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Consumismo o Consumo Responsable

Consumismo o Consumo Responsable





Como ciudadanos, ¿cuántas decisiones están en nuestras manos? Tal vez creamos que son pocas, pero debemos reconocer que son significativas por demás. A través del voto elegimos a nuestros gobiernos…y a través de la compra elegimos lo que consumimos, pero más importante aun, elegimos a quiénes les compramos.

Me pregunto y les pregunto: ¿sabemos qué consumimos?, ¿sabemos a quiénes les compramos?, ¿conocemos cuál es nuestro mercado? Tal vez tengamos una vaga idea a estas respuestas, pero lo que seguramente sí sabemos es lo que nunca alcanzamos a comprar aunque lo necesitemos, conocemos de productos alimenticios que juegan a ser sorteados, entonces una semana le toca a la carne, la otra al queso...conocemos de desagradables sorpresas cuando el cartelito que unos días antes indicaba 1 Kilo = $8, ahora dice 1 Kilo = $12 sin siquiera ponerse colorado. Además, ya nos olvidamos de la relación precio-calidad, creo que la reemplazamos por la relación precios altos-calidad dudosa. Ni siquiera existe una diferencia significativa, en cuanto a precios, entre las conocidas “primeras marcas” y las otras. Ni qué hablar cuando se acercan las fechas de festejos…excusa ideal para re-marcar, re-ajustar los precios, y no importa si hablamos de reproductores de DVD o de leche…todo aumenta.
A pesar de todo… ¡tenemos que consumir! ¿O no? Tenemos necesidades que satisfacer, pero también muchas de esas “necesidades” son creadas por empresas, grupos publicitarios, grandes medios de comunicación, grandes cadenas de supermercados. Incluso existen estilos de consumo que, por un lado, están destruyendo el ecosistema y por otro, muestran la marcada y descarada injusta distribución de los recursos y de las riquezas.
Más de 1700 millones de personas son “consumidores globales” categoría que incluye, como mínimo, acceso a Internet, telefonía celular y televisión. Mientras que más de 2800 millones de personas sobreviven con 2 dólares diarios y más de 1000 millones no tiene acceso al agua potable. El 12 % de la población mundial que vive en América del Norte y Europa, monopoliza el 60% del consumo. Esto es como decir que las “economías más fuertes del mundo” consumen el 45% de toda la carne y el pescado, 58% de la energía, 74% de las líneas telefónicas y 84% del papel. Tener que satisfacer semejantes necesidades de consumidores implica arruinar bosques y selvas, contaminar aire y ríos y la explotación de Seres Humanos.
Entonces, la solución no es dejar de consumir, sino consumir con responsabilidad y así, transformarnos en Consumidores Críticos o Responsables. Este tipo de consumidores son los que intentan responderse las preguntar que inician esta nota.

