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FANTASMAS DE LA TIERRA

FANTASMAS DE LA TIERRA





EDITORIAL Nº52 REVISTA AL MARGEN

¿Habrá una necesidad básica más importante que la tierra?. No, no es tan certera la pregunta. Otro intento. ¿Existirá algún momento más significativo en la vida de una familia que tener un terreno firme bajo los pies, sobre los cimientos de la vida?. Es que tener un pedacito de montaña donde proyectar hace que todo se vea distinto. Se encara de otra manera cada temporada de la vida que nos llega. Al menos así se lo imagina quien suscribe que paga mensualmente por un techo que nunca será suyo.
Esta problemática no hace distinción en grupos supuestamente antagónicos; clases medias que juntaron un mango, familias que formaron cooperativas, paisanos de la línea sur que dejan el campo y vienen a la periferia de Bariloche, pibes que formaron familias, hijos del hacinamiento estructural de los barrios, etc. Sin embargo no existe distancia que nos una más.

Es que las políticas públicas implementadas no crecen a la misma velocidad que la población y la necesidad de buena parte de esta patagonia andina y el país en general. Aunque este tema fuera eje de marchas, encadenamientos, reclamos desgastantes con o sin resultados, escándalos políticos en plena campaña, piketes, tomas, asesinatos por parte de sicarios en el norte del país y otros desmadres.

¿Sacaron la cuenta cuántos meses tiene que trabajar una familia tipo para poder comprar un lote por más chiquito y vulnerable sea? ¿Sino aplicamos medidas políticas concretas de fondo sobre esta temática, cuál otra vale la pena? ¿Cómo llegamos a que uno de los municipios con el ejido más amplio del país no tenga tierras para comprar, para laburar, para vender? Precio mercado, precio fiscal, lote social ¿Cuál es el límite de la necesidad? ¿Por qué dentro de algunas instituciones aparece como mala palabra decir “expropiar”? ¿No es eso obrar en consonancia ante una “emergencia habitacional” declarada? Preguntas erróneas solo llevan a respuestas incorrectas.

Mientras tanto los fantasmas de las ocupaciones crecen cuando uno se da cuenta que trabaja solo para parar la olla y pagar un techo que nunca será suyo. La indignación resulta un buen punto de partida pero no alcanza como meta final. Pongámoslo en números; cerca de medio millón de hectáreas del país, unas 20 veces la superficie de la capital federal, pertenecen a firmas radicadas en paraísos fiscales, donde sus propietarios pueden estar ocultos detrás de empresas fantasmas. El sugestivo dato surgió a raíz del relevamiento que está desarrollando el Ministerio de Justicia a partir de la sanción de la ley 26.737 que intenta impedir la extranjerización de las tierras rurales argentinas.

Las inmobiliarias, grandes actores en esta problemática manejan valores de y para aquellos que ganan sueldos en monedas extranjeras con precios de metro cuadrado que están a muchos kilómetros y pesos de distancia de nuestras posibilidades. Las inmobiliarias, intermediarios, agentes, inversores, se mueven a otro nivel, con otra intensidad. Cuando detectamos una adquisición irregular o fraudulenta, ellos ya están tramando la siguiente, preparando el terreno, moviendo sus tentáculos para tantear el camino. Muchos de estos negociados, con el tiempo quedan visibilizados, pero los costos políticos y legales no son tantos como los beneficios a conseguir. O al menos así parece.
Otro engranaje fundamental es el poder judicial que tiene sus propios intereses. No solo el Ejecutivo y Legislativo se tienen que alinear a una estrategia territorial coherente. Tiene que haber una decisión política fuerte por parte del sistema Judicial. Sin embargo la Constitución de la provincia es su art. 75 es clara: “La Provincia considera la tierra como instrumento de producción que debe estar en manos de quien la trabaja, evitando la especulación, el desarraigo y la concentración de la propiedad...” Este es el principio rector con el cuál debe interpretarse el régimen legal de tierras.
Es un derecho. La tierra es nuestra. Es de y para todos. No hay soluciones “mágicas” sin erradicar las causas de las desigualdades. Porque difícilmente una persona pueda pensar en el futuro cuando le son negadas las condiciones de posibilidad de construir un presente. Las cuestiones de accesibilidad fueron y son distribuidas de manera diferencial y muchos fueron “olvidados” en las políticas de planeamiento. “Hay que hacer políticas para que la ocupación no sea una opción. Hay que hacer lo que hay que hacer y no lo que se puede”, dijeron en una reunión sobre esta problemática. La presión social sirve. Porque detrás de la conciencia de lo correcto y lo moral, trabajan los instintos. Sobre todo el de supervivencia.
COLECTIVO AL MARGEN.

Colectivo Al Margen

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