Pueblo Mapuche
Sergio Caniuqueo, ex bajista de PIRULONKO “Nuestro objetivo fue siempre transgredir” .
Sergio Caniuqueo, ex bajista de PIRULONKO “Nuestro objetivo fue siempre transgredir” .
Detrás de sus anteojos Sergio Caniuqueo parece como un hombre tranquilo, y al trato lo es; también es bueno para hablar. Historiador el hombre, es uno de los autores del libro ¡Escucha winka!, publicado recientemente en Chile. Un título que de pronunciarlo inevitablemente remite al ¡Escucha, blanco! del revolucionario argelino Frank Fanon y a las luchas de nuestros pueblos. Como todos, él tiene un pasado y su pasado – en una parte – tiene que ver con Pirulonko, la banda de punk mapuche que en 1996 se formó en Temuko. Durante el bienio ‘97/’98, bajo en mano, participó de ese proyecto. Un proyecto con pretensiones que excedían los márgenes de la música y del under contracultural. Un proyecto que proponía hacer política por otros medios (sin llegar a la guerra). Un proyecto que hablaba de pueblo y de romper esquemas, una alternativa latente. De ese proyecto, sus idas, vueltas y vigencia habló una tarde en Temuko. ¡Escucha, winka!
Por Hernán Scandizzo-((i))-Argentina Indymedia
- Antes que encienda el grabador me explicabas que Pirulonko surge en un contexto de necesidad de participación, de debate, generado por el contrafestejo de los 500 años de la Conquista de América.
El proceso político mapuche tiene un cambio muy interesante que se desarrolló el la década de los ’80. Primero, hay un cambio en el tema cultural, la dictadura de [Augusto] Pinochet hace que en un momento todos los movimientos sociales se disgregaran, pero ya en el ’78 el movimiento mapuche vuelve a organizarse, sobre todo frente al Decreto Ley 2568, que permitía dividir y enajenar las tierras mapuches, o sea, que la gente podía vender. Eso para la mayoría de los dirigentes significaba perder sus tierras, porque la pobreza que en ese momento se veía venir, y que también se estaba viviendo, era sumamente fuerte.
Así que comienza todo un movimiento y dentro de él participan muchos jóvenes, que son el gran motor del movimiento mapuche en los años ’80. Y los jóvenes, poco a poco, comienzan a escudriñar nuevas formas de hacer política, que ya no necesariamente era la política tradicional del asambleísmo, y en eso, por ejemplo, el grupo de teatro de Ad Mapu [organización formada en esos años] es como uno de los primeros iniciadores. Y pese a que eso fue algo muy minoritario, muy minúsculo, fue quedando en la memoria de los jóvenes. Y ya cuando estaban finalizando los ’80 hay unos quiebres y en eso se arma la Comisión de los 500 años, que después pasó a ser acá [en Temuko] lo que se conoce como Akiñ Wallmapu Gvlam o Consejo de Todas las Tierras.
Dentro de esto comienza todo este proceso de reflexión: ¿cómo expresarnos frente a lo que habían sido los 500 años? Entonces se refuerza un poco la dicotomía entre el nosotros y los otros, y aparte que surgen discursos – en todo Latinoamérica – con la dicotomía entre lo propio y lo ajeno. Pero hubo grupos disidentes que lograron meter cosas de lo ajeno – por decirlo así – y expresar también lo que sentían como personas, como identidades, y en eso la poesía, las artes plásticas y el teatro fueron experiencias bien interesantes.
Surgen grupos que trabajan el teatro, sobre todo en los Hogares estudiantiles. Aparece Elicura Chihuailaf reivindicando lo propio pero utilizando el formato de la poesía (a lo mejor dentro de lo mapuche no existía la poesía propiamente tal, pero existía el vlkantun – que es la forma de cantar, de expresar -). Y en el caso de la plástica, tampoco existía, y ahí, por ejemplo, empezó a aparecer el Christian Collipal – que después fue vocalista de Pirulonko - con otra gente. Y en el ’92 a eso [la necesidad de expresarse] se sumaron los conflictos medioambientales, sobre todo los megaproyectos. Ante eso había que responder ocupando todos los espacios posibles.
