Los jóvenes de los barrios populares y la Policía

Los jóvenes de los barrios populares y la Policía

Lunes 22 de Noviembre de 2010 00:24
http://www.bariloche2000.com/la-ciudad/gobierno/55044-los-jovenes-de-los-barrios-populares-y-la-policia.html

El periodista Juan Carlos Jalil, difundió datos de un trabajo que se está realizando en una escuela de Bariloche, luego del asesinato de Diego Bonefoi, sobre el vínculo de los jóvenes de los barrios populares con la Policía. Difunden, además, los derechos de los menores y pautas para actuar ante un caso de violencia policial.
Los jóvenes de los barrios populares y la Policía
Por Juan Carlos Jalil

“¿Qué sos, Bora?”, indagó indignado un alumno de 15 años a un compañero que se excedió en un juego de manos antes de entrar al aula, en una Escuela de los barrios altos de Bariloche. La ruptura en la construcción social que une a un término con un significado no se produce de golpe; pero en este caso ocurrió “a los golpes”. Estaba claro: la palabra “Bora” para ellos, no representaba “autoridad” o “seguridad”, sino “exceso”, “violencia”.

Más allá de algún que otro comentario eventual, el asesinato de Bonefoi y las trágicas horas subsiguientes volvieron a poner sobre el mantel esta relación entre los jóvenes del Alto y la Policía. Con los bolsillos abarrotados de piedras, algunos de mis alumnos, todos adolescentes, se bajaban de los colectivos con la mira puesta en la Comisaría 28.

De nuevo en el aula, les plantee realizar un sondeo para conocer, dentro de la institución, la visión que tenían sobre la tarea de la Policía y cuál era el vínculo que, como jóvenes de los sectores populares, tenían con la fuerza de seguridad. Además, les interesó medir el conocimiento que existía en relación a sus derechos y, finalmente, sobre qué hacer en caso de ser víctima de abuso policial. Personalmente quería conocer, además, qué motiva a un chico de El Frutillar a trasladarse, pagando un pasaje, para apedrear a un edificio policial, corriendo serios riesgos que, de hecho, costaron otras dos vidas.

Quizás con alguna imperfección metodológica, pero sin la pretensión de un estudio científico, avanzamos en la elaboración de las preguntas, surgidas del interés y la vivencia de los chicos.

Se encuestó a 29 adolescentes de la institución educativa (9 mujeres y 20 hombres de entre 15 y 18 años). El primer dato relevante que arrojan los resultados fue una evidente diferencia en el trato que los efectivos le dispensan a hombres y mujeres adolescentes: en el caso de las chicas, tres de las nueve alguna vez tuvo inconvenientes con la policía (33 por ciento), y sólo una fue detenida en dos oportunidades, ambas injustas según su opinión. El porcentaje de hombres con inconvenientes con la policía asciende al 85% (17) y a un 55% los que fueron detenidos al menos una vez (11). Salvo uno, todos evaluaron como injusta al menos una de esas detenciones, entendiendo por “injusto” cuando la detención se produce por la condición y no por la acción de los jóvenes.

Esta diferencia en el trato según el género del adolescente, también se evidencia en la evaluación que los jóvenes hicieron sobre el trato recibido de parte de la Policía. De las nueve chicas, la única que calificó el trato como “malo” fue quien estuvo detenida. Una lo definió como “muy bueno”, tres “bueno” y tres “regular”. En el caso de los hombres, nadie evaluó el trato como “muy bueno”. Dos de los 20 lo calificaron como bueno (10 %), ocho como “regular”(40%), siete como “malo” (35%) y dos como “muy malo” (10 %).

La encuesta también arroja que sólo la única mujer detenida (1/9) dijo haber sido golpeada por los efectivos, mientras que en el caso de los hombres, 13 de los 20 manifiestan haber sido agredidos físicamente (65%).

A simple vista surge un dato aparentemente extraño, pero que probablemente sea un indicio de la naturalización del maltrato policial hacia los jóvenes: 14 dijeron haber sido golpeados por los efectivos, pero sólo 2 calificaron el trato recibido como “muy malo”, estando esta repuesta dentro de las opciones del cuestionario.