Bariloche: consumidores críticos

Pertenecer al sector de las “economías pobres” y ser de las que menos acceso al consumo tiene, no nos deja exentos de convertirnos en Consumidores Responsables. La Asociación Civil Norte Sur se dedica, entre otras cosas, a trabajar desde la Economía Social. En este campo, cuentan con un programa de créditos a micro emprendedores, el FOPPSOL (Fondo Popular Patagónico Solidario), que también brinda capacitación a micro-emprendedores. Pero también cuentan con el Programa de Consumidores Responsables, que está siendo financiado por el Programa Nacional de Seguridad Alimentaria. El objetivo es “organizar uno de los poderes de los ciudadanos que es el más atomizado, el poder de consumo”, nos cuenta Sebastián Terrero, del equipo de capacitación de la Asociación. “En el marco de la Red de Economía Social, en el 2004, hicimos un relevamiento para saber ¿en qué consumían los sectores populares de Bariloche? y tomamos como universo la población de Jefes de Hogar y del Plan Familias, que son aproximadamente 5000 en Bariloche. Y queríamos saber cuál era el ingreso promedio de esas familias y en qué gastaban. Descubrimos que había un ingreso promedio, entre lo que cobran con los planes y alguna otra cosa que hacen, de cómo mínimo $360. De ese monto, el 69% lo gastaban en alimentos y el resto en pago de impuestos y calefacción. Eso nos dice que todos los meses la gente gasta más o menos $240 en alimentos. Y lo otro que preguntamos es ¿dónde compra esos alimentos? Casi en el 80% de los casos en supermercados- relata Sebastián-hay un poder de consumo, aun de los sectores más populares, que vuelve a estos sectores concentrados como los supermercados, donde los alimentos son caros y no siempre son de calidad”. La hipótesis de su programa es Organizar el poder de compra, “primero, para comprar más barato comprando juntos, que es la compra comunitaria, y segundo, apuntamos a que, en la medida que nosotros tengamos gente que compra en conjunto, vamos a tener un poder de compra organizado y entonces vamos a poder empezar a promover algunos emprendimientos alimenticios y se va a dar una vinculación del consumidor con el productor”, nos explica Sebastián. El primer paso de este Programa es que la gente compre en conjunto, que a través de una compra comunitaria mejore el precio y al comprar un poco más barato, pueda volver a comprar algunos productos. “Nosotros, por ejemplo, estamos haciendo una diferencia muy grande con los lácteos, la gente está volviendo a comer queso y lo compra al 100 x 100 más barato. El proceso es muy lento y hay que empezar a generar esa conciencia, porque el poder de consumo es uno de los actos más inconscientes que hay, entonces este es un trabajo que va a ser lento, pero lo que se propone el proyecto es empezar, por un lado a organizar bien esta compra comunitaria, por otro lado trabajar en capacitación con la gente como para ir instalando este tema del consumo responsable. Lo que pasa es que todo esto se puede hacer mucho más rápido en lugares donde hay producción de alimentos, esto está muy relacionado al tema de la Soberanía Alimentaria, la posibilidad de que una Región pueda producir los alimentos que consume, eso acá es bastante difícil, acá por lo menos se trata de comprar más barato”.
Si alguna vez fuimos a algún Trueque o Feria Franca, habremos notado que, lo primero que busca la gente que asiste, son los alimentos: verduras, frutas, panes y, si hay, carnes y pescados. En nuestra localidad la experiencia del trueque o de las ferias no tiene constancia debido al clima y porque no hay mucha producción de alimentos. En la línea Sur hay carne, pero no entra a Bariloche así nomás, hay verdura en el Manso, pero su circulación también se complica. Experiencias como estas son muy diferentes cerca de aquí, en el Alto Valle, por ejemplo, donde la fruta y la verdura abundan. En Misiones, con las ferias francas bajo techo, la gente se abastece casi en su totalidad de los alimentos que necesita.
Desde Norte Sur parten de la premisa que la gente realiza estrategias económicas para “parar la olla” y la economía asociativa es una más de esas estrategias, no solo para la producción, sino para diferentes procesos económicos. “Pero la Economía Social no termina ahí, dice Sebastián, porque a todo esto se lo puede llamar economía popular. La Economía Social es todo eso, más una interpelación al modelo. O sea, la Economía Solidaria no es solo cómo resolvemos entre los pobres la subsistencia, sino que a partir de esa experiencia hay una interpelación a este modelo”.
Así es como cada vez que compramos algo, estamos pagando a alguien: podemos elegir qué comprar y para quién va ese beneficio económico. El consumo es un acto cotidiano sobre el cual no siempre reparamos, es una forma práctica y diaria de ejercer derechos como consumidores y como trabajadores.

¿A quién le compramos?

Podemos optar por comprar azúcar a una empresa que contamina el aire y enferma a sus trabajadores, como ocurre en Jujuy con el ingenio Ledesma, empresa que sirvió como centro de detenciones y torturas durante la dictadura (para mayor información, recomendamos la película Sol de Noche), o bien comprar azúcar a pequeños productores. Podemos optar por comprar cerámicos a cualquier empresa extranjera o de capitales extranjeros, o comprárselos a los trabajadores de FASINPAT en Neuquén, fábrica recuperada por ellos mismos luego de que se declarara en quiebra. En la misma situación trabajan en FRICADER, frigorífico ubicado en el barrio J.J. Gómez, cercano a General Roca. Los trabajadores decidieron hacerse cargo de la empresa para no pasar a la eterna lista de desocupados del país. Estos ejemplos son muchos en todo el país (ver recuadro aparte), depende de nosotros, como Consumidores Responsables, comenzar a investigar dónde están, quiénes son, qué tienen para ofrecer. Como también saber a quiénes les estamos comprando en este momento, porque lamentablemente el ejemplo del ingenio Ledesma también se repite con otras empresas.