En el caso de Pirulonko, nace con Christian Collipal. Christian es el creador de los textos, de las canciones y la música la desarrolla con un amigo de la escuela, Pablo Castillo. Ellos parten desde esta lógica y ya con más años dentro del movimiento Christian comienza con la idea de hacer música mapuche, pero no la música tradicional, ahora, asumiendo también un tema urbano. Christian es un mapuche urbano y él también empieza a hacer esto dentro de la urbanidad. Se da cuenta que había que hacer música desde el lugar donde uno está parado, y en ese sentido, si tu eres urbano, ¿por qué no echar mano de las cosas que existen en lo urbano? Eso no quita que tu música la puedas compartir con la gente rural.
- En algunas ciudades de Puelmapu como Bariloche, la música punk y heavy fue juntando a jóvenes mapuches de los suburbios que en conjunto empezaron un proceso de reafirmación de la identidad. En el Temuko de los ’90 para el joven urbano ¿había una crisis de identidad o estaba firme que se era mapuche y más que buscar hacia atrás se proyectaban hacia adelante?
Por el contexto histórico los mapuches que nacimos en Temuko no perdimos el vínculo con nuestras comunidades de origen, la mayoría de nosotros siguió toda su vida visitando las comunidades en el verano para ir a trabajar. Por lo tanto no hubo una disociación en términos de la cultura – mucha gente participaba en los nguillatunes, eso era común – pero sí eso lo vivieron los chicos en Santiago.
A principios de los ’90 había todo un rollo entre los mapuches urbanos y los mapuches rurales. Los mapuches rurales - y mapuches rurales entre comillas, porque eran los chicos que se habían venido de las comunidades a estudiar – siempre planteaban un tema más místico; en cambio los mapuches urbanos de los ’90 se amparaban mucho en lo político. Igual la poesía y ese tipo de cosas eran expresiones más de los chicos urbanos que de la gente mapuche que venía de las comunidades.
Hasta el ’96 más o menos existe un quiebre muy fuerte entre lo urbano y lo rural, era un tema que no hacía mucho bien y con la música nosotros nos dábamos cuenta que podíamos saltar esa barrera y plantear una posición más de pueblo. Yo creo que del ’96 en adelante la gente mapuche empieza a comprender y a asumir, también, es el tema de Pueblo. Y Pirulonko cuando nace, nace en ese contexto, como expresión más del moviento que de un encontrarse en los lugares under. De hecho nosotros varias veces tocamos en tocatas under y a mucha gente le gustaba catalogar nuestra música como punk progresivo étnico y otros tipos de cuestiones, pero nosotros más que intentar una definición musical lo que buscamos era un tema integrador, sobre todo con los cabros mapuche. De hecho pese a que Christian no sabía hablar muy bien mapuzugun se esfuerza por ir aprendiéndolo para que las letras sean cantadas en mapuzugun.
- Hace tiempo me contabas que uno de los objetivos de Pirulonko era, justamente, revalorizar el mapuzugun entre los jóvenes.
La cuestión era cómo hacer una movida musical mapuche. Nuestro interés era que existieran otros grupos musicales, independiente del estilo musical que siguieran, si era rock, hard, heavy, punk... nos daba lo mismo, incluso que fuera pop. Lo que nos interesaba era el tema de que los jóvenes tuvieran un canal para identificarse, decir: “Mira, yo me sintonizo con esto”, “Mira, me puede gustar esta música pero soy mapuche”. Lo que nosotros pensábamos con Pirulonko era simplemente estimular que otros también se atrevieran a hacer algo, no sé si igual, pero sí intentar hacer música.
Nosotros sabíamos que en términos de calidad musical no éramos muy buenos, de hecho creo que ese fue uno de los primeros problemas de Pirulonko, afiatarse musicalmente, a la mayoría nos costó.
- ¿Cuál fue el lapso de vida de Pirulonko?
El lapso de vida de Pirulonko debe haber sido del ’96 al 2000. Ahora Pirulonko funcionaba esporádicamente después del ’98, ya Christian vive en Dinamarca, viaja a Chile, está unos 6 meses… Entonces no se le dio continuidad al proyecto.
Yo por un tema personal me enfoqué en la investigación histórica y en la política, entonces veía que la música, Pirulonko, era un espacio incluso para que otros jóvenes se pudieran integrar y después salir y armar otras bandas. De hecho me da un poco de pena que no se haya logrado concretar ese circuito de grupos mapuche.
- Sin embargo hoy día, no sé en Temuco, pero en Santiago hay una movida mapuche hip hop.
Sí, de hecho cuando estuve escuchando el CD Newen Peñi [a beneficio de los presos políticos mapuche grabado en 2002] lo notaba, hay un rollo bastante fuerte con el hip hop. Eso está bien, pero el tema era que esto se debería haber diversificado mejor, no solamente hip hop. Incluso trascender la música marginal, salir de estos grupos marginales. Creo que el tema todavía da para mucho con el rescate del mapuzugun, rescate de ejecución de instrumentos, o sea, se pueden abrir muchas líneas.
