HIJOS D

HIJOS D

Hace años que se escribe sobre la situación de extrema
vulneración de derechos que viven los más jóvenes de nuestra sociedad. Hace rato ya que se habla sobre la criminalización de la juventud. Hemos analizado las causas, desenmascarado el neoliberalismo, y así y todo no hemos terminado de vivir sus consecuencias.
Este verano hubo distintos casos de violencia interbarrial, protagonizados por jóvenes, en nuestra ciudad. Algunos con más grado de accidente que intencionalidad. Otros con serios indicios de divisiones económico-territoriales. Más allá de las diferencias, el denominador común en todos estos casos es la posibilidad de que los transas hagan guita con la necesidad de los pibes. Frente a esta situación, nos encontramos con un estado que no logra dar con las políticas públicas que compensen el desamparo ya vivido.

Quizás sea interesante hacer un poco de historia. Recordar de dónde vienen los jóvenes que hoy tienen entre 16 y 24 años. Con una cuenta rápida nos damos cuenta que nacieron entre el ´88 y el ´96. Es decir, en el inicio del proceso de desintegración de las redes sociales en la Argentina, de flexibilización laboral, de desarticulación y desfinanciamiento del sistema educativo, de venta del patrimonio nacional, de asesinatos y desapariciones que impactaron en la conciencia colectiva por la impunidad que conllevaron (sólo por mencionar algunos: Carrasco, Cabezas, María Soledad, Carlitos Junior, Miguel Bru). Las familias perdían sus fuentes principales de ingresos a medida que se cerraban las fábricas, los ferrocarriles, las empresas. Los hombres y mujeres tuvieron que rebuscárselas como pudieron. De esa desesperación surgieron los comedores comunitarios en los barrios, que comenzar a suplir el comer en casa. Primero fueron estrategias barriales de poner en la olla lo que hubiera. Después se fueron ampliando y encontraron financiamiento público.
Es decir, muchos de los jóvenes que hoy están en la mira de los medios de comunicación porque son “violentos” nacieron en hogares con padres desesperados que perdían sus trabajos y sus derechos. Y así como nosotros nacimos en plena dictadura y tenemos el Nunca Más grabado en el adn, ellos/as tienen su propia manera de relacionarse con la historia que los trajo al mundo. Una historia de desigualdad, indiferencia, exclusión y pobreza.
Por eso nos preguntamos muchas veces ¿Quién es el violento? ¿Qué genera la violencia? Queremos encontrar muchas respuestas para un problema tan complejo. El tipo de respuestas que uno se da frente a un problema marca las acciones a seguir.
Hoy en día, en nuestro país, se calcula que hay alrededor de 16 mil jóvenes de entre 16 y 24 años que no estudian ni trabajan. El problema principal no es que no pueden ir a la escuela o al trabajo, o que no saben hacer las cosas. Lo que les cuesta es sostener las actividades en el tiempo. Y el mayor peligro para estos pibes es que hay una porción de la sociedad esperando que fracasen, porque los necesitan. Hablo de los transas en los barrios que arman ejércitos de pibes que roban, venden drogas y se prostituyen para ellos. Hablo de empresas que quieren pagar sueldos de hambre por trabajos en condiciones infrahumanas. Hablo de empresas de seguridad privada que necesitan que estos pibes salgan en los medios y generen miedo para vender sus servicios. Y hablo de los programas de televisión que venden “telenovelas de la pobreza” sin cuestionar las razones sociales, políticas y económicas que las generan. A todo esto, y más, están expuestos los jóvenes que no tienen proyectos de vida concretos. Quedan disponibles para que los sectores más oscuros de la sociedad los abracen. Y no se vuelve de ese camino sin huellas, sin marcas profundas. Ese futuro llegó hace rato.
EDITORIAL Nº 48 DE REVISTA AL MARGEN

Colectivo Al Margen