Los productores del interior de la provincia de Río Negro han decidido juntarse y vivir de su producción. Rosalía Muñoz trabaja el cuero y hace tejidos, es del Paraje de Pichileufu que queda a 60 Km de Dina Huapi, yendo para Pilcaniyeu por la Ruta 23. Ella ofrece sus productos en el Mercado de la Estepa, el fin de semana le tocó atender el mercado en el que están los productos de más de 100 productores de Dina Huapi y del Departamento de Pilcaniyeu. Hace tres años que participa en este Mercado y lo conoció porque, como ella nos cuenta “vivo en el campo y siempre tenía algo para vender: dulces caseros, tejidos de lana negra, huevos, quesos caseros…y una vez fui a una fiesta en Pilcaniyeu y pudimos poner una feria y ahí conocí a la gente de Surcos Patagónicos. Participé de una reunión y ya comencé…vendo lanas, tejidos, y en el verano verduras y huevos” Ella, por su cuenta, también vende los quesos y los dulces que elabora. Tiene, con su esposo, unas 50 hectáreas en el paraje de Pichileufu, una parte está sembrada y además tienen animales “y vivimos de eso…es un trabajo bárbaro, pero por lo menos es nuestro y acá el Mercado de la Estepa, nos ha dado la posibilidad de ofrecer nuestras cosas y conocer gente, muchas personas de otros parajes que de otra manera nunca hubiera conocido. Somos todos como una gran familia”. Rosalía tiene la ventaja de contar con casi toda la materia prima que necesita: tiene ovejas que ella misma esquila, tiene la fruta para hacer el dulce, tiene gallinas…en el Mercado ellos mismos ponen los precios, para tener una orientación han tenido capacitaciones, porque no todos cuentan con las materias primas para elaborar productos. “No cobramos mucho y tampoco menos de lo que valen las cosas, les damos el valor que tienen, nos ponemos de acuerdo entre nosotros según el trabajo y el material que llevan”, cuenta Rosalía.
Esta historia es similar a la de Nilda Grande, del paraje Río Chico, ubicado entre Jacobacci y Ñorquinco. Ella hace cuatro meses que trabaja en el Mercado, también ofreciendo productos derivados de la lana. “Me pareció muy buena la idea de poder juntarnos todos los que producimos algo en el campo y tener la posibilidad de nosotros mismos darle valor a lo que tenemos”. Cuando uno habla con Nilda, parece que estuviera desde hace años trabajando con el grupo del Mercado de la Estepa, muestra seguridad y convicción de que lo que hace es lo mejor para ella y sus hijos. “Toda la vida ayudé a mis hijos a estudiar con este trabajo, mi ideal fue siempre vivir en el campo porque nací ahí y pienso que todos los que tenemos la posibilidad de estar en el campo y tener aunque sea lo más mínimo de tierra, no lo tendríamos que dejar. Lo peor que podemos hacer los pequeños productores es dejar lo poco que tenemos para irnos al pueblo donde pensamos que vamos a estar mejor, y no es verdad. En el pueblo, nuestra gente termina en los barrios periféricos pasándola peor. Entonces, si tuviera que decirle algo a la gente del campo, es que no se vayan, valoricen lo poquito que tienen y sigan luchando y así unidos como estamos acá, vamos a salir adelante. Gracias a esto, tres de mis hijos ya son profesionales y otros están estudiando”, relata Nilda. Ella también ha vendido sus productos por su cuenta, pero nos dice que en el Mercado encontró su Familia Grande, que al estar unidos se siente más fuerza.
El Mercado de la Estepa pertenece a la Asociación Civil Surcos Patagónicos. Ellos trabajan para promover el Comercio Justo a través de una comercialización artesanal y productiva en forma directa al consumidor, impulsando el trabajo participativo y solidario. Lo “diferente” de este mercado, como cuenta Sonia, productora de Dina Huapi es que “esto no es una feria artesanal ni una feria de productores, no es que cada uno tiene su stand y atiende su puesto, sino que traemos la mercadería y todos atendemos lo de todos. Por eso nos vamos turnando, sino acá tendría que haber más de 100 productores…los días de la semana se encarga la gente de Dina Huapi y los fines de semana vienen desde los parajes. Acá no pagamos alquiler, sino que cuando un productor vende deja el 10% de su venta para el mantenimiento del lugar, pero si no vende nada, no deja nada”. Los productores no solo venden los productos de los otros que ese día no están, sino que tienen que conocer el trabajo de su compañero para poder informar al consumidor.
Roberto, Director de la Asociación Surcos Patagónicos, es también productor de dulce de leche. El nos cuenta que se trata de ayudar a la comercialización de los productos de la gente de la Línea Sur. La intención, a futuro, es armar una cooperativa de trabajo junto a los productores, y en un futuro más cercano, la posibilidad de abrir un Mercado similar en San Antonio Oeste, que agruparía a los productores de Conesa, Valcheta, Viedma, San Antonio y Choele Choel.
Estos productores ofrecen productos elaborados artesanalmente, a través de la venta defienden su lugar, su modo de vida, el trabajo digno y, como valor agregado, la confianza y la solidaridad que tienen unos a otros. Por todo esto, hablamos de ponerle valor a sus productos, y no precios.
Es posible una economía diferente, una Economía Solidaria, nosotros lo decidimos cuando nos toca consumir. Todos los días.

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