Yo pensaba que a lo mejor Pirulonko estimularía eso de manera más rápida, que esto iba a ser antes del 2000, pero a veces los procesos sociales no son tan rápidos como uno quisiera. Pero sí es estimulante, por ejemplo, que los cabros que hace hip hop se hayan desmarcado un poco del tema de la izquierda y hayan empezado a armar temas más propios. Me acuerdo que para muchos cabros de población Los Panteras eran como los íconos y qué bueno que estén saliendo grupos nuevos, ya no al alero de Los Panteras sino haciendo algo con un discurso propio. Creo que lo que uno tiene que hacer cuando hace música es a aprender a marcar la diferencia a partir de un discurso.
- ¿Cuál era el discurso de Pirulonko?
Básicamente era un poco replantear el tema de la identidad, en el sentido de que por ser joven era bueno identificarse con lo mapuche pero eso no significaba que el ser de una identidad tenía que quedar como en el pasado. El discurso era atreverse a hacer cosas nuevas dentro de la cultura mapuche y no ver a la cultura como un tema estático. O sea, recrear, innovar, transgredir; no ver la cultura como un tema sacro. Ese es el discurso de Pirulonko con las guitarras, con ese sonido medio punk. “Si yo soy mapuche puedo hacer lo que quiera siempre y cuando me mantenga en esta identidad, puedo utilizar cualquier medio para proyectarme.”
- La actitud punk estaba más ahí que en cómo sonaban.
Claro. Hay una postura de rebeldía y de resistencia, que eso el punk te lo deja muy claro. Con las guitarras y todo eso, machacando ahí, puedo decir: “Estoy presente”. “¡Véanme, pero también escúchenme!” Las letras... porque también era darle contenido. Temas relacionados con la historia, pero no para quedarnos en la historia, todo lo contrario, para proyectarnos en el presente y en el futuro. Por eso había guardado mucha expectativa en lo que Pirulonko podía estimular. Ahora, eso también porque había otra banda que era muy buena, que eran los Meli Weichafe, eso lo veía sumamente potente.
En Temuko, la movida como que declinó un poco, pero en Santiago con las bandas de hip hop sí lo han retomado. Ahora, todavía se mantiene mucho el discurso de resistencia. Creo que igual hay que salir un poco de la resistencia para empezar con un discurso ya más de propuestas de sociedad, de propuestas de juventud. Eso es algo que uno echa un poco de menos. En los ’90 a tí te daba ese ámbito como para resistir, pero ahora creo que el 2000 tiene que ser un ámbito para construir, para proponer, para decir: “Oye, atrevámonos a hacer estas cosas”. ¿Cachai? Pero sí lo que me alegra es que los sonidos son cada vez mejores, hay buenas técnicas, se nota que hay cuento. Creo que eso es algo sumamente positivo en la movida musical mapuche.
- Decías que en esa época estaba muy marcada la diferencia entre mapuche urbano y mapuche rural y que ustedes querían intervernir para saldar ese debate. ¿Se saldó ese debate?
Sí, no es que nosotros lo hayamos logrado, pero por lo menos sí se contribuyó en el sentido de que si nos empezamos a dividir entre mapuche rural y mapuche urbano - o mapuche de elite porque son más pensadores - al final no vamos a llegar a ningún lado. O sea, en un proceso de lucha de liberación nacional, como en el que estamos metidos nosotros, todos son bienvenidos; incluso si hay un mapuche evangélico que asume que es mapuche, que como mapuche tiene que desarrollar este proceso político y social, para mí está bien. Creo que en los ’90 ese discurso excluyente hizo un daño terrible al movimiento.
Me siento contento con que pudimos contribuir con una pequeña gotita a que las aguas cambiaran de curso, a que un mapuche urbano, un mapuche rural, diga: “Soy mapuche y punto”. Obviamente que uno mantiene una identidad, pero esa identidad no es excluyente a la otra. Y eso también tiene que pasar por el tema de las tribus urbanas mapuche, o sea, si ya un mapuche tiene una identidad de hip hop, su identidad no tiene por qué ser excluyente a un mapuche que sea punk o que sea trash, al contrario, son mapuche que son marginados no solamente por una condición de nación sino también por una condición de estética musical. Entonces uno tiene que aprender a incluir esa cuestión, tiene que unificarse en esos aspectos y tener claro para dónde quiere ir. Lo importante en esto es ir fortaleciendo los procesos sociales y políticos.
