand. El hombre, Enrique Catuzzi, sobrino del general Abel Teodoro Catuzzi, ex jefe del Quinto Cuerpo de Ejército, se negó a hacerse el examen en el Banco de Datos Genéticos ("tengo miedo de lo que le puede pasar a mi mamá", le dio como argumento). Contó que al poco tiempo volvieron a reunirse en una estación de servicio a la que llevó fotos y estuvo una hora y media tratando de convencerlo para que no se hiciera el análisis en un laboratorio privado. Finalmente, no lo logró. "Fue terrible para mí, porque sentí que le había fallado a mis viejos" declaró, entre llantos. Luego recurrió a un juez y logró que el Catuzzi se hiciera el estudio de ADN, pero dio negativo: no era compatible con las muestras recogidas en el Banco Nacional de Datos Genéticos. A partir de alli, recurrió a Abuelas de Plaza de Mayo, con las que colabora para hallar a su hermano y a otros nietos, hijos de desaparecidos.

"Para la sociedad y la historia es super importante que se haga este juicio. Si alguno de estos señores (por los imputados) se digna y dice, puede ser mucho más importante de lo que ya es hasta ahora. Pero a mí, no me devuelven nada" dijo también Metz que no recibió preguntas de la querella ni de los abogados defensores.

Antes de su testimonio, declaró Luis Carlos Metz, hermano de Raúl. Relató la labor incansable de su padre para dar con su hijo, su nuera y el hijo de ambos. Dijo que se reunió con muchas autoridades y llegó a hablar con el general Catuzzi, pero le dijo que no sabía nada de ellos. Reveló que Graciela Romero y Raúl Metz habían huido de Bahía Blanca, luego que a su hermano lo intentaran secuestrar de la guardabarrera del ferrocarril donde trabajaba. Dijo que el operativo de secuestro se hizo un día que él no estaba de guardia y estuvieron a punto de llevarse a un compañero. Por eso se radicaron en Cutral Có. Aseguró que la noche en que se los llevaron, Raúl supo lo que pasaba, se atrincheró en su casa y comenzó a gritar, para alertar a los vecinos. Sus captores entraron igual, lo llevaron a él y a Graciela y dejaron a la pequeña Adriana, abandonada. Según Luis Metz, a su padre le costó recuperarla de la familia que le había dado un lugar en su casa. También reveló que cuando su padre fue a la comisaría de Cutral Có a denunciar el caso y pedir datos, le dijeron que no sabían nada, pero les entregaron todos los documentos de su hijo y su nuera. "¿Cómo puede ser que los tuvieran y dijeran que desconocían qué había pasado con ellos?" se preguntó Metz. También dio detalles de lo que supo sobre las condiciones de detención de ambos en La Escuelita a partir del testimonio de Alicia Parnoy. "Contó que los tenían muy mal en el comando quinto cuerpo, en La Escuelita. Los tenían en una cama permanentemente acostados, con los ojos vendados y el único momento que les dejaban levantarse era para ir al baño. Les pegaban mucho por cualquier cosa. Habían varios detenidos, dijo. Sabían que estaban vivos por los golpes y quejas de los otros. ¡Uy le pegaron a Raúl! ¡Uy le pegaron a Graciela! se escuchaba. Para tener el hijo la hacían levantar y caminar alrededor de una mesa. Un poquito y se volvia a acostar. El 16 de abril nació un varón".

La jornada de testimonios culminó con la declaración de Noemí Fiorito de Labrune, miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén. Relató su contacto con el caso Metz, en el marco de las investigaciones que realizó desde 1976, junto al obispo Jaime De Nevares, miembro de la APDH y luego con la justicia, ya recupeada la democracia. Resaltó el "coraje envidiable" del padre de Raúl Metz para presentar escritos ante la justicia desde el año 1977 y con alegatos comprometidos con su lucha en plena dictadura. Ejemplificó que fue el abuelo Adriana quien logró conseguir el certificdado de embarazo de Graciela. "Por lo joven del matrimonio secuestrado y porque dejaron una chica, siempre fue un caso que reunía toda la crueldad y la metodología desplegada que en otros casos se había visto parcialmente. En ese caso estaba todo" resaltó Labrune, de 81 años. Contó además detalles de sus encuentros con dos guardias del Ejército que estuvieron en La Escuelita y supieron del nacimiento del hermano de Adriana, pero no aportaron datos concluyentes.

Red por la Identidad de los Lagos del Sur

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