La naturalización del maltrato policial hacia los adolescentes de los sectores populares se vislumbra, también, atendiendo al resultado de la siguiente pregunta de la encuesta: “¿Crees que algunos adolescentes merecen ser golpeados por la Policía ?”. Una de las nueve mujeres respondió afirmativamente, al igual que el 25 por ciento de los hombres (5). Cinco de estos seis jóvenes que justifican la violencia de los efectivos contra los menores, dijeron haber sido golpeados.

El sondeo reflejó además el desconocimiento sobre sus derechos (el 35% de los menores consideraba que podían detenerlo y llevarlo al calabozo) y sobre cómo actuar en caso de ser víctimas de violencia policial. En debates posteriores se sumó el temor a las represalias y el descreimiento hacia la justicia como factores desalentadores de la denuncia. De esta forma, de los 14 que aseguran haber sido golpeados, cinco manifestaron haber realizado la denuncia, pero de esos cinco, tres dicen desconocer a quién acudir en caso de violencia policial, por lo que probablemente no haya sido bien canalizada.

Con este diagnóstico, convocamos al Juez Martín Lozada –magistrado que investiga actualmente dos de las tres muertes del 17 de junio y que fue separado de la primera causa-. Pretendíamos compartir el resultado del sondeo, despejar todas las dudas, y trabajar luego en una campaña interna para difundir entre los estudiantes cuáles son sus derechos y dónde denunciar los abusos policiales.

En el fin de semana previo a la visita del Juez se produjo un lamentable suceso: otro menor de la escuela fue brutalmente golpeado. Según comentó, los agresores tenían uniforme, pero no se animó a denunciar. Con la escuela aún conmocionada por este hecho, Lozada compartió el diagnóstico elaborado por los chicos y respondió todas las preguntas por más de dos horas.

En esa rica charla se escucharon algunas experiencias con datos que no refleja la encuesta: además de las agresiones físicas, aseguran que los bajan del colectivo sin motivo, les revisan las mochilas, los “hacen correr” y en algunas ocasiones les impiden bajar o permanecer en el centro, en una clara sectorización de la inseguridad y criminalización de la pobreza.

Entre otras cosas, Lozada les explicó que la Policía a lo sumo puede demorar a los menores, no detenerlos, y por un lapso no mayor a 24 horas. Además, los efectivos deben dar inmediato aviso a la familia y al Juzgado de Menores. Es decir, no los pueden tener en la Comisaría , y mucho menos en una celda con otros detenidos. También les manifestó que no tienen obligación de llevar con ellos el documento, aunque les aclaró que no portarlo suele ser la excusa para demorarlos por averiguación de antecedentes. Les dijo que tampoco están autorizados a revisarles las pertenencias sin orden de un Juez, salvo que existan sospechas razonables de que cometieron un delito. “No pueden, pero lo hacen”, fue la respuesta que se reiteró una y otra vez ante las consultas de los chicos.

La reflexión de uno de ellos sintetizó lo que muchos estábamos pensando: “Pero entonces, ¿por qué hay tanta diferencia entre lo que está escrito y lo que hacen?”, indagó. El Juez asintió, y les alertó que la única forma de revertir la situación era agrupándose, participando y denunciando la violencia policial en la Unidad Fiscal de Atención Primaria del Poder Judicial.

El relato de las agresiones sistemáticas de las que aseguran ser víctimas –algunas sutiles y otras muy groseras- por el simple hecho de ser jóvenes de los barrios populares, vino a darme una hipótesis para responder a mi pregunta inicial: creo que el 17 de junio, muchos chicos sintieron que podían haber estado en el lugar de Diego Bonefoi, y que algunos fueron a apedrear la Comisaría porque tal vez vieron que era el único momento que tendrían para devolver un poco de la violencia cotidiana que reciben de quienes los deberían cuidar.

Datos del trabajo

Se encuestó a 29 estudiantes de una institución educativa de los barrios altos, 20 hombres y 9 mujeres de entre 14 y 18 años.