Ahora, eso no quiere decir que todas las canciones tienen que ser políticas, no se trata de eso. Creo que también hay que hacer esa diferencia, los mapuche tenemos que hablar de todo lo que pasa en nuestra sociedad, y la sociedad es diversa. Hablar de qué nos pasa, incluso, desde nuestro punto de vista de tribu urbana, por ejemplo, si es punk, hablar de lo que te pasa como mapuche punk. Hablar de temas que a veces parecen triviales, como el amor. ¿Por qué no hablar de los sentimientos que uno como mapuche tiene? Creo que eso a veces queda afuera, por querer hacer música mapuche sacrificamos algunos contenidos que también son parte de nuestra sociedad. En ese sentido deberíamos aprender a hablar de varios temas, a hablar de lo cotidiano, no encasillar la creación. Creo que eso también en el futuro nos puede generar algún daño, porque sacrificar la creación es como dejar de desarrollar otras funciones. Por ejemplo, si creo que mis pies son importantes y no muevo mis brazos, finalmente mis brazos se van a atrofiar. Tenemos que aprender a hablar de todo.
- También como hay una urgencia por canalizar la bronca.
Claro, el sentimiento que hemos sentido por el tema de la discriminación es fuerte. Ningún mapuche podría decir que alguna vez no le dijeron ‘indio’ o se burlaron de él por su origen, nadie podría decir eso por muy mapuche cuico que haya sido. Todos tenemos un pasado de discriminación, pero tampoco es sano siempre estar recordando el tema de la discriminación. También uno tiene que aprender a decir: “Mira, como mapuche a mí me gustaría que el día de mañana mi hijo pueda ser esto, pueda ver la vida de esta otra forma”. Creo que eso falta un poco, pero también es parte de la maduración de los grupos.
Siempre le hemos dado al tema mapuche como una gravedad, incluso, creo que lo cómico lo hemos postergado. ¿Por qué tenemos que ser un pueblo triste? Creo que tiene mucho que ver cómo se cuenta la historia, pensamos a veces que los temas importantes son como sagrados y no podemos bromear con ellos – a lo mejor eso también es parte de la influencia católica. Todos los seres humanos nos reímos, entonces: ¿por qué no hacer una canción de la risa? Son temas que muchas veces hemos sacrificado malentendiendo, creo que tenemos que aprender a liberarnos, pero de todas partes.
Pirulonko nació con ese nombre porque, en el fondo, Pirulonko es una persona que rompe esquemas: un loco, un fallado - pero un fallado que tampoco hay que verlo en términos negativos. La idea de Pirulonko era transgredir. ¿Por qué todo tenía que ser tan sacro? ¿Por qué todo tenía que ser tan ordenado? Hay una segunda etapa de presentaciones, entre el ’97 y el ’98, que es la que dio como más que hablar porque Christian reproducía algunas partes de los machitunes, cuando las machis hacen keymi (entran en trance para curar). Con unos cuchillos hacen ese proceso de sanación, de echar al wekufe (fuerzas negativas) fuera. Eso sí que causó polémica, sobre todo para la gente que era como más religiosa: “¿¡Cómo puede hacer eso ese fallado!?”. Imagínate al público al ver en el escenario a un tipo que sale con cuchillos con un largo la hoja de 30 o 40 centímetros. ¡Los tremendos cuchillos! Más encima sale golpeando, sacando chispas y haciendo esas cosas que para la gente occidental era extraña. Todo el mundo quedaba atónito, de hecho muchas veces nos pasó que la gente quedaba callada y después aplaudía. Cuando tocábamos en movidas under los tipos quedaban vueltos locos, quedaban mirando. Tocabas los temas punks y los tipos salían pero sacándose la cresta [en el pogo] y después, cuando tocábamos esos temas como más fuertes, para uno como mapuche, quedaban mirando, quedaban vueltos locos. La performance era super fuerte.
Esa filosofía fue buena, no tenerle miedo a la crítica.
- ¿Ustedes tenían una estética punk?
No, no teníamos tan metido el tema de la estética, el tema de la indumentaria, para nada. De hecho esa fue una de las críticas que se nos hizo, de entre toda la montaña de críticas. Y eso tampoco, no nos generó preocupación porque en el fondo lo que buscábamos no era entregar un mensaje por la estética sino un mensaje por la música. Por la música en el sentido de resistencia y por la letra de las canciones. Buscábamos generar esa impronta, esa marca. Entonces nunca nos precupamos de asumir tanto la estética, salvo el Christian, que aparecía con estos cuchillos haciendo esta performance. A lo mejor ahora sí trabajaríamos la estética, en el sentido de: a partir de la estética entregar algún mensaje también, la estética es otra forma armar discurso.
- ¿En sus canciones incorporaban trutruka, kultrun, piloiloi, trompe?
No, y esa era la otra crítica, que no nos metíamos con instrumentos de la cultura: trompe, pifilka... Pero el tema de fondo para nosotros no era ese, incluso tampoco quisimos hacer adaptaciones: que un bajo sonara como kultrun o que la guitarra hiciera sonidos de pifilka. Nunca se hizo fusión. Teníamos largas conversaciones con Christian acerca de lo que íbamos a ocupar y a veces veíamos que los instrumentos mapuches no era necesario meterlos en un escenario si no estábamos muy claros para qué los íbamos a meter. O sea, si no teníamos una claridad en término de discurso –por qué los estábamos metiendo – a lo mejor no era necesario. Pese a que a veces había una introducción y había un vlkantun en mapuche, pero quedaba ahí.
A veces como grupo también caes en el error de hacer música para tí solamente, y eso es también un poco egoísta, creo que uno también tiene que ir viendo el proceso de la gente. Con Pirulonko muchas veces fuimos incomprendidos pero también muchas veces caíamos en hacer música para nosotros mismos.
- ¿Pirulonko tenía un ‘público cautivo’?
Era básicamente el grupo de los estudiantes, de jóvenes de entre 15 a 25, incluso un poco más viejos, 30 años. Esos cabros siempre que sabían que había una tocata de Pirulonko iban. Incluso a los recitales under iban, estaban ahí, escuchaban Pirulonko y se iban. De hecho cada vez que tocábamos no salíamos a carretear con otras bandas, nosotros nos encontrábamos con los cabros que nos iban a ver y compartíamos entre mapuches básicamente. No logramos esa hermandad de música con la gente under, y eso mismo significó que finalmente termináramos con los cabros que eran estudiantes. Y con ellos se daban ricas conversaciones. Después de tocar venían un montón de conversas, que era lo más interesante. A veces te llegaban las críticas directas y te hacían bolsa, pero bueno, uno ya sabía que eso era parte del negocio.
Era súper potente, porque ahí como que tenías las puertas abiertas para ir conversando acerca de lo tuyo, acerca de ti no como músico sino como mapuche. Creo que eso es lo que más me satisfacía de Pirulonko, después de tocar. Esas conversaciones donde vos compartías y te ibas encontrando con estos mundos, con estas personas que te contaban su historia de vida y tú compartías también la historia de vida tuya. Creo que eso es algo impagable.
- Que un tema de Pirulonko integre el disco Newen Peñi, ¿qué significa para vos?
Lo viví y lo sentí como un reconocimiento a algo que en un momento se hizo, que marcó un poco de historia. Pocas veces han salido grupos a hacer algo que rompiera esquemas, eso fue en el fondo lo que hizo Pirulonko. No eran los mejores músicos, no era la mejor banda, no tenía los mejores instrumentos. Desde la perspectiva musical Pirulonko era un desastre, pero se había atrevido a hacer algo que a lo mejor otra gente alguna vez lo pensó pero nunca lo hizo.
En ese tiempo la tecnología era pésima, de hecho las veces que fuimos a tocar al Hogar la amplificación era re mala, pero la gente disfrutaba de Pirulonko porque era Pirulonko. Porque éramos mapuches que estábamos haciendo algo que salía de lo común. Eso es lo que hacía disfrutar a la gente, no importaba cómo sonara, no importaba si era un guitarra con cero distorsión y que parecía guitarra cumbiera. Creo que eso la gente lo agradecía y eso a nosotros nos dejaba contentos.
El tema es perderle el miedo, y si te van a hacer bolsa con una crítica, bueno, vivir con ella nomás. Como cuando tú estás en una revuelta, por ejemplo, si tú vas a protestar con miedo: “No, los pacos me van a pegar, me van a golpear”... ¡Chuta!, mejor no vayas. Pero si vas a ir, ir en forma consciente y decir: “Bueno, si me van a dar, yo también doy y punto”. Atreverse a enfrentar las cosas tal cual son y no a correr cuando te golpean. Creo que ese era un poco el mensaje de Pirulonko: “No correr cuando te peguen. Hay que dar nomás”.
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