Visión de la tarea policial en Bariloche

El 72.41% de los encuestados evalúa la tarea policial como “regular”, 3.44 % como buena, 10.34% como “mala” y 13.79% como “muy mala”. Nadie la calificó como “muy buena”.

No se observa en la visión global de la tarea de la fuerza policial mayores diferencias de opiniones entre hombres y mujeres. De las nueve mujeres encuestadas, siete definen como “regular” la tarea policial (77,78%), una como “buena” (11.11%) y una como “mala” (11.11%). Mientras que los hombres, en un 70% coinciden en calificarla como “regular”(14), dos “mala” (10%) y cuatro “muy mala”(20%). Si bien ningún hombre definió como “buena” o “muy buena”, contrariamente a la sensación de rechazo a la policía previa a la encuesta, una amplia mayoría califica la tarea de la fuerza como “regular”, teniendo calificativos con mayor carga negativa dentro de las opciones del cuestionario.

Inconvenientes y detenciones

El 69% de los encuestados manifestó haber tenido inconvenientes con la Policía y el 41.38% dijo haber sido detenido al menos una vez. El 73% de esas detenciones fueron definidas como “injustas”, entendiendo por ello que no estaban violentando la ley.

En este aspecto, se observa una marcada diferencia en el trato que los efectivos le dispensan, según los resultados del sondeo, a hombres y mujeres adolescentes. En el caso de las chicas, tres de las nueve alguna vez tuvo inconvenientes con la policía (33.33%), y sólo una (11.11%) fue detenida en dos oportunidades, ambas “injustas” según su opinión. El porcentaje de hombres con inconvenientes con la policía asciende al 85% (17) y a un 55% los que fueron detenidos al menos una vez (11). Diez de ellos evaluaron como “injusta” al menos una de esas detenciones. En total, de las 24 detenciones que suman entre todos, a 17 las evalúan como injustas (70.83% de las veces).

Trato recibido de parte de la Policía

También en este punto, se evidencia un trato diferenciado en hombres y mujeres. De las nueve, una dijo haber recibido un trato “muy bueno” (11.11%), tres “bueno”(33.33%), tres “regular” (33.33%) y una “malo” (11.11%).

De los 20 hombres, nadie calificó el trato recibido de parte de la Policía como “muy bueno”. Dos lo calificaron como bueno (10 %), ocho como “regular”(40%), siete como “malo” (35%) y dos como “muy malo” (10 %).
La encuesta también arroja que sólo la única mujer detenida dijo haber sido golpeada por los efectivos (11.11%), mientras que en el caso de los hombres, 13 de los 20 manifiestan haber sido agredidos físicamente (65%).

Los últimos cuadros reflejan también la naturalización del maltrato policial de parte de los jóvenes, ya que de los 14 que aseguran haber sido golpeados, sólo dos calificaron el trato recibido como “muy malo”

Denuncia del maltrato policial

De los 14 que aseguran haber sido golpeados, cinco manifestaron haber realizado la denuncia, pero de esos cinco, tres dicen desconocer a quién acudir en caso de violencia policial, por lo que probablemente no haya sido bien canalizada. En total, once de esos 20 (55%) no sabe dónde denunciar.

Derechos del detenido

Dos de las nueve mujeres creen que pueden detener a un menor (22.22%) y una de ellas piensa que no tenés derecho a una llamada en caso de detención (11.11%). En el caso de los hombres, siete de los 20(el 35%) cree que si es menor pueden detenerlo, y todos afirman que tienen derecho a una llamada en caso de ser detenidos.

La violencia policial y los jóvenes

La naturalización del maltrato policial en el vínculo con los adolescentes de los sectores populares se refleja, también, atendiendo al resultado de la siguiente pregunta de la encuesta: “¿Crees que algunos adolescentes merecen ser golpeados por la Policía?”. Una de las nueve mujeres respondió afirmativamente, al igual que el 25 por ciento de los hombres (5). Cinco de estos seis jóvenes que justifican la violencia de los efectivos, dijeron haber sido golpeados. JUAN CARLOS JALIL / LICENCIADO EN COMUNICACION SOCIAL

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